La recta final hacia las elecciones: cómo llega cada candidato

Daniel Martínez

La campaña frenteamplista casi no había mostrado fisuras hasta la tarde del 30 de junio, cuando la victoria de Martínez ya se hacía evidente y en el oficialismo comenzó a cundir una duda: ¿quién sería su acompañante en la fórmula?

La semana posterior a las internas fue el comienzo de un lapso prolongado de cortocircuitos en el Frente Amplio. Carolina Cosse quedó dolida por no ser candidata a vicepresidenta, Danilo Astori criticó la forma en la que Martínez eligió a Graciela Villar, y el equipo del presidenciable se vio obligado a ajustar el discurso de la candidata a vice luego de que declarara que la elección sería entre “oligarquía o pueblo”. En agosto, Martínez volvió a tropezar con un actor inesperado: el Gucci fue candidato a diputado por unas pocas horas y el exintendente quedó en el medio de la polémica.

Después de todos esos vaivenes, al decir del asesor Agustín Canzani, “el elefante” se empezó a mover, y las piezas se empezaron a acomodar. Martínez ganó presencia en la agenda con sus constantes presentaciones de equipos técnicos –en su mayoría cuadros del actual gobierno pero con algunas figuras nuevas– y su campaña viró hacia una mayor confrontación con las propuestas de la oposición. 

Sus asesores en economía salieron al cruce de las propuestas de Talvi y Lacalle, paseó a Gustavo Leal por todo el país como la carta ganadora en seguridad, y se aferró a los ejemplos tangibles de Argentina y Brasil como anticipo de lo que podría pasar en Uruguay ante un triunfo opositor. 

En el último tramo de la campaña, tanto Martínez como el resto del aceitado aparato frenteamplista continuará poniendo el dedo en la llaga ante cada propuesta de los partidos fundacionales (funcionó con Talvi, ahora el foco estará en Lacalle), remarcarán las contradicciones entre los eventuales “socios” para argumentar que el FA es la única coalición sostenible, e insistirán en el concepto que Martínez trazó desde que ganó la interna: la disputa es entre “progresistas” y “conservadores”. Villar ya se aprendió esa parte del libreto. 

Luis Lacalle Pou

El Partido Nacional se tomó en serio su rol de oposición y por eso las cosas se dieron al revés en la cronología de los blancos. A pocos días de que se definiera una elección interna marcada por una campaña con noticias falsas, precandidaturas imprevistas y las clásicas divisiones nacionalistas, Lacalle Pou sabía que tenía actuar con rapidez y sin titubeos. Por eso, horas antes de que las urnas hablaran se reunió con sus competidores para negociar la fórmula que lo acompañaría en caso de ganar. 

Apostó a ganador y la jugada le salió bien: el 30 de junio en la noche se tomó de la mano con Beatriz Argimón y la anunció como la candidata a vicepresidenta.

A partir de esa fecha, Lacalle Pou se marcó una hoja de ruta clara que sigue al pie de la letra: intenta mostrar madurez y unidad del partido en cada discurso, que ese sea el ejemplo a seguir por los demás partidos si les toca acordar un eventual “gobierno multicolor” de coalición, etiqueta a Martínez como “candidato del gobierno”, y busca alejarse de cualquier tormenta que lo lleve a tropezar. 

En ese “tocar para los costados”, tomando la analogía futbolera, el líder nacionalista se ha mantenido como el principal candidato de la oposición, y hoy está con más chances de ser electo que en 2014, a pesar de que las encuestas marquen que perdió votos desde aquel entonces. 

En ese escenario de acentuada fragmentación, Lacalle apostó a evitar la confrontación con sus posibles socios. La reacción del colorado Ernesto Talvi al quedar afuera del debate de este 1° de octubre (dijo que no se siente representado por Lacalle) es el ejemplo más claro de que a veces no la tiene nada fácil. Ante esa reacción, el candidato blanco redobló la idea del gobierno multicolor y aseguró que logrará generar acuerdos el domingo 27 de octubre a la noche o el lunes 28 en la mañana. 

Faltando un mes para la noche de la verdad, el plan del nacionalista es no dejar que nada ni nadie lo aparte del libreto y convencer al electorado de que el Partido Nacional es el indicado para liderar una coalición alternativa al gobierno. Su desafío es también consolidar la idea de que esa “coalición multicolor”, con programas, agendas y liderazgos disímiles, será gobernable.

