Natalia Oreiro, su hijo y Ricardo Mollo

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La emotiva historia detrás de la tradición de fin de año de Natalia Oreiro y su familia

La actriz y conductora uruguaya reveló hace algunos años el origen de una de sus tradiciones familiares más arraigadas
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26 de diciembre de 2022 a las 15:27

En casa de Natalia Oreiro, su esposo Ricardo Mollo y su hijo Merlín Atahualpa hay tradiciones que no se rompen y que se mantienen año a año. Hay una, en especial, que se vincula con la Navidad y que tiene una historia de origen particular, historia que en los últimos días la actriz, conductora y cantante uruguaya reveló hace algunos años.

La tradición, en los hechos, implica que el árbol de Navidad de la familia Oreiro-Mollo debe ser artesanal, creado desde cero por los tres miembros de la casa y repetido cada diciembre.

El adorno, además, cambia de forma todos los años: mientras que algunas veces puede estar hecho de cartón y tener adornos de origami, en 2022, por ejemplo, decidieron pintarlo en una ventana de vidrio. Eso ya había pasado también en las navidades de 2021.

Según publicó TV Show, la tradición se remonta a la infancia de Oreiro, específicamente a una situación que le tocó vivir en el Cerro de Montevideo cuando era una niña y vivía en ese barrio de la capital.

"Acabábamos de llegar de España, vivíamos en la casa de mi abuela sobre la calle Ecuador y no teníamos para un arbolito de Navidad; era 24 y yo tenía 8 años. Entonces me fui al galpón en el que solía jugar mucho sola, ese galponcito de puerta verde que se en el documental Nasha Natasha, agarré un paraguas viejo de mi abuelo, lo planté en una maceta y lo empecé a cortar como si fueran flecos, para hacer un pino", relató la uruguaya en una entrevista con ese medio hace dos años.

"En ese momento pasa una vecina, tendría 12 años, y me preguntó qué estaba haciendo y yo le dije: 'un arbolito de Navidad'. Entonces ella me dijo algo que no entendí, pero le intuí la energía: 'Aunque el mono se vista de seda, mono se queda'. Y yo que no entendía, sí me di cuenta que lo que me estaba diciendo era que eso no era un arbolito. Entonces yo seguí adelante y cuando terminé de cortar me fui casa por casa en el barrio, a pedir si no me regalaban un chirimbolo de su arbolito, para armar mi arbolito. Y obviamente todos los vecinos me regalaron", agregó.

"El 24 a la noche puse el arbolito en la esquina del comedor de la casa de mi abuela, y no había nadie que no viera allí un arbolito. Eso (que hizo la vecina) fue discriminación; ese es el prejuicio de la gente, de subestimar al otro por sus capacidades, por su condición o su género", concluyó Oreiro.

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