Opinión > EDITORIAL

La realidad supera a la realidad

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19 de octubre de 2019 a las 05:02

La liberación del hijo del Chapo Guzmán en Culiacán, México, avalada por su presidente no puede ser tomado como algo a la ligera: es una nueva constatación de que el Estado sigue perdiendo la guerra contra el narco en toda América Latina.

Es conocida la frase dicha por el premio nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez de que en América Latina la realidad supera la ficción. Con esa máxima y esa mirada construyó uno de los universos literarios más fantásticos e increíbles de la humanidad.

El crecimiento del poder del narco en América Latina es constante y creciente. El poder corruptor y violento de los traficantes de droga, que quieren vivir fuera de la ley y sin el amparo de institucionalidad alguna y mucho menos de reglas de juego justas, hace que la realidad vaya superando a la propia realidad a medida que nos adentramos en el siglo XXI.

Figuras como Pablo Escobar en Colombia o Joaquín “el Chapo” Guzmán en México son las dos más emblemáticas del poder que logran estos seres nefastos en las regiones donde operan. A fuerza de sangre, lavado de dinero, extorsiones y terror amedrentan periodistas, jueces, alcaldes, diputados y senadores hasta poner de rodillas al Estado.

Para combatirlos se han buscado varios caminos; represión, infiltración, cada vez mayores medidas para evitar el blanqueo de capitales, extradiciones, combate por dentro y por fuera de la ley, etcétera. Sin embargo, la fuerza del narco es cada vez más grande, su poder de fuego corruptor cada vez mayor y la demanda por la droga lejos de disminuir crece y crece, no solo en el primer mundo sino en todo el planeta.

Uruguay ha ido conociendo muy a cuentagotas los sinsabores de este drama latinoamericano en barrios de Montevideo, en Maldonado, San Carlos, Salto y Minas. Las noticias que llegan desde el exterior no avizoran mejores tiempos por venir. Si bien en Brasil y en Paraguay se busca apretar la cadena del comercio ilícito de drogas, en México la noticia difundida este viernes no hace otra cosa que confirmar que queda mucho por hacer para combatir con eficacia al narco.

Los titulares de noticias son claros: fuerzas de seguridad de México dejaron en libertad el jueves a Ovidio Guzmán, de una casa donde lo habrían detenido. El secretario de Seguridad del gobierno federal, Alfonso Durazo, sostuvo que el argumento para dejar libre al narcotraficante hijo del Chapo fue “para proteger vidas”.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, afirmó que respaldó la decisión de su gabinete de seguridad. “Se trató de un operativo que llevó a cabo el Ejército a partir de una orden de aprehensión de un presunto delincuente, como ya lo expliqué fue una reacción muy violenta que ponía en riesgo la vida de mucha gente”, dijo el mandatario para explicar la liberación del hijo del máximo capo de la droga mexicana, hoy preso en Estados Unidos.

Las imágenes que circulan del enfrentamiento entre las fuerzas del Estado y del cartel del hijo del Chapo se parecen más a una guerra civil con altísimo poder de municiones que a otra cosa. La resolución de López Obrador de dejar ir libre al hijo del capo mafioso es síntoma de su poder y comprobación de un gobierno de rodillas ante una fuerza indomable.

Uruguay debe tener el combate al narcotráfico y el combate a los narcotraficantes en el centro de sus prioridades. Lamentarse cuando sea demasiado tarde no es opción.

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