Justin Timberlake -traje de estampado exótico, bandana en el cuello, séquito de bailarines detrás, movimientos estudiados- atraviesa el campo del estadio U.S. Bank. Canta Can't stop the feeling. Es el entretiempo del Super Bowl. Millones y millones de pares de ojos están mirando el show por televisión. Son pocos los afortunados que lo ven en vivo, a pocos metros de distancia.
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Entre esos afortunados está Ryan McKenna -13 años, canguro gris, brackets relucientes en sus dientes, celular (por supuesto) en la mano derecha-. Timberlake sube las escaleras del estadio. Grita "Quiero escucharte Minneapolis".
Y de pronto se instala al lado de McKenna que no entiende mucho. Lo mira, canta alguna estrofa, hasta que el gigante del pop le hace una pequeña seña para que saque una selfie. Y así, en ese gesto nimio, sin darle mucha relevancia a lo que está sucediendo McKenna pasa a ser un hashtag, un viral, el niño selfie, una infinidad de memes, trending topic, el invitado del programa matinal Good Morning America.
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The #SelfieKid is excused from school this week. He will be doing a guest appearance across all TV networks for no good reason #SuperBowl#SBLII
En una entrevista con Twin City Pioneer Press minutos después del acontecimiento, el joven de Hingham, Massachusetts que estaba viendo el partido junto a sus padres, dijo: "Es una locura, no sé qué pensar. Todos mis amigos me están mandando mensajes. Mi celular está casi muerto. Tengo 36 videos de Snapchat, como 21 mensajes directos y 150 solicitudes de Instagram".