Junto a Brasil, Uruguay fue el equipo que más lejos llegó en Rusia 2018. Ambos llegaron hasta cuartos de final.
Eduardo Espina

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La autocrítica tras la eliminación de Uruguay en Rusia 2018

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09 de julio de 2018 a las 04:45
Desde la muerte de Juana de Ibarbourou el 15 de julio de 1979, no veía a Montevideo con ánimo tan luctuoso como el viernes pasado tras la derrota ante Francia. Hubo inflación de ilusiones y la caída, sin paracaídas, fue dura. El duelo durará tiempo. Los jugadores dejaron el alma en la cancha, pero partidos por cuartos de final de una copa mundial no se ganan con el alma sino jugando bien, y Uruguay hizo todo, menos eso. La realidad obliga a darse baños de agua fría, despertar, y empezar de nuevo.

Lo insólito de ese panorama, para agravar más la situación casi desoladora a raíz del resultado, es que Francia ganó con dos errores de la defensa uruguaya, pues, la estadística del partido lo dice, no yo, que Muslera casi no tuvo actividad. El acoso ofensivo galo no fue permanente ni efectivo, tal como algunos habían previsto. Uruguay hizo todo para no perder, pero no hizo nada para ganar, y así, no se puede ganar. Además, para mayor sorpresa, hubo errores técnicos imperdonables para un partido de esta índole. ¿Cómo un futbolista como Martín Cáceres, con vasta experiencia en ligas europeas, puede tirar cuatro, cinco, centros a ninguna parte, carentes de dirección, en el momento del partido que más exigía concentración y refinación de movimientos y decisiones con el balón en los pies? La carencia técnica de muchos futbolistas uruguayos fue notoria. Duele quedar fuera cuando el viento de la ilusión y de las posibilidades parecía soplar en nuestra dirección, pues hay dos estrellas de las que aparecen cada muerte de obispo, Godín y Cavani, que seguramente no estarán en su plenitud física para el próximo mundial, por lo tanto, una oportunidad como la de Rusia no volverá a aparecer a corto plazo.

Tampoco hay que caer en el pozo de desánimo. Este libro terminó y hay que empezar otro. La vida no conoce otra forma de vivir. Hay futbolistas jóvenes con un futuro espléndido, Bentancur, Nández, Torreira, Laxalt, Giménez, a los cuales el Ave Fénix deberá tener en cuenta si quiere renacer de entre las cenizas. Estamos mejor que otros, pero a partir de ahora habrá que estar mejor que nosotros mismos si queremos seguir soñando con obtener algún algún día un tercer mundial. Por lo visto en Rusia, no es tan imposible como parecía.

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