Estilo de vida > LIBROS
En la nueva novela de Rosa Montero, el futuro ya llegó
Aunque todavía no sucedió, de ser llevada al cine esta última novela de Rosa Montero estaría a medio camino entre Blade Runner y Elysium. De la primera hereda el concepto de androide replicante que busca desesperadamente una identidad verdadera y darle sentido a la existencia; de la segunda, una crítica feroz a un mundo futuro que en vez de reducir la desigualdad económica entre los ciudadanos la aumenta drásticamente.
Tercera entrega de la exitosa serie protagonizada por la detective robot Bruna Husky, Los tiempos del odio propone una distopía donde las grandes corporaciones dirigen desde las sombras el rumbo de un mundo sin países, que todavía separa a los ciudadanos según su capacidad económica y laboral, con altos niveles de contaminación por todas partes y una violencia cotidiana que se expresa a través del accionar de un grupo terrorista que imita al ISIS, degollando a gente a diestra y siniestra por televisión.
Por si fuera poco, dos plataformas espaciales habitadas por millones de personas que orbitan la tierra, tienen sendas dictaduras de tendencia comunista que están siempre en conflicto con el poder terrenal por la conquista del espacio. Por último, pero no menos importante, se trata de una historia donde la convivencia entre los replicantes (15% de la población mundial) y los seres humanos, es tan tensa que parece siempre a punto de quebrarse. En el caso de Husky, un androide de combate, el rechazo social se hace más evidente.
De entrada todo esto parece mucho, pero lo cierto es que Montero se las arregla muy bien para introducir al lector en la historia, ponerlo al tanto de lo que ha ocurrido en las dos entregas anteriores de la saga y echar a andar una novela que arranca con la desaparición del inspector de policía Paul Lizard, un humano criado por una robot que además de colaborar laboralmente con Husky, se acuesta con ella frecuentemente.
A partir de allí Bruna comienza una búsqueda frenética que la llevará por diversos territorios hostiles, donde deberá combinar su poder físico con su inteligencia para salir airosa y encontrar a su compañero que, rápidamente se sabe, ha sido secuestrado por los terroristas y está en la lista de espera para ser decapitado en vivo y en directo.
Pero también importa, y es el corazón de la novela, que los replicantes vivan solo 10 años desde su fecha de fabricación y que a Husky solo le queden tres. Esa inexorable carrera contra reloj hace que cada momento sea precioso y único, y Montero se esmera al plasmar en papel toda la angustia que genera esa fecha de caducidad.
El otro gran tema de la novela es el paso del tiempo y los estragos que este va produciendo en los cuerpos y en las almas de los protagonistas, sean humanos o replicantes. Porque Husky está, en cierto sentido, envejeciendo por dentro, con todas las consecuencias que esto supone para un ser artificial con recuerdos falsos implantados.
Además de tener demasiados puntos de contactos con Blade Runner, la novela tiene otro hándicap y es la introducción de una trama medieval en medio de la novela, donde cobran protagonismo un cuadro del Greco, El entierro del conde de Orgaz, y el ingeniero Juanelo Turriano, se presume creador de un autómata hecho de madera que estaría presente en la pintura. La digresión no aporta mucho y la anécdota puede rastrearse en Wikipedia sin esfuerzo.
Pero dejando de lado esos dos detalles, el texto se sostiene de principio a fin gracias al oficio para narrar de Montero, que sabe ser a un mismo tiempo coloquial y profunda. Las aventuras, los giros sorpresivos, los combates cuerpo a cuerpo y el vértigo del peligro, no minimizan una decidida condena al statu quo del mundo y una proyección a futuro nada complaciente. Además resulta entretenida.
