Hace más de 50 años la popularización de la televisión obligó a los medios escritos a cambiar la manera en que informaban. Hasta ese momento era suficiente con mirar una foto carné ilustrando una nota de un diario para que el lector se sintiera informado.
La televisión se comenzó a meter en nuestras casas en forma gratuita, el mismo día que sucedían los hechos llevando a los personajes públicos en imágenes, apropiándose del lugar que ocupaban en los diarios las fotos obvias.
Los fotógrafos de prensa nos vimos obligados a cambiar en el mejor de los sentidos. Ya no alcanzaba con mostrar, ahora nuestras fotos tenían que ser tan buenas que, junto a la noticia escrita con un nuevo estilo, fueran capaces de convencer a los lectores de que muchas horas después que la televisión le había dado en forma gratuita las mismas noticias, sin moverse de sus casas, pagaran por la misma información.
Ya no alcanzaba con la foto carné ni con cuatro cabezas parlantes detrás de un micrófono. La búsqueda de un nuevo estilo de imágenes se orientó hacia fotos que anecdotizaran la noticia y sus personajes sin ridiculizarlos. La foto irrepetible. Y eso acercó nuestras fotos a lo editorial. Comenzamos a tener que ser más cuidadosos con qué fotos publicábamos y en los medios apareció la figura del Editor Gráfico, que estaba obligado no solo a elegir las mejores imágenes posibles de una nota con criterio moderno sino además a estar informado, a leer la noticia que debía ser ilustrada.
En esa dinámica se fue gestando un código de estilo, que se refiere a ese cuidado de cómo y dónde serán usadas las fotos de los reporteros gráficos. Porque estas fotos ahora pueden llegar a editorializar una noticia. De todos modos los editores sabemos que hay fotos que no deberían ser usadas. Son aquellas que ridiculizan de una u otra manera a los personajes. Un buen ejemplo es la foto que ilustra este post, es la tapa de uno de los grandes diarios argentinos enfrentado como su competidor al gobierno de Cristina Fernández. El vice-presidente Amado Boudou aparece fotografiado en el momento en que pestañó. Es un accidente que a veces nos sucede a los fotógrafos de prensa, imagen que habitualmente descartamos. Porque todos pestañamos y esa foto no habla del carácter o de los miedos de ese personaje público. Solo trata de ridiculizarlo.
Y eso es algo que no debemos hacer.
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