El crucero Achilles visto desde el Ajax durante la batalla naval contra el Graf Spee
Miguel Arregui

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El pequeño acorazado Graf Spee enloquece a la Royal Navy

A 80 años de la batalla del Río de la Plata (I)
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17 de diciembre de 2019 a las 05:04

“Hasta último momento aguardé una lucha terminal, en la que moriría”, narró hace muchos años Friedrich Rasenack, quien en 1939 era un joven oficial del centro de cálculos para la artillería del “acorazado de bolsillo” Graf Spee. “Entonces, para mi sorpresa, recibí la orden del capitán Langsdorf de destruir mis instalaciones”.

El corsario alemán se suicidaría a siete kilómetros y medio de la costa de Montevideo, ante los ojos de la población, para gestar así una leyenda que sobrepasa largamente su real importancia militar.

La batalla del Río de la Plata, que se libró durante cinco días de diciembre de 1939, hace ahora 80 años, vista en perspectiva, fue un enfrentamiento menor. Las batallas navales que se desarrollarían en los años siguientes en todo el mundo, durante la horrible Segunda Guerra Mundial, particularmente en el océano Pacífico, el Atlántico Norte y el mar Mediterráneo, empequeñecerían la caza del Graf Spee. 

Pero fue una valerosa obertura —junto a los primeros ataques de submarinos—, con varios capítulos y muchas emociones, a todo ritmo, en un exótico escenario del fin del mundo.

Cómo dispersar a la Royal Navy

En agosto de 1939, poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, dos de los tres “acorazados de bolsillo” alemanes, el Admiral Graf Spee y el Deutschland, salieron de sus puertos y se mantuvieron en espera, escondidos en la inmensidad del océano Atlántico. 

El primero homenajeaba a Maximilian von Spee, un almirante que en 1914 derrotó a una escuadra británica frente a Chile y luego fue destruido con sus cinco cruceros y 2.200 hombres cerca de las islas Malvinas.

Esos “acorazados de bolsillo”, que en realidad desplazaban la tercera parte o aún menos del tonelaje de un acorazado convencional, eran en todo caso cruceros pesados, o panzerschiffen (unidades acorazadas) como los llamaron inicialmente los alemanes.

Alemania invadió Polonia el 1º de setiembre de 1939, y dos días después Francia y Gran Bretaña declararon la guerra.

Cuando el Graf Spee por fin atacó a un buque mercante, el 30 de setiembre, cerca del extremo noreste de Brasil, “la noticia electrizó al Almirantazgo” británico, narró Winson Churchill en sus memorias. “Era la señal que habíamos estado esperando”. 

Churchill, quien a partir de mayo de 1940 se haría célebre como primer ministro del Reino Unido durante toda la guerra, era entonces primer lord del Almirantazgo: el jefe político de la Marina Real. Él ordenó la inmediata formación de varios grupos de caza, liderados por portaaviones y acorazados, que salieron a buscar al corsario por medio mundo, desde el Atlántico norte hasta el océano Índico. 

La colosal dispersión de la flota británica era “vejatoria”, admitió en sus memorias. 

El carguero Doric Star es destruido tras su captura por el Graf Spee frente a África occidental el 2 de diciembre de 1939

Puños a medida

Los “acorazados de bolsillo” estaban hechos a medida de la estrategia naval de la Alemania nazi. La Kriegsmarine no podía competir de igual a igual con la Royal Navy, muchísimo más poderosa; pero sí enloquecerla con submarinos y corsarios, dispersar sus unidades y facilitar el ataque al tráfico mercante: el cordón umbilical que mantenía viva a las islas británicas.

Según el tratado de Versalles de 1919, impuesto por los vencedores de la Primera Guerra Mundial, Alemania no podía construir unidades navales de más de 10.000 toneladas de desplazamiento. Los acorazados por entonces rondaban al menos las 30.000 o 35.000 toneladas, y llegarían hasta las 71.000 con la colosal e infortunada clase Yamato japonesa; aunque pronto entrarían en decadencia por la irrupción del portaaviones.

Entonces los alemanes construyeron entre 1929 y 1936 una clase de tres cruceros fuertemente armados, que sobrepasaban con cierto disimulo el límite de Versalles, pues desplazaban más de 12.000 toneladas. 

Eran barcos experimentales que incorporaron algunas innovaciones radicales. En primer lugar, los “acorazados de bolsillo”, como los llamaron los británicos, sacrificaban coraza a cambio de mayor armamento y autonomía. Con sus cañones de 280 mm y sus proyectiles de 300 kilos, que lanzaban a 27 kilómetros de distancia, podían desafiar a los cruceros enemigos, más veloces pero menos armados; y normalmente podría huir o esconderse de los acorazados, que tenían cañones más potentes, de 380 o 406 mm, e incluso más.

