Opinión > Daniel Iglesias Grèzes

La crisis del principio copernicano

Nuevos descubrimientos científicos demuestran que la Tierra es un planeta muy excepcional
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15 de mayo de 2023 a las 05:02

Desde la corriente principal (materialista o naturalista) del ámbito científico se nos ha repetido hasta la saciedad que la Tierra es un planeta normal, que gira alrededor de una estrella corriente en una galaxia ordinaria, una más de los cientos de miles de millones de galaxias que existen. Esta visión, que afirma la insignificancia de nuestra posición e importancia en el cosmos, es denominada “el principio copernicano”. Dicho sea de paso, el nombre dado a este principio está mal fundado históricamente, ya que Copérnico no sostuvo el principio copernicano así entendido, como un principio de mediocridad.

El principio copernicano es confundido a menudo con el principio cosmológico. Este último establece que, a gran escala, el universo es homogéneo e isotrópico, es decir que sus propiedades son las mismas en todos los puntos y en todas las direcciones. El principio cosmológico no es un dato empírico, dado que no conocemos todo el universo, sino una hipótesis razonable y útil, que simplifica mucho los cálculos matemáticos asociados a los distintos modelos cosmológicos. Empero, no deja de ser una hipótesis, y probablemente lo siga siendo por siempre. No estamos en condiciones de ver el universo desde un punto de vista muy diferente del nuestro.

Muchos no creyentes emplean el principio copernicano con fines anti-teológicos. Algunos lo consideran como un postulado (arbitrario, en realidad) según el cual el universo no fue hecho con los seres humanos en mente. Otros lo usan como una premisa en un razonamiento mal construido: dado que no habría nada especial acerca de nuestro planeta, tampoco el ser humano tendría un valor especial. Según éstos, el hecho de que la Tierra no esté en el centro geométrico del universo implicaría que el hombre no es la cumbre metafísica y moral del universo material. Empero, asignar una importancia metafísica fundamental al centro del universo es un error, y es uno en el que los cristianos de la Antigüedad y la Edad Media no cayeron.

El principio copernicano predice que la vida extraterrestre debe ser relativamente común en el universo, porque las condiciones que originaron la aparición de la vida y la inteligencia en nuestro planeta deberían darse también en muchos otros planetas. Quienes piensan así asumen dos premisas más que dudosas, por decirlo suavemente: que la vida surgió espontáneamente a partir de la materia inerte y que la vida inteligente surgió espontáneamente a partir de animales irracionales, por la sola fuerza de la evolución.

Las esperanzas de encontrar vida extraterrestre se han debilitado mucho en los últimos 50 años, después de tantas misiones espaciales que han explorado el Sistema Solar y de los reiterados fracasos del programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre. Algunos especulan sobre posibles formas de vida radicalmente diferentes a las terrestres, pero la evidencia científica apunta a que es muy improbable que haya formas de vida que no estén basadas en las excepcionales características del carbono y del agua.

Hoy el principio copernicano está muy amenazado por avances recientes de la ciencia que demuestran que la Tierra, pese a no estar en el centro del universo, es un lugar excepcional en muchos sentidos comprobables. Cada vez está más claro, desde un punto de vista estrictamente científico, que la habitabilidad de la Tierra es una propiedad muy rara o infrecuente en el universo. Hay muchas evidencias científicas que contradicen el principio de mediocridad, probando que la Tierra no es un planeta ordinario, que el Sol no es una estrella ordinaria, que el Sistema Solar no es un sistema planetario ordinario y no está en un lugar ordinario de la Vía Láctea, y que ésta no es una galaxia ordinaria.

Por ejemplo, las siguientes propiedades excepcionales de la Tierra contribuyen a su habitabilidad: su órbita es casi circular; está en una zona del Sistema Solar que permite una alta concentración de oxígeno y una baja concentración de dióxido de carbono en su atmósfera; tiene una Luna grande y un período de rotación planetaria correcto, que contribuyen a evitar variaciones caóticas en su oblicuidad; está dentro del rango correcto de masa planetaria; tiene una concentración adecuada de azufre en su núcleo y una cantidad correcta de agua en su corteza; su tectónica de placas evita que toda la superficie terrestre sea un solo gran océano y ayuda a mantener temperaturas adecuadas en esa superficie. Además, la Tierra tiene también muchas características que hacen de ella una magnífica plataforma para la investigación científica del universo.

Cientos de descubrimientos recientes muestran que el asombroso fenómeno de la sintonía fina del universo no se da sólo en el nivel global1 sino también en el nivel local: muchísimas propiedades contingentes de nuestra galaxia, de nuestro sistema solar, de nuestra estrella y de nuestro planeta contribuyen a hacer de la Tierra un lugar especialmente adecuado para la vida inteligente y, además, un muy buen punto de partida para investigar el universo en su conjunto2.

A tal punto esto es así que a los partidarios del principio copernicano no les queda hoy otro recurso que refugiarse en la fantasiosa hipótesis del multiverso: nuestro universo no sería más que un elemento insignificante dentro de un conjunto de muchos o infinitos universos. Pero esta hipótesis no es científica, por ser inverificable.

  1. La sintonía fina de las constantes y fuerzas fundamentales que determinan la estructura del universo, de un modo sumamente improbable a priori, hace posible que éste sea capaz de albergar vida.
  2. El excelente libro de Guillermo González y Jay W. Richards El planeta privilegiado: Cómo nuestro lugar en el cosmos está diseñado para el descubrimiento (Palabra, Madrid, 2006) aporta mucha información al respecto.

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