José Antonio en Montevideo

Sobran ejemplos y pruebas en el tiempo. Pero hay veces en que por diversas circunstancias es el bando derrotado el que se lleva los laureles de una victoria más moral que palpable, más semántica que fáctica.

Algo de esto sucedió con la guerra civil española, donde resultó ganador el bando rebelde, el que se alzó en armas contra el gobierno imperante, bando que luego gobernó durante casi cuarenta años al mando de Francisco Franco.

Desde el restablecimiento de la democracia en España la academia y la intelectualidad en general se han ocupado mucho más de las investigaciones históricas e historiográficas de la Segunda República que del franquismo.

Lo mismo sucedió con el estudio de las corrientes políticas que promovieron la República y no sobre las que apuntalaron al régimen vencedor luego de la guerra sangrienta.

En paralelo, cuando se analizan los alcances de estos dos bandos políticos y filosóficos fuera de España, los ganadores de la contienda quedan en franca minoría. Uruguay no fue un caso aislado dentro de este esquema de vencidos, vencedores y atención académica.

Por este motivo el historiador Carlos Zubillaga, ex decano de la Facultad de Humanidades, docente de esa facultad y con una trayectoria dilatada en el ambiente académico nacional, acaba de publicar Una historia silenciada (editado por Cruz del Sur y Linardi & Risso), un ensayo sobre la presencia y las acciones del movimiento falangista español en Uruguay desde el inicio de la guerra civil en ese país hasta bien entrada la guerra fría.

En la nota preliminar, Zubillaga reconoce los motivos íntimos de su investigación. Nacido en Montevideo el seno de una familia de inmigrantes vascos y gallegos afines al bando republicano, el historiador confiesa su corazón y transparenta su identidad pero al mismo tiempo pretende otorgarle al estudio un carácter de historia objetiva.

La derrota le dio un componente "heroico" al bando perdedor, que produjo ignorancia sobre la otra mitad, sobre quien apunta Zubillaga.

El libro narra las historias del movimiento político creado por José Antonio Primo de Rivera, sobre los enviados políticos al Río de la Plata para provocar solidaridad con el bando rebelde y alzado, desde julio de 1936.

Franco mandó sucesivos emisarios a Montevideo y a Buenos Aires que se reunían con los adherentes locales, que a su vez tenían actividades que iban desde la recaudación de dinero, alimentos y otras donaciones, a mítines y demostraciones de fuerza públicas frente los militantes del bando enemigo.

Además de la veta política, es de destaque en Una historia silenciada la presencia de algunos intelectuales pertenecientes a la Falange o simpatizantes del bando rebelde que llegaron a Montevideo a dar charlas y conferencias, como por ejemplo el doctor Gregorio Marañón.

Como marcara con fineza en la presentación el historiador José Rilla, el libro posee un brevísimo capítulo final donde reflexiona sobre el estilo de la Falange, cargado tanto de la poética combativa de José Antonio como de su intento de alternativa al capitalismo burgués y al comunismo proletario. Zubillaga la denomina como "una retórica abrumadora".

Uno de los jóvenes uruguayos embelesados con la figura de José Antonio fue Carlos Real de Azúa, que realizó algunos discursos en la sede de la Falange española en Montevideo.

Ya tendría tiempo de arrepentirse de esas creencias de juventud, pero la vibración poética de Cara al sol había movido y conmovido su criterio y sus entrañas. Pero esa historia, según dijo Zubillaga, es tema de otro libro que se viene.