Opinión > TRIBUNA

La Argentina bizarra

Lo único que podría salvar al país hermano es que, por una carambola del destino y a pesar de los propios votantes, la moderación se termine imponiendo a los extremos, la improvisación y el caos
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12 de mayo de 2023 a las 05:03

Siempre es doloroso ver a la Argentina caer un poco más abajo. Ahora al fracaso del gobierno de Alberto Fernández, se ha sumado la oscura perspectiva de que el próximo gobierno podría ser –si eso es posible– aun peor.

El candidato que mejor mide en las encuestas sigue siendo el libertario Javier Milei, un explosivo economista que aborrece visceralmente del keynesianismo y se define a sí mismo como ANCAP, que no es una estación de servicio ni la petrolera estatal, sino una corriente de pensamiento: Anarco Capitalista. Una utopía de las más disparatadas que se puedan concebir, un populismo con ínfulas de teórico-intelectual; yo lo he llamado acá el populismo libertario. En Argentina, como en Uruguay, a veces se mezclan los tantos y se le suele llamar a esto “liberalismo”. Pero con el liberalismo lo único que estos libertarios tienen en común es que creen en el libre mercado, del resto nada; si uno los apura un poco ni demócratas son. “Soy republicano pero no demócrata”, te dicen. ¿Qué clase de disparate es ese? ¿La dictadura de Julio César en la República romana tardía?

Milei propone dolarizar la economía en un país donde no hay dólares y eliminar el estado donde 40% de la población vive por debajo de la línea de pobreza. Cualquiera que lo escuche hablar, entre eso y su temperamento irascible –que parece que en cualquier momento le va a saltar la térmica–, pensaría simplemente que está loco. Pero en Argentina es tal la crisis, es tal la incompetencia de la clase política, es tal el hartazgo social que se lo considera presidenciable. Y resulta penoso y descorazonador escuchar a gente lúcida en un país como Argentina discutiendo las “ventajas y desventajas de dolarizar” la economía.

En el gobierno, el fracaso ha sido tan rotundo que ni un milagro podría hacer que el kirchnerismo revalidara mandato en octubre. En una situación de profundo deterioro económico y social, precarización laboral, inflación galopante y sequía absoluta de dólares, el voto castigo se antoja como una fija cantada. En política, como se sabe, los fracasos son además huérfanos, y hasta ahora nadie se ha mostrado demasiado ansioso por probarse el traje de plomo de candidato del oficialismo. Pero sea quien sea –porque uno va a ser– no tiene chance; es muy probable incluso que salga tercero en primera vuelta.

Y Juntos por el Cambio para la enorme cantidad de votos desencantados del kirchnerismo que había cosechado, tiene ahora una clara puerta de salida que es Milei, algunos –los más jóvenes– pasan incluso directo a mileísmo sin escalas. Lo que ha redundado en una sangría permanente para la coalición que aún lidera las preferencias en tanto tal.

Así, los dos candidatos más fuertes de la coalición de oposición, el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y Patricia Bullrich, se disputan las preferencias con Milei en una carrera de tres. Aunque el libertario le resta votos a la ex ministra de Seguridad de Mauricio Macri, hoy empatada en las encuestas con el alcalde porteño. Pero como escribí hace ya unos meses en una columna (Sin lugar para los débiles), no es el tiempo de los “tibios”. Y entre los más extremistas, Bullrich y Milei, se disputan más de dos tercios de ese segmento; con lo cual la interna de JxC está ahora mismo empatada. Y solo crece Milei.

Este además cuenta no solo con el envión propio del outsider, que, como también explicaba en aquella columna, ahora están de moda en todas partes, sino también con el voto joven, por su condición de candidato “rock star”. Esto último más por dar el physique du role y por su carácter iracundo que porque sea un rockero propiamente dicho. Pero a los jóvenes les encantan sus modales destemplados, sus salidas de zarpado en medio de una entrevista, sus alaridos e insultos a los “keynesianos” (según él, todos son Keynesianos), lo que recuerda un poco al odio loco y visceral que expresaban los fanáticos de los Redonditos de Ricota por la banda Soda Estéreo. Esta era blanda, comercial, mainstream, como los keynesianos son a la economía política según los libertarios.

Ahora el efecto arrastre de Milei no se limita exclusivamente a las clases medias altas y altas; ahora donde más crece su figura es en las capas medias, media baja y baja, el laburante como se dice habitualmente, sea este empleado o comerciante. El hartazgo de los argentinos es directamente proporcional al crecimiento de Milei; cada nuevo desatino del gobierno, cada nuevo escándalo, cada nueva demostración de insensibilidad y sordera, son más votos para el popular ‘Peluca’. Y por si algo faltaba, entre estos sectores deprimidos por la propia depreciación de la moneda, la idea de dolarizar constituye un atractivo difícil de superar, sobre todo ante un menú electoral bastante carente de ideas, personalidades y sustancia.

Lo mejor que podría pasar es que, por una carambola del destino, Larreta gane las primarias de JxC, pase a segunda vuelta y luego se imponga en ballottage. Sería el triunfo de una moderación de contrabando, una moderación a todas luces no deseada; pero a la vez, la moderación que hoy tanto necesita la Argentina. Sería un triunfo aun más importante que el del Mundial de Catar. Lo único que hoy por hoy podría salvar al país del caos y el delirio: el sereno coraje de la moderación, in medio virtus, la virtud más admirada entre los políticos romanos, el “justo medio” de Aristóteles. Eso es lo que va a salvar a la Argentina; no los cantos de sirena y berridos en llamaradas que pueda lanzar el frontman de la banda de los libertarios del rock ‘n roll.

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