Armando Sartorotti

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Punto de vista > Fotografía

La imagen de un presidente

Los presidentes uruguayos tratan de mantener lejos a los fotógrafos de prensa de sus actividades perdiendo de ese modo una herramienta que permita reconstruir la historia cotidiana de los mandatarios
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01 de noviembre de 2012 a las 00:00

Foto: Magela Ferrero/El Observador

Los presidentes uruguayos no son muy afectos a ser fotografiados. El último mandatario al que realmente los reporteros gráficos nos pudimos acercar tanto en el edificio Libertad, como en la residencia presidencial de Suárez fue Julio María Sanguinetti en su segundo período. Luego, de una forma u otra fueron ganando distancia entre ellos y la cámara hasta el extremo actual en que a los reporteros gráficos se nos prohíbe entrar al despacho del primer mandatario cuando éste recibe visitas. Las únicas fotos que podemos obtener son las oficiales.

Pero los presidentes norteamericanos parece que, en los últimos 50 años han aprendido a aceptar las cosas con una óptica diferente. Ellos permiten que el jefe de fotógrafos de la Casa Blanca los fotografíe aún en los momentos más personales. El resultado son fotografías que humanizan a los personajes sin importar si son demócratas o republicanos. Las fotos de John F. Kennedy de Cecil Stoughton o las de Yoichi R. Okamoto de Lindon Johnson, el que es considerado el mejor, el que obtuvo los mejores resultados son exelentes.

También es destacable lo que pudo hacer Eric Draper con George W. Bush o Robert McNeely con Bill Clinton, y David Hume Kennerly con Gerald Ford.

De todos modos creo que el mejor ejemplo de cómo se humaniza un personaje público son las fotos de Pete Souza, actual jefe de fotógrafos de la Casa Blanca. El grado de intimidad y al mismo tiempo de respeto por la imagen del hombre más poderoso del mundo es impresionante. Dice Souza "el trabajo del fotógrafo de Presidencia se basa en acceso y confianza, si tú tienes ambas estás en camino de hacer fotos históricas".

Ganó la confianza del actual presidente siguiendo su campaña hacia la Casa Blanca, siendo Souza fotógrafo del Chicago Tribune.

En esos escenarios el presidente Obama se muestra distendido en el despacho Oval mientras habla con Benjamín Netanyahu o almorzando en un restaurante de comida rápida, o divertido mientras se le muestra un video.

En todas ellas Souza conjuga el sentido de oportunidad de un reportero gráfico con un manejo exquisito de la luz y la composición.

Ya no se trata solo de obtener un registro. En la era digital eso lo puede hacer un secretario sin ninguna formación estética. Se trata de entender que el documento gráfico que debe quedar de nuestros gobernantes no solo debe abarcar su actividad social. Porque esas fotos siguen el mismo camino de los "sociales" de la prensa. Caducan al otro día de haber sido publicadas. Para que una foto se sostenga en el tiempo debe cumplir el mismo requisito de una obra de arte, tener valores estéticos que le permitan hacer el viaje que los convierta en íconos.

Los presidentes deberían permitir que se cuente su vida cotidiana, su vínculo con el resto del personal de Presidencia, marcando de común acuerdo los límites necesarios.

Por ahora los reporteros gráficos seguimos mirando la Torre Ejecutiva desde un banco de la Plaza Independencia , mientras hojeamos el libro que publicó recientemente Pete Souza "The rise of Barak Obama" .

Y suspiramos.

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