Me parece que ya he narrado, en algún otro artículo, cómo mi madre me enseñó desde muy niño a querer a la patria. Habíamos pasado a vivir a Argentina. En primer término a Concordia y muy pronto a Buenos Aires. El idioma era el mismo pero mis compañeros del kindergarden, aunque teníamos muy pocos años, enseguida se dieron cuenta de algo y, como si fuera lo más natural del mundo, comentaron a la maestra sin muchos preámbulos: “Señorita, este niño habla de tú”. La maestra junto con una hermana eran uruguayas y rieron ante la advertencia de mis compañeritos.
En el álbum familiar se conserva una fotografía. Allí está el jardín de nuestros juegos y los bancos inolvidables que cada 12 de octubre convertíamos en los tres buques de Colón. Éramos niños y ahora no podría calificar a aquellos métodos de enseñanza con nombres contemporáneos. De todas maneras era educación personalizada aquella que recibimos en “mi escuelita”, ubicada en las cercanías de San Isidro. El tren pasa muy cerca y todavía hoy reconozco el sitio. Parte de la antigua fachada está en pie y en el terreno han construido un colegio “a la moderna”.
Han pasado muchos, muchísimos años. Días atrás tuve oportunidad de leer un artículo que, de alguna manera, llevaba la buena intención de recordar cosas lindas que en la geografía humana nos muestran ante el mundo. “Botija” lo dijo hasta Gardel, pero se fueron colocando datos que a veces nos sorprenden. Uruguay es el país más pequeño de América, pero no le digamos “paisito”. Nos gusta hablar de “championes” y dejamos las “zapatillas” para que las luzcan en el ballet del Sodre.
Nos gusta el fútbol o, mejor dicho, nuestra pasión es el fútbol. Peñarol y Nacional nos dan alegrías y hasta somos capaces de admitir con dignidad, bromas y comentarios: “Ganamos”, que dicho con verdadera alevosía un lunes a primera hora de la mañana en una oficina, puede provocar un dolor de cabeza que todavía la medicina no ha logrado curar.
Somos los mayores consumidores de yerba mate y la cantidad de vacas supera con creces el número de habitantes de esta tierra nuestra. Pero no solo nos debemos alegrar por nuestra última victoria frente a Chile. Hay un dato de grandísima importancia. La UNESCO (Organización de las Naciones para la Educación, la Ciencia y la Cultura) nos ha asignado el 98,62%, un índice realmente alto.
Todo el país se encuentra ahora en plena campaña electoral. Son pasos que damos en nuestro comportamiento cotidiano con verdadero orgullo de orientales.
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