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Georges Almendras, el periodista que vivió la crónica policial como una guerra

Diez años después de su salida de Canal 4 el periodista recuerda su vida entre policías y delincuentes
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24 de octubre de 2020 a las 05:02

Ya no hay periodistas como usted, Almendras. Y Almendras se queda anonadado. ¿Almendras, cómo anda? Y Almendras mira con extrañeza. Almendras, usted me filmó un día en un juzgado. Ah, bien, bueno, un gusto.

La gente en la calle se acuerda de él. Delincuentes de la década de 1990, vecinos asaltados, televidentes del informativo central. 

Pasaron 10 años desde que Jean Georges Almendras (65) dejó de ser el cronista policial del Centro Montecarlo de Noticias de Canal 4, pero el tiempo no borró algunas cosas. Del pelo lacio y negro quedan canas, bien cortitas, en cada costado de la cabeza. Bajo, más bien retacón, y un bigote tupido, ancho, algo incoloro pero perfectamente cortado.  

Muy parecido a cuando Almendras se convirtió en Almendras.

Iba sentado en el ómnibus leyendo un libro y de refilón vio que afuera, en 8 de Octubre y 20 de Febrero, estaba lleno de policías. Raro para un 25 de agosto. Se bajó.

Habían matado a cuatro policías y se estaban desplegando operativos en toda la ciudad. Almendras caminó una cuadra hasta la farmacia Villagrán. 

–Soy Georges Almendras, de Canal 4. ¿Me permite el teléfono? Tengo que pedir urgente un fotógrafo y un camarógrafo. 

Llamó a Últimas Noticias y al canal, los dos lugares donde trabajaba. Al principio no le creyeron. 

Los cuatro policías habían llegado temprano a la calle Morelli, porque sabían que en una casa de la cuadra estaban Víctor Hugo Benavidez y sus hermanos, todos asaltantes de bancos. Cuando intentaron detenerlos, murieron acribillados.

Ese feriado de 1989 Almendras no paró. 

Se subió a patrulleros, se bajó de patrulleros. Salió en vivo. Tomó nota. Entró en casas de vecinos, habló hasta de la comida servida de los delincuentes y la foto familiar que encontró en la casa del crimen. Vivió la guerra y así la contó: “Realmente de peligro, en la calle Londres, ¿esta es la calle Londres? Escuchen las ametralladoras, escuchen”, susurró al micrófono, jadeando y agachado atrás de un auto. Arrastró al camarógrafo Hugo Modino con el cable que tenía conectado al micrófono. Lo rezongó: “¡Vení acá, carajo, no te apretés!”. Al tiempo apareció un graffiti frente al estudio del canal: Almendras al Golfo, el camarógrafo arruga.

¿Te sentiste en peligro?

Alguna bala me pasó muy cerca, según me dijeron los policías. Pero en ese momento no pensás. Los periodistas que estábamos allí al lado de los tiros tuvimos la oportunidad de filmar, hubo colegas que se retiraron y hubo colegas que se quedaron, y hubo colegas que avanzaron un poco más. Todos tuvimos las mismas posibilidades.

¿Vos cuál fuiste?

De los que avancé un poco más. 

Almendras se ríe. Terminó el informativo y la noche siguió en Últimas Noticias. Y cayó el día otra vez. Habían pasado 24 horas desde que había salido en ómnibus a trabajar. Entonces, llamó a Radiopatrulla.

–Hágame un favor. ¿No me manda un agente a casa para avisarle a mi mujer que estoy bien?

Llegó el patrullero a la casa de Almendras y su esposa, que lo había esperado toda la noche, respiró. 

En ese momento tenía a Christian (hoy 33) y a Denise (31). Después llegó Giovanni (28), se separó, conoció a Erika, y con ella tuvo a Giorgio David (14). También tiene dos nietos que no llegan al año.

Para ser un jubilado de los medios, la cantidad de veces que sube y baja las escaleras de su casa no es nada despreciable.

A veces saca la cabeza por la ventana y grita desde el tercer piso para evitar el viaje de ir a abrir y cerrar la puerta: “¿Mis llaves? ¡Ah! Están en el buzón. ¡En el buzón!”. 

