Estilo de vida > Psicoanálisis y arte

Gabriel Rolón: "Creo que es un momento interesante para ejercer la autocensura"

En su paso por Montevideo, el reconocido psicoanalista argentino dialogó con El Observador sobre el amor, las redes sociales, la fe y las angustias
Tiempo de lectura: -'
10 de diciembre de 2018 a las 05:00

Es una enciclopedia viviente llena de respuestas para todas esas preguntas que constantemente aturden al ser humano; es un cuerpo atravesado por un sinfín de pensamientos que se convierten en palabras, análisis terapéutico y arte. El argentino Gabriel Rolón es psicoanalista pero, además, es un fenómeno en sí mismo. Hace rato que trascendió el diván. Ahora escribe libros que son –siempre– best sellers; es el escritor más vendido en su país. También actúa y se presenta en grandes escenarios, como el Luna Park, en los que agota localidades.

En su paso por Montevideo –dónde se presentó el jueves y sábado en el Teatro Metro con su ciclo Mano a mano con vos– y con nueva novela, el thriller psicológico La voz ausente (Emecé Editores), el psicólogo, actor, escritor y músico, dialogó con El Observador.

Siempre parece tener la respuesta a interrogantes casi imposibles de poner en palabras ¿Hay alguna pregunta qué aún no haya podido resolver y lo inquiete?

Hay muchas preguntas que me inquietan. Cuando da la impresión de que tengo respuestas a casi todo, es porque en realidad he tenido preguntas para casi todo. Todo me lo he preguntado tantas veces y le he dado vueltas. A veces encuentro respuestas que me parecen satisfactorias, otras no y me quedo en una nebulosa donde apenas acierto a tener una o dos visiones posibles, pero me encanta que me inviten a pensar. Cuando uno piensa sobre la muerte, inevitablemente genera angustia. No me enoja no tener más respuestas, me motivan a seguir pensando pero cuando que hay un punto donde la respuesta no la tengo –ni yo ni nadie– angustia. No se angustia una persona de fe que tiene la respuesta a todas las preguntas en: "Existe Dios y después hay un estado maravilloso"; su fe lo tranquiliza porque su creencia le proporciona una respuesta para una pregunta que no tiene respuesta alguna. Yo no tengo la suerte de ser un hombre de fe ni creo que después de este mundo me esté esperando mi papá para que nos reencontremos.

Se mueve en un consultorio, en una hoja en blanco a la hora de escribir un libro y en un escenario ¿Cómo habita cada uno de esos lugares y qué diálogo se genera entre ellos?

El consultorio todo el tiempo forma parte del escenario y mis libros, no al revés. Habito cada uno de esos espacios con pasión. Me gusta escribir, me gusta hablar con la gente y me divierte actuar –que es como un juego para alguien que está todo el tiempo tan cercano al dolor–. Trato de habitar cada uno con la parte que le corresponda, no llevo al artista al consultorio ni llevo las angustias que ahí viven a un escenario.

¿Cómo se conectan el psicoanálisis y el arte?

El psicoanálisis y el arte están ligados de un modo indisoluble. No conozco a ningún buen analista que no juegue al menos en una de las ramas del arte, al que no le gusta la fotografía, le gusta pintar, el que no va a canto, baila o escribe. El psicoanálisis es un arte, no una ciencia. Es el arte de poner palabras donde solo había silencio, el arte de encontrar un sentido en una angustia que era muda, el arte de ver si logramos que un protagonista sufriente de una historia infernal pueda al final del análisis –como al final del libro– convertirse en alguien que mira la vida de un modo distinto. Para eso, tenemos que crearle sentidos y ayudarlo a crear historias nuevas.

Estamos quizá en un momento donde las personas opinan sobre todo constantemente. 

Creo que casi nadie habla por él mismo. (Martin) Heidegger decía que hay dos maneras de vivir la vida, una vida propia y otra, donde uno es interpretado por los demás. Él decía que todo el mundo vive en estado de interpretado. No sé cómo es en Uruguay, pero en Buenos Aires yo me subo a un taxi y por la radio que está escuchando ya sé lo que piensa el taxista, sé lo que me va a decir, si está a favor o en contra del gobierno, si está a favor de las protestas de los piqueteros o si cree que "son unos negros y hay que matarlos a todos". Yo ya sé exactamente todo lo que me va a decir porque esa persona no piensa, es pensada por los conductores de esa radio, que son pensados por los dueños de las radios y sus conveniencias. Entonces, creo que cuando la gente se masifica y pone en juego su fervor –más en cuestiones como la política y el fútbol–, no piensa. Me parece que ese es un estado del que nos convendría salir. En Argentina si decís que alguna de las medidas de este gobierno no te gustan, enseguida te caen insultos de que sos un kirchenrista, y si decís que no te parece que la expresidenta se vuelva a postular, te dicen que sos un macrista. Yo me encargo de pensar, no opinar. Mucha gente opina y no piensa. Por supuesto que soy un hombre con opiniones –que son también mis maneras de ser atravesado por los discursos y mis ideologías– pero trato de no ejercerlas en ámbitos públicos.

