Opinión > EDITORIAL

La inversión de UPM y los problemas del país

De confirmarse la inversión por parte de la compañía finlandesa, tendrá un impacto económico de envergadura
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20 de mayo de 2019 a las 05:01

El presidente Tabaré Vázquez da como un hecho que la empresa UPM instalará la megaplanta industrial para la fabricación de celulosa, sobre el río Negro, a la altura del departamento de Durazno, una inversión extranjera de más de US$ 2.000 millones, la más importante en la historia de Uruguay, que, de confirmarse por parte de la compañía finlandesa, tendrá un impacto económico de envergadura. El riesgo es que el sistema político, envalentonado por los recursos que engrosarán las arcas del Estado, deje a un lado las reformas estructurales que necesitamos encarar cuanto antes.

El emprendimiento industrial supondrá la creación de puestos de trabajo directos e indirectos, aumento del volumen de exportaciones y una mayor fortaleza en la infraestructura física. Esto último, a su vez, debería tener un impacto en una mejora de la competitividad y más desarrollo económico en el largo plazo. Una inversión millonaria con repercusiones en las debilitadas arcas del Estado, teniendo en cuenta incluso los beneficios fiscales que concedió el gobierno a la compañía finlandesa. Un importante desafío, sin duda, será el de los controles medioambientales y una gestión adecuada de los procesos industriales. 

La apuesta de UPM en Uruguay es una consecuencia de la necesidad empresarial de contar con más pulpa de madera para la fabricación de papel, papeles especiales, papeles gráficos, cartulina y embalaje, especialmente para atender en algunos de esos rubros la demanda creciente que se proyecta en China. La explotación de pulpa de madera es una entre una docena de negocios de esta gigantesca compañía.
Es un proyecto sin duda de “clase mundial”, de largo aliento que, si la firma finlandesa confirma, significará que el país le está ofreciendo un entorno estable y predecible, incluso en áreas en las que había dudas razonables como la de las relaciones laborales. Todos sabemos la incertidumbre empresarial que generan leyes como la que entiende que la ocupación de una fábrica es una extensión del derecho de huelga.

El oxígeno económico y financiero que representaría esta segunda inversión de UPM –se estiman 8.000 puestos de empleos directos e indirectos, nuevas carreteras y red ferroviaria, la utilización del ferrocarril para el transporte de carga a gran escala, y unos US$ 1.000 millones en exportaciones– puede generar un exitismo tal que relegue las reformas estructurales largamente pendientes por una política muy cortoplacista, más pendiente de los votos que de las transformaciones que necesita el país. 

Los ingresos que recibiría el país por la millonaria inversión pueden hacer desviar la atención sobre las reformas para atacar las debilidades competitivas derivadas de un elevado gasto público, que es necesario reducir con un severo ajuste por el lado de los egresos. O hacernos olvidar de la postergada reforma de la educación, particularmente de la enseñanza secundaria, que contribuya a una mejora de la competitividad. Los recursos finlandeses no resolverán estos problemas. 


Si queremos dar un salto cualitativo y poder empezar a caminar por una avenida que podría llevarnos al desarrollo, Uruguay debería lograr que el proyecto de UPM vaya de la mano de las imprescindibles reformas estructurales. 

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