Otra innovación fue adoptar motores diesel para la clase Deutschland, en vez de las tradicionales y confiables turbinas de vapor. La mecánica naval diesel aún estaba verde: era pesada y proclive a fallas, pero a cambio aseguraba una enorme autonomía de hasta 35.000 kilómetros, o casi la vuelta al mundo sin repostar combustible.

El objetivo de esos buques de 186 metros de largo era destruir mercantes británicos y franceses, como un pirata, distorsionar el tráfico comercial y obligar a las flotas de guerra enemigas a realizar tediosas y caras funciones de escolta. 

El buen cálculo de Harwood

Asistido por el buque Altmark, que le proporcionaba combustible, repuestos y alimentos, el Graf Spee —al mando del capitán Hans Langsdorf, de 45 años— se movió entre el Atlántico y el Índico, y hundió nueve buques mercantes aliados después de poner a salvo a sus tripulantes.

El Graf Spee destruía mercantes y de inmediato cambiaba de escenario. Pero cuando a principios de diciembre destruyó algunos cargueros entre África occidental y Brasil, el jefe de la fuerza naval británica en las islas Malvinas sospechó que la próxima zona de caza podría ser el Río de la Plata, desde donde partían alimentos y materias primas para Gran Bretaña.

El comodoro Henry Harwood, de 51 años, jefe de la Fuerza G de los británicos en el Atlántico Sur, se dirigió rápidamente a la boca del Río de la Plata con el crucero HMS (Her Majesty’s Ship) Exeter, de 10.490 toneladas a plena carga y cañones de 203 mm, y los más ligeros HMS Ajax y el neozelandés HMNZS Achilles, con artillería principal de 152 mm. 

La popa del Graf Spee en el puerto de Montevideo

El miércoles 13 de diciembre de 1939, poco después de la salida del sol, a más de 400 kilómetros hacia el Este del cabo Santa María (La Paloma), el Graf Spee halló a los tres cruceros de Harwood en lugar de los mercantes que ambicionaba.

En vez de evitar el combate, según las órdenes recibidas, y de mantener a sus oponentes a distancia gracias al mayor alcance de su artillería, Langsdorf optó por acercarse para un combate cerrado. 

Al acortar distancias, el Graf Spee quedó dentro del alcance de las piezas de artillería de sus rivales, que además eran unos ocho kilómetros por hora más veloces.

Abrió fuego a las 6:17 de la mañana.

Una batalla cerrada 

Los británicos siguieron el plan trazado de antemano. Atacaron de inmediato, abriéndose en dos grupos: el Exeter por un lado, y el Ajax —con el comodoro Harwood a bordo— y el Achilles por otro, para dividir el poder de fuego enemigo. 

El Graf Spee concentró su artillería principal en el Exeter, el rival más poderoso y que realizaba un resuelto ataque frontal. 

En la hora y veinte minutos que duró la batalla, el Exeter encajó ocho proyectiles de 300 kilos y varias decenas de disparos de la artillería secundaria enemiga, perdió su armamento principal, y quedó semi destruido e incendiado, con 61 muertos a bordo. Por fin se retiró malamente rumbo a las islas Malvinas. Muchos tripulantes del Graf Spee dirían después que lo veían hundiéndose.

“Libró una de las acciones más admirables y decididas que registra la historia”, le escribió día después Winston Churchill al primer ministro Neville Chamberlain.

El Ajax y el Achilles, los dos cruceros menores, se acercaron peligrosamente al Graf Spee por la derecha, incluso hasta unos ocho kilómetros, haciendo fuego con sus piezas de 152 mm y lanzando torpedos, para aliviar la presión sobre el Exeter. 

Tras recibir fuego graneado y temeroso de los torpedos, Langsdorf hizo cubrir el Graf Spee con una cortina de humo, e intercambió fuego esporádico con los británicos. El Ajax y el Achilles también encajaron algunos daños; incluso el Ajax perdió sus cuatro piezas de popa de 152 mm.

El capitán Edward Parry, del Achilles, futuro almirante que resultó herido en las dos piernas, comentaría: “Tenía la seguridad de que el enemigo podía hacer lo que quisiera”.

Pero entonces, sobre las 7:40, cuando parecía que podría huir hacia mar abierto, o rematar al Exeter a su antojo, el capitán del Graf Spee optó por dirigirse hacia el oeste, hacia el Río de la Plata, enfilando hacia la costa de Punta del Este. El barco alemán fue seguido por el mucho más pequeño crucero Uruguay, de la Armada Nacional, que se encontraba de casualidad en la zona en viaje de instrucción.

Segunda nota: El Graf Spee en la trampa de Montevideo

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