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El progresismo como religión

La historia de Occidente durante los últimos 400 años es ante todo la historia del choque entre la religión cristiana y la anti-religión humanista secular
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26 de julio de 2021 a las 05:02

Las creencias más típicas de nuestra cultura contemporánea son las siguientes: A) la razón humana natural es capaz de resolver todos los problemas; B) la historia humana es un proceso de progreso continuo que desembocará en un estado final de felicidad perfecta para todos; C) los valores éticos principales son la libertad, la igualdad, la fraternidad y los derechos humanos; D) la ciencia, la educación y la democracia son los medios principales que hacen avanzar a la humanidad hacia el progreso.(*1)

Esta forma de pensar está tan difundida hoy que no nos es fácil cuestionarla, ni darnos cuenta de cuánto influye en nosotros. Es relativamente nueva: aunque tiene raíces anteriores, floreció fundamentalmente a partir de la Ilustración del siglo XVIII. Al igual que la revolución científica que la precedió, la revolución política, social y metafísica de la Ilustración se originó dentro de la civilización cristiana. Sólo en la Cristiandad, con su fe en el diseño inteligente del mundo por parte de Dios y en la racionalidad del ser humano, pudo darse y se dio la revolución científica; y sólo en la Cristiandad, con su fe en el libre albedrío humano y en la igual dignidad ontológica de todos los seres humanos, creados por Dios a su imagen y semejanza, pudo darse y se dio el desarrollo de la democracia moderna y su concepción inicial de los derechos humanos como dones inalienables de Dios, inherentes a la naturaleza humana.

La Ilustración es un fenómeno complejo, una gran mezcla de verdades y errores. Es difícil hacerse una idea exacta de ella y adoptar ante ella una actitud adecuada. El escritor católico G. K. Chesterton dijo que los valores modernos son ideas cristianas que se han vuelto locas. Por ejemplo: la libertad desconectada de la verdad alimenta un individualismo egoísta; la igualdad absolutizada conduce a un colectivismo despótico; y la fraternidad sin la redención es una utopía inalcanzable. A consecuencia de la Ilustración se han dado varios intentos de construir una sociedad perfecta prescindiendo de Dios. Se trata de organizar la sociedad para que funcione “como si Dios no existiera”.

Aunque tuvo raíces cristianas, muy pronto la Ilustración se separó de ellas, dando lugar a una civilización cada vez más descristianizada. Me bastará aquí evocar el carácter anticristiano de la Revolución Francesa y el carácter antirreligioso de la Revolución Rusa. Sólo comienza a entenderse la Ilustración cuando se la reconoce como una herejía cristiana, es decir una forma de cristianismo que ha repudiado su matriz y se ha extraviado. En el fondo la Ilustración es una nueva religión que, como el Islam, nació del cristianismo pero se convirtió en su adversario. Frente a la religión del Dios que se hizo hombre se alza hoy desafiante la “religión” del hombre que quiere hacerse Dios a sí mismo por medio de sus solas fuerzas. (*2)

Dentro del cristianismo hay diversas “denominaciones”: catolicismo, ortodoxia, anglicanismo, luteranismo, calvinismo, etc. Análogamente, la nueva religión humanista, que en verdad es una anti-religión, tiene también muchas “denominaciones”, aunque éstas a menudo se combinan entre sí: racionalismo, liberalismo, masonería, socialismo, positivismo, hegelianismo, darwinismo, marxismo, freudismo, fascismo, relativismo, postmodernismo, etc.

Así como casi todos los primeros científicos modernos fueron cristianos, también lo fueron varios de los primeros pensadores ilustrados; pero dentro de la Ilustración fueron tomando fuerza primero el deísmo, más tarde el panteísmo y el agnosticismo, y finalmente el ateísmo. La mayoría de los ateos se adhiere acríticamente a los siguientes postulados indemostrables, que dan forma a toda una cosmovisión: a) el ser material, el ser vivo y el ser racional surgieron espontáneamente; b) su evolución y su orden son sólo productos del azar y la necesidad; c) el ser humano es sólo un animal más y, como todos los animales, cesa de existir totalmente en la muerte; d) el ser humano y el mundo carecen de un propósito.

La cosmovisión atea, tan falsa como dañina, se fue desarrollando e imponiendo gradualmente a lo largo de los últimos cuatro siglos, llegando a ser hoy la parte dominante de la cultura contemporánea en el nivel de las élites científicas, intelectuales y tecnocráticas. La mayoría de los miembros de esas élites creen en ella más o menos firmemente, o bien actúan como si fuera verdadera, dejándose llevar por la corriente principal. La hegemonía atea dentro de la “religión” del Progreso hace que la civilización occidental moderna esté dando frutos cada vez más amargos.

Muchos de los problemas debatidos dentro de la Iglesia católica en los últimos 150 o más años son parte de esta gran cuestión: ¿Cómo juzgar a la civilización moderna y cuál es la mejor forma de actuar frente a ella? Aun manteniendo incambiada la esencia de su doctrina, la actitud pastoral de la Iglesia frente al mundo moderno cambió mucho a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965). En la práctica, se pasó de una cerrazón excesiva (que en algunos momentos rechazó, junto con su núcleo anticristiano, también aspectos positivos de la modernidad) a una apertura excesiva, que demasiado a menudo acepta aspectos negativos de la modernidad o incluso deja que la fe cristiana se disuelva lentamente en el ácido modernista. (*3) Para todos los cristianos es urgente encontrar un justo equilibrio en esta gran cuestión.

*0) Otros escritos del autor en https://danieliglesiasgrezes.wordpress.com.

*1) Cf. Philip Trower, The Catholic Church and the Counter-Faith. A Study of the Roots of Modern Secularism, Relativism and de-Christianisation, Capítulo 1.

*2) Cf. Papa Pablo VI, Discurso en la última sesión pública del Concilio Vaticano II, 07/12/1965.

*3) El modernismo es la variante “católica” de la pseudo-religión progresista.

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