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Gonzalo Cammarota: "No vino nadie a robar nada, yo levanté el teléfono y me comuniqué"

El comunicador habló con El Observador sobre el destino de Justicia infinita, de la próxima Bajada y de cómo vive el día después de cambiar de frecuencia
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06 de noviembre de 2019 a las 19:15

Es miércoles, son las 10 de la mañana y Gonzalo Cammarota cambió la sintonía que sostuvo por casi dos décadas. Porque no es otro miércoles de noviembre. Es el primer día en el que el conductor de Justicia infinita enfrenta las primeras horas de una rutina arraigada –que incluye nadar en la playa, escuchar las noticias y comenzar a preparar su programa y el parlamento de su personaje Migues– que cambió. Es miércoles y a las 11 de la mañana Gonzalo Cammarota va a seguir sentado en ese café de Pocitos al que llegó una hora atrás. Es miércoles y a las 11 de la mañana Gonzalo Cammarota no va a entrar por la puerta de Océano Fm, como lo hizo por 17 años.

Llega cruzado, o entreverado. No, en realidad está triste. No es lo que pasó en la radio, tampoco son trajines de la cotidianeidad. Es que, después de la vorágine que vino con la despedida de Justicia infinita de la frecuencia 93.9, de los cientos de mensajes y de mucho, mucho ruido, Gonzalo Cammarota tuvo que llegar a su casa. Momentos laborales vertiginosos o de cambios tuvo varios. Pero esta vez no está Rona, su pareja, para bancarle la cabeza o para abrazarlo por un buen rato.

Gonzalo llega a la entrevista con El Observador y cuenta: “Hoy no es un buen día”. Se disculpa. Pero dice que, en estos momentos, el vacío que dejó la muerte de su pareja hace que todos los vacíos se tornen mucho más profundos, más pesados.

Fue una charla que tuvo alguna mirada al borde de la lágrima, pero también tuvo mucho aire de levantar la cabeza y empujar para adelante. Cammarota arrancó en 2001 con Arroba las manos, un programa por la 91.9 que condujo junto a Carlos Tanco y Salvador Banchero. Al poco tiempo, la tríada de amigos dio a luz a Justicia infinita, un hijo que ya tiene la mayoría de edad.

Y en plena crisis de 2002 ese contenido resistió y funcionó, y mucho. Al año y medio ya estaban en Océano FM. En 2004 se fue Tanco, y en 2017, Banchero. Cammarota vio irse a los dos. También vivió los mejores años de la radio y los momentos más críticos cuando dos de los programas más fuertes de la emisora –Segunda pelota y No toquen nada (NTN)– se fueron a Del Sol. Y Cammarota siguió firme como un soldado. Defendió la camiseta de la radio y fue de las caras más visibles durante estos años. También fue gestor de movidas que ya son tradición, como La Bajada.

Pero la semana pasada se hizo público que Justicia infinita se iba de Océano. Enseguida aparecieron rumores de que el programa arrancaría en febrero por Concierto Urbana y que esta radio pasaría a ser parte del grupo de radios que integran Del Sol, El Espectador y Latina. En diálogo con El Observador, Cammarota adelantó detalles del destino de Justicia, advirtió que Banchero no lo acompañará en la conducción, contó que La Bajada se hace este año y habló de los motivos que lo llevaron a levantar un teléfono y buscar espacio en otro lugar.

Diecisiete años en la misma radio, ¿cómo se siente el día después?

Raro.

¿Venías peloteando la posibilidad de irte desde hace un tiempo o fue de golpe?

Fue un proceso de años. Hacía un tiempo que sentía que necesitaba cambiar de aire. Este año fue demasiado especial, más de lo que quisiera. Te replanteás todo: lo qué estás haciendo, dónde estás. Empecé a pensar en movernos hace no más de dos meses. Se estaban barajando ciertos destinos de la radio que fueron un disparador para pensar en dar vuelta la página.

¿La despedida de ayer hizo justicia a lo que sentían ustedes?

