Desde el pasado 6 de abril, Uruguay ya no vive bajo la emergencia sanitaria y dejó de ser necesario incluso usar tapabocas en los ómnibus, aunque alguna mirada de reojo a quienes prefieren “liberar” su cara de la tela con elásticos aparece. Los reparos o la cautela de la gente son lógicos: estuvimos dos años bombardeados por una situación sanitaria que por momentos se hizo cuesta arriba. La resaca quedará y no se limitará al transporte. Y así como todos los ámbitos de la vida estuvieron salpicados por el covid, el diseño, específicamente el diseño de interiores y de mobiliario, también. Durante la primera época de la pandemia el hogar se convirtió en un bastión de la estabilidad emocional y psicológica, y se volvió una prioridad invertir en sus mejoras. El teletrabajo y los días de encierro conspiraron y el sector vivió una primavera expansiva, quizá como nunca antes había sucedido. Hoy ese tiempo de bonanza terminó, pero hay coletazos, cosas que quedan, como la resaca de comportamientos y tendencias que, igual que las dudas a la hora de sacarse el tapabocas, se prolongan más allá de la aparente vuelta a la normalidad.
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