Opinión > ANÁLISIS

Habrá cientos de listas, pero todo se resume en dos puertas

La oposición tiene el desafío de lograr acuerdo privilegiando las coincidencias; el oficialismo corre contra el tiempo y contra el viento
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07 de septiembre de 2019 a las 05:01

Aunque la elección del 27 de octubre será con centenares de listas de todos los colores, con tantos partidos con chance de ganar bancas como nunca hubo, con  tantos candidatos y tanta apertura de sublemas, todo se resume en un esquema bipolar. Casi como si fuera aquel programa televisivo de entretenimientos del “castillo de la suerte”, pero limitado a dos puertas.

La política tiene esa inercia hacia la bipolaridad, a la definición entre dos alternativas.

Durante largas décadas, el Uruguay simplificó ese esquema político electoral con un sistema bipartidista clásico, que para hacerlo más sencillo, incluso se representaba con colores, como si el votante fuera a una mesa de casino para poner su ficha en negro o en rojo. La diferencia no es menor, no se trata de un juego de azar sino de una apuesta política para elegir gobernante, pero con una decisión binaria entre colorado o blanco.

La alianza de partidos de izquierda, que separados eran irrelevantes, en el Frente Amplio nacido en 1971, comenzó a alterar ese esquema y cuando maduró y creció, hizo pensar en que era más lógico cambiar “una puerta” que agregar otra: mantener el bipartidismo pero con un partido que fuera desplazado por uno nuevo.

Eso insinuó, o más que insinuó, el entonces líder frentista Líber Seregni, cuando a la vuelta de la democracia encendió a la tribuna militante con un discurso en el que transmitía que la nueva disyuntiva sería entre un partido tradicional y la izquierda.

Puede que haya sido por un “error de cálculo”, puede que fuera por su afecto al coloradismo al que había pertenecido, pero lo cierto es que en el imaginario seregnista, el partido que salía de la foto era el nacionalista.

Lo cierto es que el sistema mutó a un nuevo esquema binario, con la coalición de izquierda en una “puerta” de un lado y todo el resto en la otra puerta, lo que se repitió en tres elecciones seguidas.

Pero 2019 no muestra al Frente con una “mitad” del electorado, sino con una expresión menor que esa, mientras que los partidos dispuestos a coaligarse en una alianza que le reemplace, sí tiene un respaldo del entorno de 50% o más. Ese arco incluye un partido nuevo, que por ser debutante y por algunas características particulares de creación y liderazgo, pueden generar duda sobre el comportamiento y compromiso con un plan común a esos partidos.

Nacionalistas y colorados tienen asumido el acuerdo para coalición de gobierno, mientras que el Partido Independiente camina hacia eso y el empresario Novick ha dicho mil veces que esa es su intención y que por eso armó un nuevo partido.

Guido Manini Ríos ha dicho eso, a la vez que no deja dudas sobre su preferencia para el nuevo período: quiere al Frente Amplio afuera de la esfera de poder.

Pero esa alianza de tres, cuatro o cinco partidos, no tiene un seguro comprado y los interesados en constituirla deberán trabajarla bien.

El candidato blanco, Lacalle Pou, se encarga de reafirmar cada vez que puede, que el único caso de posibilidad de coalición de gobierno es entre los partidos que hoy están en oposición, porque el Frente Amplio se ha quedado sin posibles socios, ni puentes claros a un acuerdo de esa naturaleza.

Para meter ruido en la interna frentista, dice incluso que si Martínez pudiera hacer un acuerdo con partido de afuera del Frente, el problema lo tendría luego adentro.

Esta semana quedó expuesta esa bipolaridad en varias instancias, en el foro organizado por el Comité Central Israelita, en el encuentro de la Expo Prado, siemre entre candidatos presidenciales, y en el de Ciencias Económicas de la Udelar, entre asesores económicos de los partidos.

En cada presentación se refleja ese esquema de Martínez y el Frente de un lado; y todos los demás del otro.

La pregunta es si “todos los demás” son un conjunto homogéneo, si son capaces de articular efectivamente un acuerdo sobre la base de un programa. Lacalle Pou ha venido zurciendo desde hace tiempo en ese sentido; los colorados también, otros como el PI lo tenían asumido, pero lo nuevo fue “Cabildo” que por su adhesión popular se convierte en actor clave.

Está claro que Manini Ríos apuesta a un cambio, pero no está claro cómo podrán gestionar un acuerdo los posibles socios, más cuando el candidato colorado expresa cada vez que puede, la distancia de pensamiento que percibe con esta nueva figura política. 

Lacalle Pou prioriza las condiciones, Talvi prioriza las diferencias. Eso podrá ser hasta el 27 de octubre, pero habrá que ver cómo se recompone a partir del otro día.

Mientras, el Frente Amplio expresa problemas internos sobre el armado de listas y acuerdos de acumulación electoral, pero nadie puede desconocer que esa coalición ha sido un ejemplo de práctica de unidad política en la acción, pese a que en su interior subyacen diferencias ideológicas fuertes.

Como en un partido de fútbol, el paso del tiempo se siente diferente para el que va ganando que para el que va perdiendo. Cada minuto es distinto para unos y otros. El que va con ventaja se siente más calmo y su preocupación está en mantener el “estado de situación”, porque si todo queda así, entonces ganará el partido.

El que va de atrás percibe una incomodidad, la de estar en desventaja y no encontrar espacio para emparejar la contienda y pasar al frente; y su inquietud está en que revertir eso lo antes posible porque si el tiempo sigue su curso, se le hará más adverso, y entonces perderá.

Para unos, el tiempo pasa lento, y quisiera apurar los plazos (es el “terminalo juez” que nace como grito de la tribuna popular, como si tuviera chance real de incidir en la decisión del árbitro para dar el pitazo final).

Para otros, el tiempo se va demasiado rápido y quisiera que eso se estirara para lograr un poco de alivio y sentir que hay chance de alterar el resultado (es el “descontá varios minutos”, que se le grita al árbitro auxiliar, encargado de levantar el cartel que indica el “tiempo adicional” para ampliar sobre el final). 

El tiempo pasa. 

La oposición enfrenta el desafío de trabajar sobre coincidencias y en armonía: no es tan sencillo como parece.

El oficialismo corre contra el tiempo y contra el viento. Eso sí que es difícil.

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