Miguel Ángel Arribas "Pebete" es un uruguayo que vive en Orlando, Florida, desde hace décadas. Un gran tipo, de amplia generosidad. Hace años que no lo veo. Si alguien tiene su
correo electrónico, que me escriba. Cuando lo visité en su casa a fines de 1980 me dijo que se había convertido en seguidor asiduo del fútbol americano universitario.
Su conocimiento de la liga, de jugadores y entrenadores, era una muestra de perfecta aculturalización. Entusiasmado por la pasión de "Pebete", y por curiosidad también, comencé a seguir el torneo, cuya temporada es corta: comienza en septiembre y termina en diciembre.
La popularidad del fútbol americano universitario ha crecido mucho en todo el mundo, no en vano, las dos cadenas deportivas más importantes en español, ESPN y Fox
Deportes, transmiten partidos los sábados, con muy buenos ratings.
Los jugadores, que son estudiantes universitarios, no pueden recibir paga, pero los entrenadores y sus ayudantes ganan fortunas, resultado directo de las increíbles ganancias que deja ese deporte. Se calcula que más de 30 universidades, que cuentan con equipos poderosos, tienen ganancias anuales superiores a los US$ 100 millones, producto de la publicidad y de los derechos de trasmisión de los partidos.
Considerando que se trata de instituciones de
educación terciaria sin fines de lucro, los profesores protestan por los salarios astronómicos de los entrenadores de fútbol americano, teniendo siempre la misma respuesta por parte de los administradores: ganan grandes sumas pues generan mucho dinero a la universidad. Quien tiene el salario más alto es el entrenador de la universidad de Alabama, el legendario Nick Saban: este año superará los US$ 11 millones.
Debido al dinero y prestigio que está en juego, la presión que tienen los entrenadores es enorme, y pueden sufrir peor trato que aquellos que están al frente de equipos profesionales. En la última semana, a raíz de los malos resultados, cerca de diez entrenadores con sueldos astronómicos fueron cesados. Algunos de ellos recibieron la noticia apenas concluido el partido, que terminó siendo el último que dirigieron. A uno, el de Arkansas, le notificaron el cese en la entrada del túnel que lleva a los vestuarios.