La piña mal escaneada de Gabriel García Márquez

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Errores (y horrores) que son parte de nuestra historia

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23 de octubre de 2021 a las 05:04

En un diario de 28 páginas, como publicó durante años El Observador todos los días de la semana durante varios años, se escriben, en promedio 108 mil caracteres (algo así como 18 mil palabras). En un año, son algo más de 39 millones de caracteres (o casi 7 millones de palabras). En 30 años son 1.000 millones de caracteres, o 195 millones de palabras al año. Y eso sin contar a la web, que al menos quintuplicó los contenidos diarios que produce El Observador.

Y así como podemos contar con orgullo grandes triunfos periodísticos (de ellos tratan buena parte de esta edición), el error cero es absolutamente imposible, y a lo sumo lo que periodistas, editores y correctores tratamos de hacer es reducirlos en la mayor medida de lo posible, y evitar los muy alevosos. Así y todo, son muchos los que quedaron guardados en nuestras memorias. En el momento como un drama, con el paso del tiempo con un poco más de humor. Lo seguro es que, al celebrar los 30 años, esos errores también forman parte de nuestra historia. Además del que contó Gabriel Pereyra, acá van algunos.

La foto errónea en el acto de Un Solo Uruguay

El 23 de enero de 2018, Un Solo Uruguay hizo su primer gran acto de protesta contra el gobierno. Fue un tema que venía generando expectativa desde hacía semanas, por lo que el día de la manifestación se convirtió en una cobertura prioritaria para El Observador, que envió a Durazno un equipo de varios periodistas y fotógrafos, y una transmisión de streaming en vivo en la web.

El problema llegó al otro día. Y se cruzó un error concreto con molestias por el enfoque elegido para el título. El titular de tapa fue “Señal fue menor a la esperada pero presiona al gobierno”, porque la asistencia, si bien fue masiva, estuvo por debajo de las previsiones. El problema fue que para ilustrar en la web la nota principal (que llevaba el mismo título que la tapa) se incluyó una foto de muy temprano en la jornada, en la que la asistencia estaba muy lejos de ser la que finalmente fue.

La molestia de algunos por el encare del título (entendían que el énfasis debía ponerse en la fuerza del acto, y no en las previsiones previas) se juntó con esa desafortunada elección de foto en la web, y no pocos acusaron a El Observador de inventar una narrativa basándose en una foto que no decía toda la verdad.

Un Solo Uruguay

La desigual lucha contra el error

No recuerdo ninguno en particular, pero en un diario es virtualmente imposible no cometer un error. Cada periodista trabaja con la desesperante sensación de que nunca estará a salvo de cometer una equivocación y más se esfuerza en evitarla. Pero en los hechos nuestra tarea parece condenada al fracaso: tenemos apenas unas pocas horas del día para correr atrás de una multitud de fuentes, corroborar unos hechos de la mejor manera y rezar para que ninguna de las personas consultadas nos haya mentido demasiado. Grabar, documentar, registrar y observar, el mantra de nuestra profesión.

Renzo Rosello - Periodista de El Observador entre 1994 y 1999

El aviso al revés

Recuerdo que hace muchos años tuve que diseñar un aviso agropecuario y debía decir “la más alta calidad al más bajo precio” y yo puse “La más baja calidad al más alto precio”. Al otro día cuando me enteré y vi el aviso me quería matar. Por suerte no me comí una suspensión pero son de esos errores que se cometen cuando se trabaja a contrarreloj y las ideas fallan.

Marcelo Morillas - Diseñador gráfico de El Observador de 1993 a 2020

Dos errores que involucraron al presidente Vázquez

Hay dos hechos concretos que en los últimos tiempos generaron fuertes críticas a El Observador en redes sociales. Si son errores o no, llevaron –y aún llevan– a debates intensos dentro y fuera de la redacción, pero sin duda fueron minicrisis internas que generaron fuertes discusiones entre los periodistas que integramos El Observador.

Uno fue el 4 de setiembre de 2019, en plena campaña electoral. El título era “Levantan la bandera”, y refería a cómo Tabaré Vázquez, José Mujica y Danilo Astori habían salido a recorrer las calles para ayudar a una candidatura de Daniel Martínez que no marcaba bien en las encuestas.

¿Cuál fue la polémica? El texto que lo acompañaba: “Uno enfermo de cáncer, el otro con los achaques de la edad y el tercero golpeado políticamente, Tabaré Vázquez, José Mujica y Danilo Astori salieron a hacer pesar sus liderazgos en busca de que la izquierda se recupere en una coyuntura adversa”.

“Son todos hechos”, dijimos muchos en una primera instancia. Publicamos un primer editorial con unas disculpas, digamos, livianas. Pasadas las horas, y mientras las muestras de molestia no cesaban, reparamos en algunos conceptos clave: que la tapa funciona como una unidad en sí misma aparte de la nota a la que hace referencia, por lo que no alcanza con decir “lo que pasa es que no leyeron la nota”. El segundo es que la ofensa la mide el ofendido, no el ofensor, y la mención al cáncer del presidente Vázquez era tomada por muchos, con razón, como una falta de respeto. Claro está que a todo eso se sumó la campaña electoral, que incluye a oportunistas en el combo, pero eso no quita que la forma de escribir esa información había sido insensible. Un segundo pedido de disculpas del entonces editor jefe, Gonzalo Ferreira, lo resumió muy bien.