Separase nunca es fácil y, obviamente, muchas veces las separaciones necesitan de un enojo. Después te das cuenta de que todo lo último que pasó es anecdótico. Sería muy injusto con todo lo vivido que nosotros estuviéramos en un plan punk de manchar con aerosol las paredes de la radio. No estoy para esa, tengo 43 años y me han pasado bastantes cosas. Capaz que no fue la despedida ideal, pero fue la que pudimos hacer. Yo estoy contento.

¿Por qué terminaron el ciclo un martes?

Porque era el primer día hábil que había. Tampoco tenía sentido prolongarlo. Una vez que tomás la decisión, mantener el programa se vuelve un esfuerzo. Ya estas con la cabeza de que vas a estar en otro lado. El lunes (28 de octubre) cuando hablé con Pablo (Lecueder), le pregunté cuándo le parecía mejor que levantáramos el programa. Además, para prevenir. Con la experiencia de cuando se fueron los chiquilines (los programas que se fueron a Del Sol), la convivencia fue difícil. Es más sano irse así, arrancar de golpe la curita, que duele menos.

¿A qué respondió la necesidad de cambio? ¿Problemas económicos, ideológicos?

Son 17 años, es un montón. La radio fue cambiando, yo fui cambiando, el programa fue cambiando. A veces estás encerrado en las mismas cosas, estás cansado de discutir por lo mismo, los mismos problemas. Aparte los trabajos creativos requieren de mover piezas. En Justicia se ha ido moviendo todo permanentemente, tuvimos un cambio de radio muy temprano, también en la integración. Para que fluyan otros circuitos necesitás esas cosas. Ya está, necesito otra cosa, otro esquema, otro contexto, problemas nuevos, pelearme por cosas distintas. Se estaba originando un desgaste, Océano no era el lugar para seguir adelante. Y probablemente nosotros tampoco éramos lo mejor para lo que viene de Océano.

¿Sentís que Justicia es un producto que va mucho más allá de Océano?

Claro. En nuestro país durante mucho tiempo el mercado radial estaba inamovible. Sobre todo cuando estás en una radio como Océano, que por mucho tiempo fue líder. Era como una programación monolítica, una aplanadora. Y tuvo que pasar que se juntaran 15 personas para irse de la radio. En nuestro caso, no vino nadie a robar nada. Yo levanté el teléfono y me comuniqué. No es que vinieron en un afán de piratería.

¿Por qué no te fuiste a Del Sol en 2017?, ¿no hubo oferta o no quisiste?

Un poco de todo. El acuerdo inicial era NTN y Segunda pelota. Quizá hubo un pequeño sondeo pero nosotros nos sentíamos cómodos. Y de nuestra parte tampoco hubo una voluntad de sentarnos y buscar la vuelta. No era el momento para tomar ese camino. De hecho, nos pasaron cosas muy lindas en estos tres años en Océano. Reformular y trabajar en el armado de la nueva programación, recibir compañeros y propuestas nuevas. Después se fue Salva y tampoco estábamos para emprender en un momento como ese.

A partir de ese momento, asumiste cierto rol de soldado, participaste de cerca en el armado de la programación y fuiste un pilar importante en la imagen de la radio, ¿lo ves así?

Siempre tuve puesta la camiseta de la radio. Es comprometerme en las cosas en las que estoy, le pongo mucha intensidad y pasión. El otro día lo pensaba mirando para atrás: hace 17 años que estoy acá. De la misma manera que para muchos debe ser difícil separarme a mí de Océano, es difícil separar a Océano de las personas. Junto con Gustavo Rey y Mariano (López) somos de los que llevamos más años ahí adentro. Ahora les queda a ellos eso.

La foto que no, la foto que sí

 

Te mostraste contrario a la idea de que Orlando Petinatti volviera a Océano. El conflicto entre ustedes es sabido desde hace años, ¿dónde se originó?

Cuando compartimos radio. Él quiso que nos echaran.

¿Te lo dijo directamente?

Jamás, tampoco me interesa. Es una persona con la que no tengo demasiadas cosas en común. Nuestro vínculo nació siendo unos vecinos con convivencia rara. Y el fin fue ese, a mí ni se me ocurre pedir que echen a alguien. Tenemos estilos de comunicación muy distintos. Si puedo elegir dónde trabajar, prefiero ambientes diferentes.

