Primero, el sello, la estampa, el estilo inmortal, eso que muchos buscan con empeñado esfuerzo y otros mantienen –paradójicamente– sin que importen las modas tan rápidas, tan furiosas. Karl Lagerfeld es una imagen (puntillosamente construida) que se puede resumir, palabras más, palabras menos, así: el pelo blanco, vaporoso, rigurosamente atado y peinado hacia atrás; la camisa todavía más blanca, inmaculada; el traje negro, sobrio y sofisticado; los ojos ocultos y misterioso detrás de un par de lentes oscuros.
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