Opinión > ANÁLISIS/ OSCAR BOTTINELLI

Entre el Parlamento y el básquetbol

En una Legislatura, las 130 bancas las llegan a ocupar 423 personas
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03 de marzo de 2018 a las 23:25
Como en aquellos juegos de adivinanzas: ¿en qué se parece el Parlamento uruguayo con el juego de básquetbol? En que el total de los que juegan un partido son más del doble que los que están en el mismo momento en la cancha . El juego de básquetbol está regulado para equipos de 5 jugadores, pero el total de jugadores de un mismo equipo que puede jugar un partido va de 12 a 15. Con el Parlamento uruguayo pasa algo parecido: la Constitución prevé 99 diputados y 31 miembros de la Cámara de Senadores, es decir, 130 legisladores. Pero al cabo de la legislatura terminan actuando, aunque fuere un solo día, más del doble o del triple. En la Legislatura pasada, la XLVIIa., las 99 bancas de diputado fueron ocupadas por 321 personas, es decir, 3,24 personas por banca; y las 31 bancas del Senado fueron ocupadas por 102 personas, es decir, 3,29 personas por banca. Cabe repetir: tres personas y cuarto por cada banca de diputado; tres personas y casi un tercio por cada banca de senador. Como quien dice, al igual que en el básquet, hay jugadores dentro de la cancha y jugadores en el banco, pero los jugadores en el banco son proporcionalmente mucho más de los que disputan el partido. Esta Legislatura, la XLVIIIa., va camino a cifras parecidas.

Esto también tiene que ver con la relación de los partidos, los candidatos y el electorado. Se vota a un candidato (generalmente en el interior) o a un reducido número de candidatos (Montevideo) y para sorpresa del elector termina actuando una cantidad de personas desconocidas para él. Sin duda puede sostenerse que es la consecuencia natural del voto partidizado, del doble voto simultáneo y de la lista cerrada y bloqueada (la llamada por los argentinos "lista sábana"). Voto partidizado quiere decir que la preferencia del elector se expresa en primer término por un partido político y luego por un candidato o conjunto de candidatos. Lo que no excluye que el voto al partido resulte del impacto que sobre el votante ejerzan figuras o candidatos de ese partido. Pero la esencia es el voto por partido. La lista cerrada y bloqueada lleva a concentrar la disputa entre fracciones, más que entre candidatos individuales, lo cual en Uruguay es más exacto para el Senado y en la elección de diputados por Montevideo (y en algo, en Canelones); no es tan exacto, o no lo es nada, en la elección de los diputados de los otros 17 departamentos del interior, donde la competencia al interior de los partidos es esencialmente personalizada. En parte es correcto que la lógica del voto partidizado conlleva a un conocimiento algo más difuso de los candidatos, que cuando se trata de voto personalizado. Pero aún así, con voto predominantemente emitido hacia el partido y la fracción, la lógica del sistema lleva a que, en cuanto al menos a los electores más informados o más quisquillosos de saber todas las minucias de su voto, debe haber un claro conocimiento de a quién se vota y, por consecuencia, quiénes van a ocupar los cargos.

La basquetbolización del Parlamento comenzó a raíz de la Ley del 14 de enero de 1994 (N° 16.465) que permitió la sustitución de los titulares por sus suplentes hasta por solo un día y en la práctica hasta por algunas horas (este caso se da cuando un legislador pide suplencia por un día, pero se reintegra en medio de la sesión, con lo cual en una misma sesión del cuerpo actúan dos personas sucesivamente en la misma banca). Anteriormente, para que hubiese ingreso de suplente se requería que la licencia fuese mayor de un mes (Ley N° 10.618, de 24 de mayo de 1945, artículo 1°) Hasta la entrada en vigencia de la Constitución de 1967, con legislaturas cuatrienales, el total de licencia de un legislador con derecho a convocatoria de suplente era de 6 meses; por tanto, el máximo de veces que un legislador podía ser sustituido era de 5 ó 6 (según la interpretación). A partir de 1967, al extenderse la legislatura a cinco años, la licencia con convocatoria de suplente se extendió a 9 meses (de paso, la legislatura se extendió un 25% y el derecho a convocatoria de suplente se extendió un 50%, lo que ya fue camino a una mayor rotatividad).

Sin duda al hombre común y corriente le debe costar entender por qué si las bancas legislativas son 130, por lo calle caminan 423 legisladores. Aparece como otros elemento de los que contribuyen a la pérdida de credibilidad de la actividad política en general y de los cargos parlamentarios en particular. Hay otros elementos que van en esa dirección de pérdida de confiabilidad: las candidaturas como señuelo (candidatos que figuran en la lista para atraer votos y, una vez electos, no ocupan la banca); las acusaciones recíprocas de corrupción, corruptelas o acomodos, de nepotismo, amiguismo o clientelismo. También la excesiva preocupación -y el exponer públicamente esa excesiva preocupación- por las carreras personales. Más aún la muy baja productividad del Parlamento, el excesivo tiempo de oratoria ya abandonado en los parlamentos de las principales poliarquías (aún en culturas similares a la nuestra como la española o la italiana), el excesivo reunionismo, la baja producción escrita y de documentos, la deficiente redacción de las leyes en lo idiomático, lo jurídico y lo técnico de la materia legislada. A lo que hay que sumar las dificultades que tienen los ciudadanos para recibir información clara y sintética de la labor parlamentaria.

No es por casualidad que el flamante presidente de la Cámara de Representantes, Jorge Gandini, al asumir su función, alerta: "Me toca representarlos en uno de los momentos más difíciles de la consideración pública sobre nosotros los políticos [...] No debemos desconocer que una parte de nuestros representados no está conforme. Algunos parecen enojados con todos por igual".

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