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Japón entre sus problemas de corto y largo plazo

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06 de marzo de 2020 a las 05:03

Japón está en vilo ante la posible suspensión de los Juegos Olímpicos previstos para el próximo mes de julio, como consecuencia de los efectos del coronavirus. De confirmarse, con una economía al borde de la recesión, el país podría precipitarse en un proceso contractivo de proporciones.

Las dificultades de estos meses fueron provocadas por la suba de la tasa del IVA del 8 al 10% en el pasado mes de octubre. Es la segunda vez en cinco años que Japón tropieza con la misma piedra. Ya en el 2014, la suba de la tasa del IVA del 5 al 8 % había  interrumpido el empuje productivo que había  inducido el flamante gobierno del Sr. Shinzo Abe. 

En esta ocasión, en el tercer trimestre del año pasado, inmediatamente antes de la suba del impuesto, el PBI había aumentado un 1,8% debido a que los consumidores adelantaron sus compras para evitar su efecto. Pero por ello, el PBI del cuarto trimestre bajó a una tasa anualizada  de un 6.3 % principalmente porque el consumo se retrajo a una tasa anual del 11 %, hasta un nivel que fue apenas superior al del mismo período del 2012. Pero también la  inversión privada bajó, en un 14 %. 

Todo ello pese a que para prevenir el efecto contractivo de la suba del impuesto, el gobierno había dispuesto una devolución de tributos para las compras en efectivo en el comercio minorista, descuentos fiscales para los gastos hipotecarios y servicios gratuitos de guardería infantil. A todo ello se agregó en diciembre un programa fiscal de emergencia con un gasto adicional equivalente a un 5 % del PBI. 

Nada de ello pudo compensar el efecto adverso de la suba del impuesto. Para peor, los tifones que asolaron el centro y este del país al fin del año acabaron por agudizar la caída productiva, junto a un invierno templado que obró en contra de ciertos consumos.

La suba de la tasa del IVA fue una medida muy discutida. Una parte de la opinión especializada consideraba que ella era necesaria dado el alto nivel del déficit fiscal y la deuda pública, así como la tendencia creciente del gasto en seguridad social. Otros, en cambio, opinaron en contra del aumento del impuesto, por su efecto adverso sobre las expectativas de la población.   

Sea como fuere, este retroceso productivo, junto con la amenaza que en las últimas semanas plantea la expansión del coronavirus, hacen temer una nueva baja de la producción en este primer trimestre del año, con una previsión del – 0.1 %, que daría forma a la tan temida recesión.

Es que ya se descuenta una baja de los ingresos del turismo, en especial proveniente de China y Corea del Sur, y también un menor nivel del comercio de bienes debido a la desaceleración de China. De aquí la expectativa respecto a lo que podrá ocurrir con los Juegos Olímpicos.

En años anteriores, el gobierno recurrió en forma reiterada al estímulo fiscal ante el menor indicio de debilidad de la economía. En el 2016, fue aprobado un programa expansivo y desde entonces hubo algunos complementos en los presupuestos anuales.

Justamente, el último de ellos acaba de ser aprobado por el Parlamento, por lo que será necesario esperar varios meses para preparar y aprobar uno nuevo. El programa fiscal que está en marcha es de U$S 121.000 millones para la reconstrucción de las zonas castigadas por los últimos desastres naturales y ampliar la infraestructura y la investigación científica.

El retroceso productivo de Japón y la expansión del coronavirus hacen temer una baja de la producción que daría forma a una temida recesión 

Esto deja toda posible acción de reactivación en manos del Banco de Japón, que ya tiene a la tasa de interés en el – 0.1 % anual, con una posición más bien cautelosa sobre una nueva rebaja, ante los efectos adversos que ella causaría al sistema bancario.

En adición a estos problemas de coyuntura, Japón enfrenta hacia el futuro un problema demográfico de consideración. Se estima que en los próximos cuarenta años la población actual de 127 millones disminuirá en una cuarta parte, con un progresivo envejecimiento.

Por tanto, habrá una presión creciente sobre las finanzas públicas por un mayor gasto en seguridad social y salud y una menor recaudación. Esta tendencia también está relacionada con la baja tasa de interés, en tanto las personas cerca del retiro aumentan sus ahorros y postergan consumos. También empieza a haber un exceso de viviendas y una baja de los precios en especial en las viviendas rurales, afectando por lo tanto a la actividad de la construcción y de la banca.

Todo esto exige algunas reformas estructurales impostergables, además de la revisión del sistema de seguridad social.

La reforma del mercado de trabajo es la más importante, para mejorar la calificación de las personas que habrán de cambiar de trabajo e incentivar una mayor participación de las mujeres y los adultos mayores. También será necesaria una mayor apertura a la inmigración de personas en edad de trabajar. Igualmente habrá que mejorar el cuidado a los niños en edad escolar a fin de abrir mayores posibilidades laborales para sus madres. También debería derogarse el derecho de las empresas a determinar el retiro obligatorio de sus trabajadores de cierta edad.

A la distancia, y vista la sobre reacción defensiva de la sociedad japonesa ante las subas de impuestos en el 2014 y 2019, parece muy difícil que el Sr. Abe pueda impulsar estas nuevas reformas en los dos años que presumiblemente tiene por delante.

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