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El tiempo más largo del mundo

En baseball los tiempos pueden ser infinitos
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22 de noviembre de 2018 a las 05:01

El tercer partido de la World Series de la MLB (finales del torneo de béisbol estadounidense), disputado el pasado viernes 26 de octubre entre los Dodgers de Los Angeles y los Medias Rojas de Boston (dos de los grandes), duró 7 horas 20 minutos. Comenzó a las 19 horas y terminó a las 2.20 de la madrugada. Un partido de béisbol tiene nueve entradas (innings). El del viernes 26 tuvo 18. En otras palabras, se disputaron dos partidos en uno. Cuando en Boston y Nueva York el amanecer estaba próximo, un batazo imparable de un jugador de los Dodgers impuso el marcador final de 3-2 a favor del equipo angelino. De lo contrario el empate podría haber continuado de manera indefinida, hasta que la paridad terminara.

Sin embargo, no fue el partido más largo en los 115 años de historia que tiene la Mayor League of Baseball. El más prolongado lo disputaron los Cerveceros de Milwaukee y los Medias Blancas de Chicago, el 8 de mayo de 1984. Duró ocho horas 25 minutos, y se jugaron 25 entradas. Como ya lo dije en esta columna antes, junto con el fútbol, el béisbol es el único juego que me realmente me apasiona. Muchos creen que el béisbol es aburrido, aunque en verdad es un deporte muy matemático, en el cual cada milímetro cuenta y en el que no es fácil hacer puntos. Además, tiene una cosa que me parece fascinante: no hay empates. Y cuando un partido termina empatado, se sigue jugando hasta que haya un ganador. No se define por penales, como en el fútbol, lo cual la mayoría de las veces termina haciendo prevalecer una gran injusticia.

En béisbol, los tiempos extras pueden ser infinitos. Y como se pueden hacer todos los cambios que se quieran, cuando hay partidos interminables y épicos todo el plantel tiene la oportunidad de jugar. La FIFA, tan conservadora y dictatorial en sus decisiones, debería poner a funcionar la imaginación para eliminar las definiciones por penales. La liga de fútbol alemana, creo yo inspirada en la liga de béisbol estadounidense, intentó hace mucho imponer una emoción nueva al fútbol, eliminando los empates y también las definiciones por penales. Fue en la época en que el fútbol comenzaba lentamente a convertirse en el deporte universal y en muchos aspectos era menos monótono de lo que en reiteradas ocasiones lo es hoy en día.

El 22 de junio de 1922, primer día del verano boreal, los equipos de FC Nürnberg y Hamburger SV disputaron la final del campeonato alemán. Fue un partido ideal para desafiar a la eternidad. Una vez concluidos los noventa minutos con un empate a dos, disputaron un tiempo extra de duración indeterminada: la decisión de todas las partes fue que jugarían hasta que uno de los equipos convirtiera un gol. El árbitro designado, el carismático Peter “Peco” Bauwens (1886-1963), dio por concluido el partido cuando aún continuaban igualados a dos, tras haberse disputado 190 minutos. Estaba oscureciendo y los futbolistas no podían con sus piernas (tampoco el árbitro). Exhaustos a más no poder, ninguno se sintió derrotado por los contrincantes, sino por el propio tiempo, invisible contrincante de todos, el cual había presentado de forma tajante sus argumentos.

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