La reciente ceremonia de asunción presidencial de Joseph Biden permitió su observación desde diversas lecturas. Dos de ellas se oponen en su naturaleza y en su rivalidad por explicar la única realidad subyacente. O tal vez no lo sea tan oculta, si uno de esos registros prevaleciera sobre toda la tradicional pompa y fanfarria, la puesta en escena de Hollywood y ese aire cosmético e impostado de una nueva ocasión, en la que la normalidad republicana, tradicional y democrática vuelve a imponerse en la historia, en una continuidad dentro de la cual figura, como una pesadilla, el pasaje de Donald Trump, dejando atrás prácticamente ningún indicio perceptible, ninguna secuela traumática.