Tabaré Vázquez

El segundo se dio el día de la muerte del expresidente Tabaré Vázquez. Como ocurre en todos los medios importantes del mundo, muchas de las personalidades más famosas ya tienen su obituario pronto, de manera de estar preparados para el día de su muerte, inesperada o esperada. El de Vázquez ya estaba escrito, y el texto que complementa el título era fuerte: “A partir de 1989 condujo al Frente Amplio desde la minoría inoperante hasta la cima del poder. Al final, también representó su decadencia”. Como con la tapa anterior, la lectura de la nota dejaba claro el punto. Sin embargo, su publicación automática en redes sociales incluyó ese texto como posteo, sin contexto. En un día de dolor para cientos de miles de personas, esa frase también generó numerosas críticas a El Observador. Muchas de ellas justas, otras no. A ello se respondió borrando el tuit y escribiendo una disculpas también en la cuenta de Twitter.

Amorín Batlle y Pablo Abdala

Un error reiterado fue confundir las fisonomías de Pablo Abdala y José Amorín Batlle. Ambos políticos son muy parecidos y había imágenes registradas en archivo con el nombre del otro, porque realmente se confundían. Las primeras veces, alguno de los dos llamaba a quejarse. Ya después se lo tomaban con humor. Y nosotros en la redacción nos agarrábamos la cabeza diciendo “¡no, otra vez!”.

Creo que el que más recuerdo (y es como escuchar a Claudio Romanoff contarlo una y otra vez) es una vez que cubrí un acto de lanzamiento de la entonces senadora Julia Pou, donde anunciaba un plan para mejorar la situación/regulación de los asentamientos en nombre de su lista. Escribí la nota, la editó Roma en la página 4 (no me olvido del número) y era una cabeza de página. Como Roma se tomó su tiempo para editar, pasó uno de los fotógrafos preguntando si se necesitaba mandar algo para alguna página, y apurado, Roma le dijo “una foto de Julita” y no le dio mucho más detalle, porque estaba persiguiendo el diseño de la página o algo así. El fotógrafo anotó y luego se fue al archivo y mandó la foto. Luego colocaron en la página la foto de Julita.

Pero nadie más se fijó... hasta que al día siguiente llamaron a Roma de la oficina de la senadora, para preguntar por qué habíamos hecho lo que habíamos hecho. Y mientras Roma trataba de entender el porqué de la queja, cuando abrió el diario se encontró con una foto de Julita en su casa de La Barra, bajo el sol, muy veraniega, y con un titular donde la senadora prometía terminar con los asentamientos. Ni siquiera si lo hubiéramos planeado para molestar a alguien nos hubiera salido mejor...

Leticia Linn - Periodista de El Observador entre 1998 y 2007

La piña a García Márquez erróneamente escaneada

Mario Vargas Llosa habló en junio de 2007  sobre su pacto con Gabriel García Márquez de nunca harán referencia a su pelea que habían tenido los escritores 31 años atrás y que los había llevado a enemistarse, según consignaba la página de Espectáculos de El Observador del 2 de junio. La nota se ilustraba con una foto de Vargas Llosa y la foto del ojo morado de García Márquez que retrató en 1976 el fotógrafo Rodrigo Moya, del diario mexicano La Jornada. Sin embargo, al encanista que hizo la tarea de pasar la foto le pareció que era un error y “maquilló” el ojo morado. Al otro dia hubo que pedir disculpas.

La piña mal escaneada de Gabriel García Márquez
La piña de Gabriel García Márquez

Nombre erróneo y el encuentro en el ascensor

Me había tocado hacer la entrevista de contratapa de Café & Negocios. El diseño incluía, bien grande, nombre y apellido del entrevistado. Cerré la página y me olvidé. Al otro día, cuando abrí la página para extraer la entrevista y subirla a la web vi el nombre que había puesto y me di cuenta de mi error: había rebautizado al entrevistado. Enseguida le conté a mi editora y también le hice llegar a él la equivocación, con las disculpas del caso. Le conté que con la edición papel ya no había nada que hacer –ya estaba impresa, lamenté–, pero que mi error quedaba subsanado en la versión digital. Hubo vergüenza de mi parte –siempre chequeaba todo diez veces– y algo de enojo del suyo. Meses después tuve que ir a cubrir algo a Rivera. Estaba en el lobby del hotel donde me tocó quedarme, esperando que el ascensor descendiera hasta la planta baja. Cuando las puertas se abrieron, desde dentro me saludó él, el hombre con cuya identidad yo había hecho un lío. Con una sonrisa se presentó con el nombre que erróneamente le había adjudicado. Los dos nos reímos (aunque no me acuerdo si mi alivio me dio como para compartir el trayecto en ascensor o no). 

