El sábado de tarde me escribió un lector para decirme que el día estaba espectacular, y que después de tanto frío interminable que duró meses –el invierno uruguayo es el purgatorio o el infierno, depende si se lo vive en la calle, en el campo o entre paredes, pero el paraíso no es– se sentía completamente bien, como feliz. Por eso había pasado la tarde paseando por la rambla con su perro. La vida es tan simple como pasear bajo el sol con el mejor amigo del hombre.
Creí al instante que esa era la única razón de su correo. Pero, tal cual en la próxima frase pude darme cuenta, también quería decirme que antes, no sé cuánto, pero me parece que fue no hace mucho, al entrar a la página de El Observador lo primero que encontraba pegado al nombre del sitio informativo (junto a este a la izquierda), era el estado del tiempo de la jornada, y que ahora el proceso requería de tres pasos: hacer clic en las tres líneas junto al buscador (también arriba a la izquierda), luego ir a Servicios, hacer nuevamente clic (el avión ya hizo dos paradas antes de llegar a destino), para finalmente encontrar El tiempo, la sección buscada.
Sin embargo, puesto que el clima se ha convertido en ubico protagonista de la vida actual, son reiteradas las ocasiones que hacen innecesarios a los dos clics, pues la situación climática de la fecha o del día es tan ineludible, que transforma al reporte meteorológico en artículo informativo del tipo, “Meteorología advierte jornadas frías” (figurita repetida este pasado, esperemos que sí, invierno), “Altas temperaturas y sequía en varias partes del país”, como esperemos no se vea durante la estación estival, cada vez más cercana. No es que falten noticias para destacar. La razón es tan simple que ya todos la conocemos: las noticias provenientes del comportamiento del clima resultan hoy ineludibles, tanto en Uruguay como en el resto del mundo.
Esto es, parece que hemos dejado de conocer cómo funciona la naturaleza, si es que en algún momento lo supimos por completo, por lo que sentimos, con mayor frecuencia de la deseada, que el clima es una de las cosas más impredecibles y al mismo tiempo menos eludibles que presenta la realidad contemporánea. En cuestión de pocos meses será con seguridad así. Al mismo tiempo que el Norte de América se congelará con temperaturas ideales para pingüinos, en el Sur la gente se cocinará como si la atmósfera fuera un horno y cada persona un pollo intentando escapar del espiedo.
Quienes hasta hace poco no prestaban atención a los cambios climáticos, hoy se alarman y pasaron a formar parte de la mayoría que al despertarse cada mañana se pregunta, ¿cómo va a estar el tiempo? Considerando lo ocurrido en forma reiterada, ya casi sistemática, durante los últimos tiempos, con temperaturas muy por encima de lo normal, todo indica que los cambios resultan irreversibles y que el planeta que ahora tenemos es el mismo que deberemos padecer por las próximas décadas. En ruinas, el planeta envía mensajes aterradores, los cuales finalmente están siendo entendidos por la mayoría pensante.
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