¿A qué se debe que las personas utilicen muchas veces las redes sociales como depósitos de comentarios cargados de violencia?

El ser humano necesita ser reconocido. Una de las formas de ser reconocidos es a través del amor –cuando alguien que te mira y te reconoce como diferente a los demás–. Todos necesitamos ser amados, reconocidos. Las redes te dan la posibilidad de buscar el reconocimiento.  Si alguien pone algo en Twitter, es para que los demás lo reconozcan, lo lean y sepan que existe. Creo que el peligro de las redes es que son un lugar donde uno no ejerce la espera, el tiempo y la meditación, son lugares catárticos. Si yo estoy viendo tele y veo que lo que dice tal deportista o tal ministro no me gusta, agarro mi teléfono y sin pensarlo, hago catarsis y digo: "Cállate vos estúpido, qué sabrás si te robaste esto o aquello". Hay que tener cuidado con ejercer la catarsis inmediata, que no tiene freno. Creo que es un momento interesante para ejercer la autocensura. Es necesario ejercer una mirada y un espacio de espera entre la reacción y lo que yo hago con mi reacción.

Hace un tiempo usted decía en una entrevista: “Hay a quienes les gusta decir que leyeron El Quijote de la Mancha y hay quienes disfrutan de leerlo”. Algo similar sucede con las fotos que se suben a Facebook o Instagram.

Totalmente, es como si la vida no estuviera pasando. Es como si la vida fuera lo que los demás ven que yo pude hacer y no lo que estoy haciendo. Miremos con los ojos porque, entonces, la vida se nos transforma en lo que los demás ven y no en lo que estamos haciendo. Es mejor contarlo desde el relato, desde el recuerdo. Cuando tus ojos se humedecen recordando eso que tuviste frente a vos, es mucho más intenso que una selfie para Instagram. Tampoco soy un detractor de las redes, pero tenemos que encontrar los beneficios de estos tiempos. El desafío que tiene siempre el individuo es enfrentarse a la cultura en la que vive.

Suele hablar bastante del amor. ¿Cómo lo podría definir en unas pocas oraciones?

Es el encuentro de dos personas solas que deciden construir un espacio en común donde la soledad duele menos. Siempre vamos a estar solos pero por momentos estamos con alguien y construimos un vínculo donde habitamos un espacio común donde todo es más lindo –si el amor es sano– o donde todo es más peligroso  –si el amor es enfermo–.

¿Qué separa a aquellos que disfrutan de la soledad de los que la padecen?

Que sea elegida o sufrida. Cuando estás solo por elección propia, la soledad se puede volver un momento disfrutable. 

¿Todos el mundo tendría que hacer terapia?

Hay distintos tipos de terapia. Pero básicamente te diría que no. En el psicoanálisis, un analista está allí para ayudar a alguien que está sufriendo y no puede solo. A veces uno puede vivir con su dolor, pero a veces uno está quebrado con su dolor. La terapia es para alguien que está en un momento de angustia que solo no puede manejar. O para alguien que está recorrido por un interrogante que, de algún modo, lo tortura y no puede responder solo. Si está esa pregunta o esa angustia, esta bueno ir a terapia. Si eso no está, no hay que ir al terapeuta por obligación.

Al momento de escribir una novela, ¿piensa primero en el protagonista y sus posibles patologías o en la historia que lo engloba?

Primero pienso en una historia que me guste contar y la trabajo muchísimo en mi mente. Con La Voz Ausente tardé casi tres años. La estuve pensando dos años y medio y la escribí en los últimos seis meses. Primero pienso en el qué, el por qué y el cuándo. A medida que la trama va ganando lugar en mi cabeza, le voy dando opciones y respuestas, abro puertas, abro personajes, los desecho, los agrando, los achico. Cuando tengo la obra pronta desde ese lugar, me siento a escribir. También, en ese momento, cada personaje empieza a pedir su pista propia para crecer.

¿Cuál es su voz ausente?

La de mi padre, que me cuesta recordar –no en sus dichos, sino el sonido– . Es una voz que es y no está en la realidad. Es una voz ausente que no deja de estar presente porque todo el tiempo sé lo que me diría.

 

 

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...