Considerando que no te gustaría compartir un retrato con Petinatti al lado, ¿en qué radio te sacarías la foto ideal?

Hay una cuestión histórica. Sacando Océano, mis amigos, las personas con las que inicié este camino, están en Magnolio. Soy amigo de muchísimos de ellos. Salva es como mi hermano. Empiezo a hacer la lista y son más lo que son mis amigos que los que no conozco. Me unen lazos muy fuertes con gente como Migue (Dobrich), Gustavo Laborde, Carlitos (Tanco), el Rafa (Cotelo), Jorge (Piñeyrúa), Diego González, Pablo Fabregat, Joel (Rosenberg), Diego Muñoz.

Y la llamada que contabas al principio, ¿fue a alguno de los que nombraste?

(Se ríe) No puedo decir nada todavía. Llamé a un amigo muy querido.

Circulan desde hace días rumores de que Justicia arranca el año que viene en Urbana, ¿es así?

(Vuelve a reír) No puedo ni confirmar ni desmentir esa información, pero llamé a un amigo muy querido y pronto lo vamos a decir. Posiblemente el día de La Bajada. Yo soy un esclavo de las informaciones que me van dando.

¿Es cierto que Banchero no va a formar parte del plantel fijo de Justicia pero sí va a participar con un personaje que dialogará con Migues?

Vamos a hacer cosas con Salva, sí. No va a volver a Justicia. Lo hablamos el año pasado, creíamos que era una etapa cerrada.

¿Te pegó fuerte cuando se fue?

Fue un punto de inflexión para los oyentes y para todos. El año pasado yo no sabía dónde estaba parado, me iba cambiando de lugar en el estudio, no sabía ni dónde sentarme. Totalmente desorientado. Con Salva fue una vida. Recién este año me empecé a acomodar un poquito, para nuevamente desacomodarme.

¿Qué pasó cuando Salvador volvió a Uruguay?

Nos sentamos y charlamos. Intenté que hubiera un lugar en Océano para Salva. No lo hubo. Por suerte, Salva levantó el teléfono y encontró un lugar donde se sintió cómodo y valorado y pudo desarrollar el proyecto de Otro elefante.

Ya confirmaste que La Bajada se hace, ¿va a ser en diciembre y en Magnolio?

(Se ríe) Todavía no se sabe el lugar, pero se va a hacer. No se sabía cuándo, ahora no se sabe por dónde. Lo vamos a ir comunicando en estos días. Estoy muy entusiasmado. Este año en especial estoy esperando ese día de fiesta, lo vamos a disfrutar mucho. Cerrar el 2019 de una vez por todas, que ya está. Ya fue bastante.

Tu regreso como DJ Sanata tras el fallecimiento de tu pareja fue el 24 de agosto en la fiesta de Océano, ¿cómo te sentiste ahí?

Bien. Era una gran demanda emocional. Era el mejor lugar para hacerlo porque, aunque es mucha gente, es un ambiente controlado, rodeado de amigos. Si me sentía incómodo, decía que no quiero. No es como un casamiento. También me sentí bien en las participaciones que vinieron después. A veces se me complica la bajada emocional. Porque estas muy arriba, y cuando bajás es un golpe.

Algo así como lo que comentabas que te pasó esta mañana, después de la locura de ayer.

Sí, porque es una situación absolutamente irreal. Estás contestando 150 mensajes que te mandan por redes, leyendo cosas, amigos que te escriben y toda una vorágine. Cuando eso empieza a bajar, la sensación de vacío aparece.

¿Aislarte nunca fue una opción?             

Estuve sin salir al aire unos días, pero no. Exigirte puede ser desgastante o peligroso. A veces no te da la energía, la cabeza, la concentración. Pero trabajo en equipo y, cuando estás rengueando, el otro te ayuda a seguir. Sentí rápidamente la necesidad de volver al trabajo, a esos núcleos de producción y de crear que son saludables. Estar encerrado a lo Kurt Cobain no me servía para nada. Estuve unos días en el espiral. Rápidamente me di cuenta de que eso iba a ser nocivo para mí, mi entorno, mi hija.

