Una mayoría del ochenta y dos por ciento de los ucranianos están en desacuerdo con ceder territorio a Rusia

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Kissinger en Davos: por qué para alcanzar la paz Ucrania debe ceder el Donbass a Rusia

En medio de las tensiones diplomáticas y las turbulencias económicas causadas por la guerra, una propuesta de cesión territorial para alcanzar la paz suma nuevas polémicas
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27 de mayo de 2022 a las 05:04

El legendario exSecretario de Estado y Asesor de Seguridad Nacional de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford causó revuelo al afirmar vía link ante el foro de Davos que, para garantizar el fin de la guerra y arribar a un acuerdo de paz estable, Ucrania debería ceder a Rusia el territorio de Donbass, actualmente foco de durísimos enfrentamientos luego de haberse concretado el control total de Mariupol por las tropas rusas.

Según Henry Kissinger, las negociaciones deberían empezar en los dos próximos meses, antes de que se generen convulsiones y tensiones de difícil superación. De acuerdo con su propuesta, la línea divisoria debería ser un retorno al status quo previo, refiriéndose probablemente a la restauración de la frontera en febrero de este año, en días previos al actual conflicto.

Como era de esperar, sus dichos levantaron una ola de declaraciones en contra, comenzando por las del presidente Zelensky, que condenó la propuesta como una reedición del “apaciguamiento” de la Alemania nazi en 1938, cuando las potencias occidentales cedieron ante Hitler permitiendo la anexión de la región checoslovaca de los Sudetes.

Otros funcionarios ucranianos, académicos norteamericanos y expertos en política internacional han condenado también la propuesta de Kissinger como extemporánea e irrealizable. También, una encuesta del Instituto de Sociología de Kyiv demostraría que una mayoría del ochenta y dos por ciento de los ucranianos están en desacuerdo con ceder territorio a Rusia.

Lo que cabe preguntarse, ante lo que parece una boutade de alguien que a los noventa y ocho años no ha perdido nada de su histórico realismo y amplitud de miras estratégicas, es si la visión que informa esa propuesta es patrimonio individual de Kissinger o si se entronca con posturas divergentes con respecto al rumbo táctico y político que EEUU imprime a la guerra en curso.

La respuesta parece obvia, sobre todo cuando se echa un mirada sobre la biografía de Kissinger, que claramente lo posiciona como una las grandes personalidades de la política internacional del siglo XX, arquitecto indiscutido de la política estadounidense de distensión con la URSS y China, duro negociador de los acuerdos de desarme nuclear SALT, figura clave en la finalización de la guerra de Vietnam y los acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto, fundador del grupo Bilderberg, grupo de presión que nuclea personajes como Nelson Rockefeller y el barón de Rothschild, asesor de la gigantesca corporación Rand y docente en la Universidad de Georgetown.

Claramente no estamos ante un francotirador que a caballo de su individualismo dispara opiniones sin medir consecuencias, sino ante un cuadro político de peso con múltiples relaciones en el mundo de la política internacional que seguramente condicionan e inspiran sus posturas ante ésta y cualquier otra situación de crisis que produzcan las tensiones del enfrentamiento entre el mundo atlantista (EEUU, la OTAN y aliados) y el espacio multipolar euroasiático, africano y latinoamericano (BRICS y Latinoamérica).

Kissinger se ha manifestado múltiples veces en el pasado contra la pretensión de expandir la OTAN como forma de ahogar o provocar a Rusia. Su experiencia de negociador en la arena internacional y su visión sobre Rusia como un posible socio en la estabilidad internacional, sobre todo después de la caída del muro y la implosión de la URSS lo ubican en este caso en el bando de quienes privilegian las negociaciones y los acuerdos por sobre la política de las soluciones militares.

Pero una mirada sobre las relaciones de EEUU y la OTAN con la Rusia post soviética demuestra que la visión sobre la conveniencia de expandir la Alianza Atlántica hacia el Oriente europeo después de caído el sistema comunista no sólo sería innecesaria sino un error que seguramente podría tener consecuencias imprevisibles en el plano de la diplomacia y la estrategia. Muchos analistas, políticos y estudiosos de las relaciones internacionales han advertido ya desde los años noventa que acosar, hostigar y humillar a Rusia podría tener consecuencias indeseables y peligrosas para la paz y la estabilidad europea.

Sin ir más lejos, William Burns, actual jefe de la CIA en el gobierno de Joe Biden, viene advirtiendo desde 1995 sobre el efecto provocador de la expansión de la OTAN a partir de la incorporación de Polonia, Hungría y la República Checa.

En junio de 1997 un grupo de 40 ex funcionarios expertos en Política Internacional, embajadores y expertos gubernamentales en una carta dirigida al presidente Bill Clinton expresaban que la incorporación de los países de Europa Oriental constituía un “error político de dimensiones históricas”. A esta carta se agregó otra, firmada por los senadores demócratas Tom Harkin y Paul Wellstone solicitando respuesta a dos páginas de preguntas concernientes al proceso de expansión de la Alianza Atlántica.

En 1998, George Kennan, ex embajador en Moscú y Belgrado y considerado uno de los mayores expertos mundiales en el sistema soviético, afirmó que la expansión de la OTAN era un error trágico y un apartamiento drástico del camino más adecuado para evitar una nueva Guerra Fría.

Ya en los días posteriores al Euromaidan, la asonada promovida por los EEUU que desplazó al presidente pro ruso Poroshensko, Bill Perry, Secretario de Defensa de Bill Clinton, había alertado sobre la expansión atlántica como un desvío del camino correcto para una inclusión pacífica de los países del Este europeo.

El comentado editorial de Thomas Friedman en el New York Times, que tituló “Esta es la guerra de Putin pero EEUU y la OTAN no son inocentes”, tuvo el mismo sentido y puede sumarse sin desmedro alguno a las palabras del presidente francés Emanuelle Macron sobre la inconveniencia de “humillar” a Rusia si se deja de lado una solución que contemple verdaderamente los intereses de ambas partes.

La multiplicidad y diversidad de voces que tanto en el pasado como en la actualidad vienen expresándose en un sentido contrario al main stream mediático occidental con respecto al conflicto en Ucrania demostraría que la postura expresada por Henry Kissinger en Davos, lejos de ser una opinión aislada sin conexión con la realidad, se entronca con puntos de vista que los actores y analistas más lúcidos de la escena internacional mantienen con respecto a un conflicto cuyas consecuencias pueden ser impredecibles de no hallarse una solución negociada que no sólo ponga fin a las hostilidades sino que contemple las demandas de seguridad y soberanía de las partes implicadas.

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