Opinión > EDITORIAL

La fuerza de los hechos

La neutralidad de Uruguay ante la situación de Venezuela viola las costumbres democráticas del país
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06 de febrero de 2019 a las 05:00

El aislamiento y la debilidad de la posición del gobierno uruguayo con relación a la situación que vive Venezuela, donde pende de un hilo la suerte de su lamentable dictador Nicolás Maduro, llevó a que la fuerza de los hechos obligase a modificar su inconcebible neutralidad.
El mero hecho de aceptar una reunión con importantes países miembros de la Unión Europea en Montevideo implica que el gobierno modificó de hecho su neutralidad declarada. El gobierno de Uruguay acepta sentarse con países que han reconocido a Juan Guaidó como presidente interino y acepta exigir elecciones libres, transparentes y creíbles. Además, pide la liberación total de presos políticos y la constitución de un consejo electoral neutral que garantice la celebración de elecciones en donde no se cometan fraudes. 

La neutralidad esgrimida en un primer momento no se pudo sostener a la luz de los acontecimientos. Son demasiado firmes y coherentes las posiciones de países con credenciales democráticas que no dudaron en condenar al régimen y reconocer a Guaidó: los casos de Canadá y Francia podrían ser los más sobresalientes. ¿O alguien en su sano juicio se anima a dudar un segundo de las credenciales republicanas y democráticas de Justine Trudeau o Emmanuel Macron?

Si Uruguay hubiese tenido en Suárez y Reyes a un presidente afín a las tradiciones democráticas que nos enorgullecen como nación, los que dieron una lección votando por el No en 1980 o llenando el Río de Libertad en el Obelisco, seguro el gobierno hubiese estado desde el minuto uno de esta cruel historia del lado correcto. 

Sería de esperar que la reunión de Montevideo cumpla sus objetivos y que en 90 días Venezuela se encuentre en un camino firme hacia la libertad y la democracia. Ojalá no sirva de balón de oxígeno para que el sátrapa caribeño que viaja al futuro y habla con pajaritos se perpetúe en el poder. Maduro no es solo parte del problema. Es “el” problema que impide avanzar en el sentido en que las democracias más fuertes del continente y del mundo quieren ir. 

Tanto él como su séquito de militares corruptos atornillados a los míseros bulones del poder ya tienen reservado un lugar triste en los libros. Pero ahora es el presente de millones de venezolanos que padecen hambre y sed de democracia lo único que importa.
La reunión de Montevideo debe ir en línea con la posición del Grupo de Lima. No se puede titubear ante ideologías y estilos de poder que atentan contra las libertades individuales y el sentido común. 

A la luz de los hechos resulta tan importante lograr un camino para las elecciones y la salida de Maduro como impedir que Estados Unidos procese una invasión militar. De cumplirse estos aspectos y de lograr allanar el camino para que los venezolanos procesen bien y con el menor número de heridos la transición hacia la democracia es que la inconcebible posición neutral del gobierno uruguayo podría tener algún tipo de sentido. 

De no ser así, de perpetuarse Maduro en el poder y de no impedir el atropello militar contra la población civil, la tradición uruguaya quedará con una mancha difícil de quitar y el Frente Amplio cargará con una piedra muy pesada por el resto de sus días.
Ser neutral era una posición pusilánime que vulneraba las tradiciones democráticas uruguayas. 

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