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El “no crecimiento”: la receta que conduce a la miseria

Desde sus torres de marfil, cerca de 240 académicos han declarado que el crecimiento económico es malo para el planeta; lo que el mundo necesita es más crecimiento y menos hipocresía
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22 de octubre de 2018 a las 05:02

Por Bjørn Lombor
Project Syndicate


Desde sus torres de marfil, cerca de 240 académicos han declarado que el crecimiento económico es malo para Europa y el planeta. En el transcurso de dos meses, ellos y los partidarios a nivel mundial de la “economía sin crecimiento” han llevado a cabo conferencias en Ciudad de México, Malmö, y Bruselas. Sus esfuerzos pregonan un retorno a una forma antigua y completamente desacreditada de ecologismo alarmista, mismo que está desvinculado de la realidad y desdeña las necesidades y vidas de miles de millones de personas en el mundo.

Los activistas afirman que debemos detener el crecimiento económico porque el planeta está cruzando fronteras ambientales, y la desigualdad entre los seres humanos está en aumento. Sin embargo, en lo concerniente a los temas ambientales más importantes, el crecimiento económico ha solucionado los problemas, no los ha creado. Los lugares más limpios ambientalmente no se encuentran en los países más pobres, sino en las economías más ricas, las cuales han rectificado sus acciones con respecto al tema. A medida que las sociedades se hacen más ricas, las personas pueden darse el lujo de dejar de preocuparse por la comida y el saneamiento, y comenzar a preocuparse por el medioambiente.

La contaminación del aire interior es el mayor asesino ambiental del mundo y se cobra vidas porque las personas pobres queman estiércol y leña para cocinar, así como para obtener calor. A medida que las sociedades se hacen cada vez más ricas, las personas pueden acceder a comprar tecnologías más limpia. En el año 1990, la contaminación del aire interior causó más del 8% de las muertes; en el año 2016 fue la causa del 4,7%. La cantidad de personas que mueren a causa de la contaminación del aire interior disminuye cada año en 1,2 millones, a pesar del aumento de la población. La contaminación del aire exterior empeora en las etapas iniciales, cuando las sociedades están en el camino que las lleva a salir de la pobreza extrema.

Pero, luego disminuye notablemente a medida que el crecimiento, el cambio tecnológico y las actitudes públicas influyen en las políticas y regulaciones. En China, por ejemplo, las emisiones de dióxido de azufre alcanzaron su punto máximo en el año 2006 y han disminuido desde entonces. Además, el crecimiento económico brinda un mejor acceso a todas las cosas vitales que la mayoría de las personas en el planeta demandan o desean: salud, educación, seguridad y capacidad de movilización. 

Los activistas de la campaña a favor del no crecimiento afirman que la desigualdad está en el epicentro de sus preocupaciones, pero estudiosamente ignoran a la inmensa mayoría del planeta. Estados Unidos ha experimentado un claro aumento en la desigualdad: el 1%  en la parte superior obtuvo el 18% de los ingresos en el año 1913; esta proporción cayó al 10,4% en el año 1976 y regresó al 20% en el 2014. Pero la experiencia es marcadamente distinta en la mayor parte del mundo, incluyendo en la Europa continental y el Japón, donde el 1% en la parte superior gana aproximadamente la mitad de lo que ganaba hace 100 años.

A nivel mundial, la desigualdad ha disminuido, debido a que muchas más personas en el mundo en desarrollo han salido de la pobreza. El ingreso no es el único indicador de desigualdad que está cayendo. La mitad del aumento en el bienestar de las personas desde el año 1960 al 2000 proviene del hecho que, nosotros, los humanos, estamos viviendo vidas más largas y más saludables. En los últimos cincuenta años, la brecha en la esperanza de vida entre los países del mundo que son más ricos y aquellos que son más pobres se ha reducido de 28 a 19 años. 

El comercio mundial y el crecimiento económico han transformado vidas en una escala que alguna vez fue inimaginable. Hace dos siglos, alrededor del 94% del planeta estaba empobrecido. En el año 2015, el Banco Mundial determinó que, por primera vez, menos del 10% de la población mundial vivía en condiciones de pobreza extrema. Entre el año 1990 y hoy en día, el número de personas que viven en pobreza extrema se redujo en más de mil millones de personas.

Los maltusianos de nuestros tiempos se oponen a extender los enormes beneficios citados en el párrafo anterior a más personas en el mundo, debido a que creen que el calentamiento global será tan dañino que justifica detener el crecimiento. Esto contradice al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés), que afirma: “para la mayoría de los sectores económicos, el impacto del cambio climático será pequeño en relación con los impactos de otros impulsores”, como, por ejemplo, aquellos provenientes de los cambios en la población, la edad, los ingresos y la tecnología.

La solución al cambio climático –de manera similar a las soluciones a tantos otros desafíos– provendrá de la tecnología.  Hay algo profundamente perturbador en el hecho de que algunos académicos digan a las personas que se abstengan de percibir los beneficios que han disfrutado. Lo que el mundo realmente necesita es mucho más crecimiento y mucha menos hipocresía.

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