Ha muerto uno de los grandes en serio de la historia de la música conocida con el nombre de rock and roll. Teniendo en cuenta que muchos ya septuagenarios siguen recorriendo caminos y países en permanente gira, podemos decir que murió joven. Tenía 69 años.
Fue parte del dream team de leyendas del denominado "southern rock", ejemplificado en los sonidos tan característicos de bandas formadas, muchas de ellas, a fines de la década de 1960 y que se las ingeniaron para no perder vigencia, como los Allman Brothers, Lynyrd Skynyrd, ZZ Top, Canned Heat, 38 Special, Molly Hatchet, y The Kentucky Headhunters, entre las más notorias. Uno las escucha, y sabe que ese sonido solo puede venir del sur profundo estadounidense.
Además de instrumentista inspirado y de haber sido en determinado momento imán del género femenino, un galán top (algo que las últimas fotografías que le tomaron no permiten siquiera imaginar), Gregg Allman fue un extraordinario compositor, de los que logran crear canciones que resisten la híper programación (escribió varios de esos temas que se escuchan todos los días en las radios) y al cambio de gustos de época.
En mayo de 1986, varias horas antes de un concierto que iba a dar al aire libre en St. Louis, fui al hotel a entrevistarlo. Allman me hizo varias preguntas sobre Sudamérica, sin conexión alguna entre ellas. Y así transcurrió la hora que teníamos para conversar.
Mi desconcierto ante el vagabundeo mental del interlocutor, sin embargo, se transformó en disfrute por el simple hecho de estar hablando con alguien de quien tenía casi toda su discografía. ¿Alcohol, algún tipo de droga, o solo peculiaridad mental del personaje? La verdad es que no me importó, ni tampoco el hecho de que no haya habido entrevista, sino apenas un diálogo entreverado y por tanto librado de toda coherencia lineal.
En determinado momento el manager dijo que el músico se tenía que ir, pues debía prepararse para el concierto. ¿Prepararse cómo? No lo supe, pero esa noche sonó magistral. Puesto que tenía un pase backstage que me había dado la organización, después del concierto lo fui a saludar y me dijo: "ah, viniste". Estaba lúcido, cabal, como si la música lo hubiera traído de vuelta al mundo.
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