Sanguinetti fue el segundo entrevistado

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Entrevista a Sanguinetti: su parentesco con Aparicio Saravia y el día que conoció a su esposa "de chaperones"

El dos veces presidente estuvo en Posdata, el ciclo de entrevistas que repasa la vida y trayectoria de personalidades de la política, la cultura y la televisión
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11 de diciembre de 2022 a las 15:22

El dos veces presidente Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000) fue el invitado de esta semana del ciclo Posdata que conduce el periodista Óscar González Oro. En la conversación con el entrevistador, el exmandatario repasó su crianza laica, sus orígenes colorados, sus mandatos presidenciales y su matrimonio de 62 años con Marta Canessa.

Entre lo personal y lo político, este es un resumen de la entevista.

Es agnóstico, los agnósticos son los que no niegan la existencia de Dios pero pretenden entenderla desde la razón, cosa que es imposible.
La razón no nos lleva a creer. Y la razón no lo lleva a afirmar lo que no existe porque lo que no existe es imposible racionalizar y de ahí el agnosticismo. La fe es una revelación. Es algo que le llega a uno o no le llega, es algo que a uno le llega como explicación a sus misterios, a las angustias de la vida, a las cosas inexplicables de ella, a la majestad de la creación. Le llega o no le llega. A mi nunca me llegó. Tuve instrucción religiosa. Mi padre era ateo, mi madre era católica, fui a un colegio laico pero me mandaron a hacer instrucción religiosa también.

¿Y si algún día lo sorprende Dios?
En buena hora porque no es una mala compañía. El agnóstico vive de ese mundo, una vida más solitaria. No tiene a quien invocar. Es él y su destino. No tiene a quien pedirle, depende de sí mismo, o sea, si aparece bienvenido. Nunca me ha aparecido.

Sanguinetti habló sobre su vida personal y política

¿Qué sintió cuando dejó la presidencia?
Bueno, la dejé dos veces. Una vez con una enorme tranquilidad, una gran sensación de tranquilidad cuando terminé los primeros cinco años.

De paz
¿Por qué? Porque era el desafío después de la dictadura. Había que hacer la transición. Había que recomponer la vida democrática del país. Había que volver a los hábitos de comportamiento, al diálogo, al enfrentamiento político y administrar las pasiones que se heredaban de la dictadura. Una transición es una administración de sentimientos. El temor de lo que se van la impaciencia de los que vienen. La primera salida fue: ”He terminado en paz” ¿Por qué? Porque desde el primer día dije “El objetivo de mi gobierno es dentro de cinco años trasladarle la banda en paz y libertad a un gobernante electo por el pueblo”.

¿Cómo se llamaba su madre?
Se llamaba Emma Coirolo Saravia. Nieta de un gran caudillo legendario blanco, mi abuela Regina Saravia era la hija de ese caudillo llamado Chiquito Saravia, hermano de Aparicio Saravia. Chiquito muere en la revolución del 97, Aparicio muere en la de 1904. De modo que fíjese en mi casa había una muy fuerte tradición blanca por mamá y del otro lado mi abuelo Sanguinetti (era) colorado militar voluntario en el 1897, ya militar de filas en el 1904. En la batalla de Tupambaé en 1904 estuvieron mis dos abuelos. Uno de cada lado. Los dos sobrevivieron. Mi abuelo Sanguinetti herido, que ya había sido herido en el 97 y ahí hay una raíz colorada muy profunda que es la que me llegó a mí. Yo le diría que nadie me influyó nada, con lo mismo que el tema religioso. Iba un colegio laico y me mandaban también a hacer enseñanza religiosa. "Cree en lo que quieras". Y lo mismo pasó del punto de vista político. Mis tías coloradas me llevaban a actos colorados y algunos de mis tíos blancos me llevaban también a los actos blancos, del nacionalismo independiente, porque mi abuela no era herrerista, no quería nada con Herrera.

Así fue el rodaje entre Sanguinetti y González Oro

Siendo político, senador, dos veces presidente, ¿le permitió ser buen marido, ser buen papá o no?
Sí, me permitió. Fui un buen padre. La prueba está que mis hijos conviven muy intensamente con nosotros. Nuestros nietos lo mismo. ahora un bisnieto y yo creo que fui un buen padre y sin ninguna duda un buen marido.

¿Cómo conocí a Marta? De chaperones los dos. Es una expresión que los muchachos no conocen ni saben lo que quiere decir. El chaperón era el hermano que acompañaba a la nena cuando iba a salir con el novio. Entonces mi hermana iba a ir al cine con el novio, papá me dice, “anda con tu hermana”. Era el chaperón. A su vez, la hermana de Marta, que se conocían, iban a ir juntos en esa misma oportunidad. Y el papá de Marta le dijo “acompañá a tu hermana” Los dos fuimos con cara de aburridos, de chaperones y terminó en lo que terminó.

¿Cómo se convive con Marta tantos años?
Mire yo creo que hemos convivido siempre, porque nunca nos ganó el aburrimiento. Nunca nos ganó el aburrimiento. Somos muy distintos de carácter y ella levantisca, es explosiva. Yo soy tranquilo, muy racional y ella muy pasional hasta en el fútbol, pues compartimos los mismos sentimientos religiosos en nuestro caso de Peñarol. Somos caracteres muy distintos. Nos unen, sí, aficiones enormes. Ella es historiadora profesional, yo aficionado a la historia. Ella (es) aficionada al arte y yo un poquito más profesional del arte, aunque no lo sea de derecho pero sí de hecho. Y la vida política. Ambos somos colorados y fuimos siempre colorados. Ya cuando nos conocimos éramos colorados, yo tenía 18 años y ella 17. Ambos de familias coloradas. Me acuerdo que cuando fui a hablarle al padre de Marta la primera vez. Charlamos un ratito ahí, de lo que hacía, lo que no hacía, y entonces me dice: “¿Y vos qué votas?”. Le digo: “Soy colorado. Colorado de la 15”. “Ah, muy bien”. El era colorado del otro grupo, de la 14. “Está bien”, dijo. Sin mucho entusiasmo pero aceptando. “¿Y el deporte?”  “Peñarol”, le dije. “Bueno, entonces está muy bien, estamos bien. Está terminando la Vuelta Ciclista del Uruguay, viene adelante un ciclista de Peñarol, vamos todos al Velódromo a ver el final” y ahí quedé incorporado a la familia también.

  

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