Si hacés eso, creo que nadie te dice nada. Esa fue la primera luz de alerta que se me prendió. Si yo decidía ser Onetti y dormir con una botella de whisky al lado la cama, podían pasar bastantes semanas antes que me dijeran: “bo, capaz que no”. Me di cuenta de que no podía estar durmiendo a cualquier hora, teniendo una vida desordenada. Necesitaba ordenarme de vuelta y el trabajo era parte de eso. Entonces, me metí de lleno.

Golpes para los que difícilmente se esté preparado, como la muerte de alguien tan cercano, hacen que surjan replanteos en torno a la fugacidad de la vida, lo efímero de los momentos. ¿Te pasó eso?

Sí. En otro contexto esto de la radio lo estaría viviendo distinto. Perdés la cotidianeidad, el verte con algunos compañeros todos los días, pero no hay una imposibilidad real para seguir la amistad o vínculo. Hay algo de pensar en que es el acá y la vida es esto que está pasando ahora. Tenés que tratar de que cada día sea lo mejor y disfrutarlo porque lo que va a pasar no lo sabés. Y por qué prolongar situaciones de desgaste, si tenés la oportunidad de emprender algo nuevo ¿Qué va  a ser tan terrible? Vivir parado en una ramita acobardado no creo que tenga sentido.

Qué hayas decidido militar políticamente de forma más intensa este año, ¿tuvo que ver en algún punto con buscar ser más honesto o más fiel a lo que pensabas?

Siempre dije lo que voto. Este año me involucré de otra manera, pero la militancia siempre estuvo en mi vida. Yo era un pequeño militante: ensobré papeletas del voto verde, salía con mi madre a juntar firmas, iba a los actos, me críe entre marchas y comités. La intensidad de ahora quizá tiene que ver con la necesidad de conectar con algo que siempre me hizo bien. La política es importantísima, define muchas cosas de nuestra vida. Lo estoy viviendo de una manera no tan confrontativa, porque no puedo ni quiero tomármelo así. No quiero que me separen las diferencias con el otro. Disfruto de intercambiar y no siento que una persona se defina por lo que vota. Más allá de casos extremos o radicales.

El fichaje de radios
¿En qué quedaron las negociaciones de Lecueder para comprar Azul?
Creo que se está negociando, pero desde el momento en que tomé la decisión de irme me desentendí de eso. Me preocupaba nuestra situación y la de los compañeros que están en ese horario. Entiendo que con nuestra ida se generó un hueco y eso permitiría que, llegado el caso, viniera Petinatti.
Hace un tiempo los temas de compra y venta, de quiénes son los titulares y demás lógicas empresariales en torno a la radio son asunto de interés público. ¿Fue siempre así?
No. Hubo coletazos. Cuando se crea el famoso grupo Sarandí –que estaban Toto da Silveira, Sonia Breccia–, se hablaba de cifras descomunales, era una locura de plata. Con muy buen tino nosotros llegamos a esa radio cuando eso terminó. Es el primer grupo económico que se conforma, que incluso tenía capitales extranjeros. Cada tres o cuatro meses llegaba alguien que era un “capo”, que podía tejer y deshacer. El de recursos humanos era un argentino que dos por tres caía para echar gente. Ese mismo grupo compró Futura y armó un proyecto bastante grande que no caminó demasiado.
Después todo esto se desinfló. Mucha programación se concentró en Océano. Si mirás la foto del 2009 al 2016, estaba todo muy quieto, no pasaron muchas cosas. Con la irrupción del grupo Magnolio se movió toda la estantería. Creo que son buenas estas cosas, se abren nuevas oportunidades de trabajo, tenés que competir de otra manera. Tenés que pensar, te mueve. Nunca está bueno que seas la última Coca Cola del desierto. Claro, Océano durante años fue el Real Madrid sin que existiera el Barcelona. Estaba casi solo en su categoría. Pero eso no es bueno para nadie.

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