El último tramo de escalones, en el tercer piso, lleva adonde Almendras pasa la mayor parte del día. Estanterías llenas de diarios. Estanterías llenas de libros. Estanterías con pilas y pilas de cds. Varios escritorios y computadoras. Un póster del Che Guevara, una imagen de Cristo. Fotos de sus cuatro hijos y, encabezando el escritorio principal, un afiche de la Antimafia 2000, la publicación con base en Italia que él dirige en Uruguay. Afuera ladra Firulai. Adentro, muy pegado a las brasas de la estufa, Tigui, el gato.

Arriba del escritorio tiene libros sobre desaparecidos en dictadura, un par de lentes para ver de cerca y hojas dobladas en forma de cuaderno con el título Brecha, escrito a mano y coloreado con lápices verde y rojo. Así va armando su archivo, con un resumen de lo que sale en la prensa todos los días y una descripción de cómo encontrarlo si lo quiere usar en el futuro.  

Cuando habla remarca la ese, la herencia que arrastra por haber nacido, sietemesino, a más de 3.600 metros de altura en La Paz, de donde eran sus padres y donde vivió hasta que cumplió cinco. Aunque fue engendrado en pleno barrio latino de París, donde sus padres estudiaban. De ahí, su nombre, Jean Georges, de tan variada pronunciación en Uruguay. Nunca conoció París.

Su época dorada empezó en 1990. Fue de esos periodistas a los que los vecinos pedían cobertura, soluciones, favores. "Almendras, solo puedo confiar en ti". Un padre, preso en el Comcar, lo llamó un día a Últimas Noticias para decirle que su hijo había matado a un policía y quería entregarse en la Justicia sin que interviniera la policía. Y ahí fue Almendras: habló con la Jefatura de Montevideo, pidió que no interfirieran –"Mantengamos los códigos, está en peligro mi vida"– se fue en un auto, dio vueltas por la ciudad, llegó a un lugar oscuro donde el menor lo estaba esperando. Se fueron juntos al juzgado de Bartolomé Mitre.

Después, otros hitos Almendras. Cuando lo llamaron a Canal 4 porque alguien amenazaba con suicidarse y quería denunciar lo que él decía que había sido una injusticia. Almendras cuenta que lo convenció de que hablara y el joven le dio su escopeta.

O cuando hubo un motín con toma de rehenes en el hogar de menores de La Tablada. Almendras entró y quedó en el medio, entre los amotinados y el grupo de choque. Se sorprende cuando vuelve a esta historia por enésima vez:

–Se escuchaba desde la calle, clamaron, literalmente, no lo digo por vanagloriarme, que entre Almendras a negociar. 

Habla de esa época como si fuese algo viejo, olvidado, que ya no existe. 

–La generación de cronistas policiales murió. Murió con Nazario Sampayo en Canal 12, murió con Georges Almendras en Canal 4, murió con Nano Folle en Canal 10, aunque Nano se mantiene. 

Dice que cambió todo: los mecanismos electrónicos, la puesta en escena, el show, la libertad de prensa. Que hoy el periodismo está basado en comunicados de la policía, que no hay calle, que no hay mostrador. Que los que trabajan lo hacen bien, a su forma, en su tiempo, en su estructura, pero que no es como antes.

¿Y cómo era antes?

–En nuestro tiempo éramos referentes.

En eso, Miguel Chagas coincide. El periodista que se encarga de los policiales de Telemundo habla de Almendras como un señor que hacía una crónica muy interesante: ir al lugar donde pasan las cosas –incluso cuando los periodistas no son bien recibidos– hablar con testigos, tener historias increíbles.

Pero no cree que la generación de cronistas policiales esté muerta. “El trabajo que hacemos es el mismo, hoy hay más riesgos. Hace diez años los delincuentes habían empezado a disparar en las piernas. Hoy ejecutan. Estamos más expuestos. Almendras estuvo en tiroteos. Yo en el último año estuve en tres”. 

