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3 de septiembre 2022 - 5:04hs

La inusitada seguidilla de muertes violentas en Montevideo durante agosto pasado, por ajustes de cuentas entre bandas delincuenciales, según las autoridades, y, probablemente también el aumento de las incautaciones de drogas, son las señales más crudas de que Uruguay empezó a ser víctima de una red globalizada de narcotráfico que pone en entredicho políticas públicas de estupefacientes y de seguridad.

Nos parece que el problema debe abordarse en su conjunto: resolver las rencillas entre grupos domésticos, por supuesto, pero en el marco de un plan que incluya la inquietante realidad de que una actividad delictiva, que carcome a cualquier sociedad, se está desenvolviendo en el entorno internacional.

Deberíamos dar una discusión sobre las consecuencias de la liberalización del consumo de cannabis con fines recreativos, no con un ánimo de partidismo, sino para mejorar una inédita política de drogas.

El expresidente José Mujica, el principal impulsor de la medida, argumentó en su momento que la autorización controlada de consumo de marihuana contribuiría a luchar contra el narcotráfico, algo que notoriamente no sucedió.

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La directora ejecutiva de la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito (UNODC), Ghada Waly, al comentar el Informe Mundial sobre las Drogas 2022, el pasado 27de junio, alertó acerca de las cifras de producción e incautación de drogas ilícitas que deberían movilizar al conjunto de la sociedad.

En su opinión, hay “percepciones erróneas” sobre la magnitud del problema que afecta a todo el mundo y ello está perjudicando el tratamiento de salud en jóvenes que se deslizan hacia “comportamientos peligrosos”.

Una reflexión genérica que debería ponernos en guardia cuando el estudio advierte que la legalización de la marihuana en algunas partes del mundo parece haber acelerado el consumo diario y las consecuencias relacionadas para la salud, particularmente en América del Sur, donde la mayor proporción de personas en tratamiento por trastornos relacionados con el consumo de drogas está vinculado al cannabis.
Analizar con cuidado los resultados que arrojan los estudios no supone dar marcha atrás, sino estar abiertos a corregir lo que sea necesario para que las políticas públicas cumplan con sus objetivos.

Teniendo en cuenta, además, la afirmación en Financial Times de Jimena Blanco, jefa de investigación política para las Américas de Verisk Maplecroft, empresa de riesgos, investigación y previsión estratégica, con sede en Reino Unido, sobre la violencia del narcotráfico que se extiende más allá de México y Colombia, hacia países insospechados, como Uruguay: “Lo que estamos viendo ahora es la culminación de la globalización del tráfico de drogas”. Una tendencia, dijo, que comenzó hace cinco o diez años, acelerándose en los últimos dos años.

Por otra parte, sabemos de peligrosos grupos de narcotraficantes de la región que tienen interés en asentarse en nuestro país o que avanzan cada vez hacia países de América del Sur. El Primer Comando Capital (Brasil) y el Tren de Aragua (Venezuela) son dos ejemplo de ello. 

El avance del narcotráfico, que dio un salto cuantitativo y cualitativo de Uruguay en el oscuro mundo de las drogas, muy difícil de combatir, obliga a barajar y dar de nuevo, sin perfilismo y con franqueza.

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