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La era del terrorismo

"El día en que el mundo cambió" cambió también el debate sobre seguridad y libertad, y nació el espionaje masivo
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15 de agosto de 2016 a las 05:00
El absurdo episodio de un vuelo de Alas Uruguay en que un pasajero confundió a un judío ortodoxo con un terrorista, e hizo activar el protocolo por amenaza de bomba en el Aeropuerto de Carrasco, es apenas un reflejo de los tiempos que corren y de cómo ha cambiado la realidad de las sociedades abiertas.

El primer número de la revista The Economist después de los atentados del 11-S titulaba "El día en que el mundo cambió". No son muchas las veces que un titular resulta tan inexorablemente profético.
Por esos días, mientras caminaba entre el horror y la muerte sobre los escombros de Tribeca y Ground Zero cubriendo la masacre, no podía imaginar las enormes repercusiones que aquello tendría en la vida cotidiana. Era la perplejidad del espanto; pero nunca imaginé que íbamos a terminar prácticamente haciendo strip-tease antes de abordar un vuelo en un aeropuerto, teniendo que llegar tres horas antes, no pudiendo transportar una botellita de jugo o un inofensivo alicate de uñas y viendo el crecimiento exponencial de los protocolos de seguridad y, peor aun, del espionaje ciudadano por parte de los gobiernos nacionales.

Todo lleva ahora mucho más tiempo, controles y molestias. Si en algo ha triunfado el terrorismo ha sido en hacerle la vida bastante engorrosa a los ciudadanos de las sociedades libres. Y en los países centrales, con cada nuevo atentado se extreman aun más las medidas de seguridad.

Pero acaso lo más sustantivo del asunto es que ha renovado el viejo debate de libertad versus seguridad en el estado de derecho, que se remonta al Iluminismo con los postulados de Hobbes y Montesquieu. Hasta dónde estamos hoy dispuestos a sacrificar derechos asociados al valor de la libertad en el altar de la seguridad.

Poco después de los atentados del 11-S, George W. Bush firmó la ley conocida como Patriot Act, que cercenaba una gran cantidad de libertades y garantías constitucionales, tanto de ciudadanos estadounidenses como extranjeros. Antes había sido aprobada en el Congreso por abrumadora mayoría. Y por aquellos años en Estados Unidos el tema de la tortura se empezó a discutir abiertamente en los sets de televisión, como si no existiera una declaración universal de derechos humanos o un protocolo de Roma.

En 2011 Barack Obama ratificó y amplió peligrosamente el Patriot Act. Y en el Reino Unido, en Francia y otros países europeos se han promulgado leyes de inteligencia similares. Pero lo más grave de aquella ampliación de Obama fueron las potestades que otorgó a los servicios de inteligencia de Estados Unidos para el espionaje masivo. La Agencia Nacional de Seguridad (NSA) puede desde entonces vigilar a cualquier ciudadano norteamericano o extranjero y almacenar una cantidad insospechada de metadata sobre estos, empresas, gobiernos extranjeros y virtualmente lo que se le antoje que entienda pueda comportar interés para una "investigación de seguridad nacional". Según ha trascendido en los últimos años, cualquiera puede tener su teléfono pinchado, sus cuentas de internet espiadas y sus pasos vigilados desde la central de Utah, desde Angela Merkel hasta Dilma Rousseff, pasando por el último y más inofensivo Juan Pueblo.

La verdadera dimensión del aparato de vigilancia de la NSA se conoció en 2013, tras las revelaciones del agente desertor Edward Snowden. Se estima que si los datos de todo el mundo almacenados en las máquinas de la NSA se pusieran sobre el papel se podría cubrir todo el territorio de Estados Unidos con hojas que alcanzarían una altura de un rascacielos de 50 pisos.

Si ese dato resulta espeluznante, más aún lo es que este tipo de programas de espionaje también se comercializan; y son exportados a gobiernos de otros países para sus propios usos de inteligencia.
Los softwares de vigilancia masiva como El Guardián se venden a gobiernos de varios países, sean estos objetivo metódico de los terroristas o no. Es el triunfo de la seguridad sobre las libertades. Es la era del terrorismo.

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