Mayte De León - Periodista 2011-2017

El Hospital de Cínicas

La lista de errores y “horrores” cometidos en mis 15 años en El Observador es larga. Pero de todos se aprende. Voy a contar uno. En una época una de mis funciones fue escribir la tapa, una responsabilidad que asumí con tremendo celo porque al otro día el resultado de mi trabajo era la cara de El Observador en los quioscos. Pues una vez en el título principal en vez de escribir “Hospital de Clínicas” puse “Hospital de Cínicas”, y así salió publicado. Hoy me río, pero entonces quería hacer la del avestruz.

Carlos Ríos - Periodista y editor 1991-2006

Las gianobacterias

Cubrir temas de salud y ciencia siempre es un desafío, por la complejidad de estas áreas y la inmensidad de nombres y denominaciones que uno desconoce por no ser experto en las materias. En el año 2013, cuando las cianobacterias eran un tema que solo mencionaban los científicos que trabajaban en el tema, María Orfila me pasó la posta para hablar con un científico, y hacer un informe sobre estudios que habían realizado sobre niveles de contaminación del agua. Después de una muy extensa charla con Luis Aubriot del área de Limnología, quien con mucha paciencia me explicó las complejidades de lo que es una cianobacteria, cómo se genera y cómo afecta los cursos de agua, su buen dote de docente no pudo evitar que mi sordera captara mal la palabra más importante en este artículo. Así fue que al día siguiente, la "cianobacteria" pasó a llamarse "gianobacteria" y así lució en la portada del diario. El error luego, con las disculpas del caso a los científicos, fue corregido en el sitio web. 

Anabella Aparicio - Periodista 2013-2015

Cianobacterias

Un diputado por otro

Errores tuve muchísimos, pero uno de los más feos fue confundir a un declarante. Trabajé en una nota que recogía los comentarios de Saúl Aristimuño (entonces diputado), pero quien en verdad hablaba era Felipe Carballo, otro diputado. Ambos legisladores tenían un perfil muy similar (son los dos del mismo sector político) y de hecho hoy no recuerdo quién era quién en mi confusión.

Joaquín Silva - Periodista 2017-2021

Campanas polémicas

En Café & Negocios, antes de la entrega de las Campana de Oro hacíamos una nota sobre las campañas favoritas y candidatas a ganar a partir de las elecciones de los publicistas referentes. La publicábamos antes del certamen, y el titular lo acaparaban la agencia y campaña “ganadora”. En una oportunidad, a los pocos minutos de publicarla, recibimos la llamada de un publicista que preguntaba, bastante molesto, cómo podía estar tal campaña en el titular, si la ganadora era la suya. Y tenía razón. Para llegar al resultado había que simplemente sumar cada uno de los votos, y erré en el para mí complicadísimo cálculo. Por suerte no me dediqué a las matemáticas. 

Maria Ines Fiordelmondo - Periodista 2016-2020

El poema era de Octavio Paz, no de Benedetti

Al día siguiente de la muerte de Mario Benedetti, el 18 de mayo de 2009, el diario abrió con un reportaje sobre el poeta que se titulaba “La literatura se quedó sin su cómplice y todo”. En la página se citaba un fragmento de un poema pero la segunda estrofa no era de Benedetti sino de Octavio Paz.

Mario Benedetti

Fuentes sin chequear

Estaba trabajando en la web en el horario de la tarde-noche. No recuerdo con claridad el tema de la nota pero sí el hecho y fue que solo consulté a una fuente, sin chequear la información con otra. Y resultó que la información la nota no era del todo precisa, por lo que hubo que retractarse y pedir las disculpas del caso. Simón Gómez, que era uno de los editores jefe, me dio un sermón pero entendí que ese era el abecé: chequear antes y constatar al menos entre dos fuentes de información antes de publicar una noticia, más allá de la inmediatez que exige un medio digital.

Analía Parra - Periodista 2010-2012 

Simón y Sara Méndez sin tapa

Como no trabajaba en información general o política no participé directamente en coberturas emblemáticas. Sí recuerdo, hoy con más pena que en aquel momento, la escasa cobertura de la aparición de Simón, hijo de Sara Méndez, 26 años después del secuestro. Me parece que hubo un recuadro en tapa, pero no fue “la tapa”. Yo conocía la historia directamente por haber sido secuestrada el mismo día que Sara y compartido durante meses las mismas peripecias. Sin embargo, no fui consultada. Tampoco se me ocurrió ofrecerme para escribir sobre el hecho.

No olvido la visión profesional de un colega de deportes que se me acercó a preguntarme si “conocía a esa mujer”. Le dije que sí. “Usted (no me tuteaba) debería escribir esa nota”, me contestó. Digo que recuerdo el hecho con más pena ahora que antes porque El Observador, que marcó escuela de periodismo en varios aspectos, no pudo abstraerse de la espesa nube de ocultamiento, complicidades y negación que alimentaba el silencio con respecto al terrorismo de Estado.

Margarita Michelini Delle Piane - Periodista 1995-2002

Portada de El Observador

*Este artículo forma parte de la edición especial 30 años de El Observador.

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