El rol de la radio policial que escuchaban los periodistas para enterarse de los casos al mismo tiempo que la policía ahora lo cumple la tecnología, los vecinos, las redes sociales. Además, Chagas agrega un beneficio: antes la información primaria podía variar incluso en la cantidad de muertos, hoy hay más herramientas y más recaudos para informar.

Cuando Aureliano "Nano" Folle empezó a cubrir policiales para Canal 10, Almendras ya era un personaje del rubro. Era la época en que la competencia por tener la primicia era fuerte, cuando los periodistas de tele eran celosos de la información que conseguían. Y recuerda a Almendras como a ese al que no le gustaba perder: "Tenía una pasión por la crónica roja. Era un perro de cancha, de presa, un tipo que estaba todo el día arriba del tema". 

Pero hace una distinción. Para Folle, Almendras era la descripción perfecta del cronista policial, el que estaba pegado a la radio, al uniforme azul, como si fuese una extensión. Hoy eso cambió y el hoy presentador de policiales de Subrayado se siente más cómodo separándose de ese concepto. Habla de otra manera de trabajar: de componer la escena completa, de ir a la historia, de encontrar el porqué. 

“A veces la crónica policial, si te encorsetás demasiado, te separa de la realidad. Afecta la mente de quienes la cubren y hay que estar preparado para no entrar en un capítulo oscuro de la condición humana. Te deja muy al ridículo, muy expuesto, con macanas y a veces con heroísmo". 

Nano Folle dice que fue un gusto conocer también al otro Almendras, no al personaje que corría con el micrófono detrás de las noticias y el que tenía interés por los extraterrestres. Al Almendras persona, "con otros intereses, con otras valoraciones de la vida".

Pasó el momento dorado y Almendras dejó de brillar. Empezó de a poco, con un dolor en el costado del abdomen. Ya estaba cansado. Estaba en el canal cuando el riñón le implotó. Vasculitis, operación de urgencia, una estampita del Padre Pío dentro de la gorra en la sala de operación. Había soñado con él unos meses atrás y por eso lo quiso tener ahí.

Eso fue en diciembre de 2005. El 20 de setiembre de 2010 lo despidieron de Canal 4 por cuestiones económicas. Almendras aprovechó para plantear que también estaba harto. Editó su último informe, un incendio forestal en los accesos, y se fue. Nunca supo si salió al aire.

¿Te dolió esa salida?

Me dolió en un plano de que vi un desagradecimiento colectivo. Vi por un plano gratitud, y por un plano ingratitud, pero vi deslealtad. Crucé la puerta, me dolía el ego profesional dañado, pero me liberé. La presión y el estrés era muy grande.

Ahora pasa su tiempo en la redacción de Antimafia 2000, en el tercer piso de su casa en Malvín. Escribe sobre lo que quiere, sobre lo que le interesa y sobre lo que le parece importante. En 2019 publicó sobre una persona vestida de militar que entró al liceo 1 de Solymar a filmar con su celular una charla de estudiantes sobre desaparecidos en la dictadura. Y lanzó muchas preguntas sin responder.

¿Quién o quiénes están detrás de este episodio de neto corte fascista? ¿Cómo es posible que un militar (habrá que determinar muy bien si efectivamente es un integrante de las FFAA, sea en actividad o en situación de retiro, o una persona que se hizo pasar como tal) pueda actuar de esa forma, con total impunidad? ¿Qué se busca con este episodio, en apariencia aislado, pero que literalmente visibiliza la forma descarada en que la cultura de la impunidad se encuentra instalada en nuestra sociedad?

Cuando no escribe sobre mafia estudia ovnis. O habla de mística, de los estigmas de Giorgio Bongiovanni, que se convirtió en amigo y en su líder y por quien nombró a su hijo más chico. 

Dice que para ser periodista de policiales hay que saber manejar la emocionalidad. Cree en Dios y cree en la reencarnación, aunque nunca quiso saber por dónde anduvo en vidas pasadas.

¿Te gustaría reencarnar en cronista policial?

No. Me gustaría reencarnar en un juez, un hombre que aplica la Justicia.

Mientras habla, Tigui, el gato, se lame una pata. Almendras lo mira, frunce el ceño y pregunta: "¿Este no habrá sido un asesino?".

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