Empezó repartiendo puerta a puerta y hoy es proveedor de galletitas de las mayores cadenas del país

Corría el año 2010 cuando Moyano decidió emprender por fuera de su trabajo formal para "ganar algún peso más" —narró el emprendedor—, y fue así como empezó a cocinar y vender bolas de fraile en su moto puerta a puerta.

Al tiempo se asoció con un amigo para hacer crecer el negocio. Moyano se encargaba de vender mientras su amigo se encargaba de la producción de los alimentos de panadería. Las ventas comenzaron a crecer y los socios le vendían sus productos tanto a los vecinos del barrio como a diferentes comercios del lugar.

El emprendimiento funcionaba bien, pero Moyano y su socio decidieron separarse. Y, de esta forma, volvió a empezar nuevamente. Desde ese entonces hasta ahora Moyano se ha enfrentado a diferentes desafíos: llegaron y se fueron personas que integraron su marca, la marca se fue formalizando y el dueño se fue formando tanto en la industria panadera como en el emprendedurismo.  

Impulso

En 2014, por iniciativa de un conocido que estudiaba contador público, decidió someter el negocio a una mentoría y fue cuando entendió la importancia de establecer y conocer la identidad de sus productos.

Galletería Venecia, como se llama el emprendimiento, comenzó a incrementar sus ventas nuevamente, pero esta vez desde otra óptica. Moyano se estableció en una galería de Bella Italia y tenía dos camionetas para repartir sus productos.

En diversas oportunidades el emprendedor fue aprovechando las diferentes instancias con actores del entramado emprendedor local, como el Ministerio de Industria o el programa presidencial Sembrando, para ir posicionando cada vez con más fuerza su marca.

En la actualidad, el empresario está invirtiendo en una planta de producción de 250 metros cuadrados para poder hacer frente a la demanda de sus productos y también para aumentar sus ventas en el mediano plazo.

Con el paso del tiempo Moyano debió contratar personal. Su negocio incorporó a ocho trabajadores de manera directa, desde panaderos hasta empaquetadores. Además, estima que otros entre ocho y 10 trabajos dependen de la galletería de modo indirecto entre constructores y limpiadores de chimeneas, que concurren habitualmente a la planta en Bella Italia.

Moyano espera contratar más personal en los próximos dos años para derivar otras tareas —mayormente de carácter administrativo— y, así, dedicarse a continuar con la expansión de la empresa. “En este momento es más lento, más tedioso” expandir la empresa por la escala que consiguió al día de hoy, reconoció el empresario.

Galletería Venecia

En estos últimos nueve años, Galletería Venecia desarrolló dos líneas de alimentos. La primera es la clásica, que se compone de galletitas malteadas, malteadas sin sal agregada, galletas sopladas, galletas de aceite, galletas "cara sucia", grisines convencionales y  dulces. Las unidades se pueden encontrar desde los $ 65 a los $ 80.

Por otro lado, la segunda línea de productos se llama Auténticas!, y se trata de bocados horneados estilos rústico, aptos para veganos. Se compone de seis variedades: tomate con ajo y orégano; remolacha con semillas de sésamo; grisines de boniato glaseado, galletitas cara sucia con naranja; siete semillas y harina de centeno y malteadas con ajo y cebolla.   

La marca cuenta con el apoyo de la marca país y de promoción Uruguay XXI.

En la actualidad, los productos se logran encontrar en algunas de las góndolas con mayor alcance de Uruguay como Tienda Inglesa y TaTa y también en otras tiendas como La Molienda y La Colonial.

Galletería Venecia decidió dejar de vender al por menor y enfocar su estrategia de ventas exclusivamente en las ventas al por mayor. De hecho, hoy por hoy llega a vender un promedio de 22.000 paquetes de sus diferentes productos al mes, estimó Moyano.

Por otra parte, por este fin de semana (8 y 9 de abril) los productos de galletería Venecia estarán presente en las góndolas de Sembrando, en Nuevocentro Shopping, por iniciativa del programa presidencial que lidera Lorena Ponce de León.

En poco más de una década, con idas y vueltas, Moyano pasó de repartir bolas de fraile que transportaba en un cajón atado en su moto a “lidiar” con la facturación electrónica y los bancos. Y cree que valió la pena haber “dejado la comodidad del aire acondicionado” de su trabajo fijo para dormir poco, pasar calor con los hornos y levantar su propia empresa. 

Galletería Venecia