Traumáticos. Esa fue la palabra que el dueño del Bar Tabaré, Germán Guardado, empleó para describir cómo vivió los meses desde que se declaró la emergencia sanitaria. Pero del centenar de días que pasaron, hay siete que a Guardado le quedarán grabados: los primeros días de pandemia fueron de "una tristeza inolvidable". El equipo automáticamente se redujo, la facturación pasó de golpe a cero y los costos, en cambio, continuaron corriendo. Fue presenciar cómo su negocio se desmoronaba. "Se apagaba como una vela. Fueron los momentos más duros de afrontar", contó el empresario. El icónico Bar Tabaré, recordó Guardado, estaba deteriorado cuando lo compró junto a su socio hace ocho años. Por eso, la rapidez con la que se erosionó un negocio que había logrado recuperarse tras años de esfuerzo le provocaba un sentimiento de congoja. "Estás asomando la cabeza y te la vuelven a sumergir abajo del agua de golpe", relató. Continuar de puertas abiertas en ese momento era un sinsentido.
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