Entre tanto, el candidato blanco se puso como objetivo captar a los indecisos pidiendo que le den “la confianza” para los próximos cinco años. El senador Álvaro Delgado lo resumió así en una entrevista con El Observador: “No les vamos a pedir que se tatúen a Aparicio Saravia o agarren la bandera blanca y celeste. Les vamos a pedir simplemente que nos presten la confianza”. Sin embargo, solo con la confianza no alcanza, porque bien saben en su comando de campaña que pensar en un futuro gobierno del Partido Nacional es pensar también en socios fuertes. Y eso ya no depende de la hoja de ruta de Lacalle Pou.

Ernesto Talvi: Un “pinchazo” que se extendió a las encuestas

Las urnas se abrieron y mostraron un respaldo mayor del que cualquiera de los integrantes del comando de Talvi había soñado. La holgada diferencia ante un peso pesado de la política como Julio María Sanguinetti les permitía jugar el siguiente partido con ventaja e ilusionarse con la posibilidad de perforar el piso de la oposición y ocupar un lugar en el balotaje, un puesto asegurado para Lacalle Pou algunos días atrás.

El anuncio de Robert Silva como compañero de fórmula a través de una foto familiar con los otros dos precandidatos tras una búsqueda en absoluto silencio fue una imagen que contrastó con el Frente Amplio, y las heridas internas que había supuesto la designación de Villar.

Las primeras encuestas reforzaron el impulso tomado tras las internas y ubicaron al economista con “chances reales” de llegar segundo lugar debido a una decidida búsqueda de votos de “centro” que amenazaba la hegemonía oficialista.

La campaña de Martínez advirtió la jugada y puso la lupa sobre el colorado, encontró un flanco débil en la posible incompatibilidad de Silva y tildando a Talvi de “neoliberal” por haber integrado el gabinete de Ramón Díaz en los ’90.

Las críticas frenteamplistas coincidieron con un hecho inesperado: un “pinchazo” en la espalda que lo sacó de la carrera durante dos semanas y se tradujo inmediatamente en una baja en las encuestas.

Talvi volvió dispuesto a recuperar el tiempo perdido, endureciendo sus críticas ante la amenaza de Guido Manini Ríos, el general retirado que ingresa a la recta final creciendo a paso firme.

En estos últimos treinta días, al igual que en la interna, el colorado buscará jugar sus últimas cartas para repuntar, y obtener una victoria en la hora, como le pasó en junio.

Guido Manini Ríos

La novedad política de esta campaña, Guido Manini Ríos, no para de crecer en las encuestas de intención de voto de las principales consultoras de opinión pública. Según los últimos sondeos, Cabildo Abierto le disputa el tercer puesto a los colorados con una intención de voto que oscila entre 7% y 12%, lo que, en el peor de los escenarios, asegura al menos dos senadores para Cabildo Abierto.

El candidato afirmó recientemente que a él y a sus dirigentes, a diferencia del resto, no les sorprendió la votación que obtuvo el recién inaugurado partido en las internas, en las que cosechó unos 49 mil votos.

De cara a octubre, en tanto, Manini afirmó que su partido está confiado en que votará “bastante más arriba” de lo que marcan las encuestas. 

En la recta final, a 30 días exactos para las elecciones, el excomandante en jefe del Ejército aumentó aún más su perfil, presentó un libro autobiográfico –con una semblanza incluida al caudillo José Gervasio Artigas– y tiene por delante un nuevo flanco: el judicial. 

Manini está en la mira del fiscal Rodrigo Morosoli, quien pedirá en una audiencia que se realizará el 3 de octubre imputarle al excomandante en jefe el delito de omisión de los funcionarios públicos de denunciar hechos con apariencia delictiva. Si bien el desenlace judicial no afectará a Manini como candidato, ya que mientras transcurre todo el proceso corre con chances de haber sido electo senador, lo pone en estas semanas en el foco de la opinión pública. Mientras en Cabildo Abierto hablan de una especie de “proscripción”, en el Frente Amplio (FA) temen por las consecuencias de una eventual imputación. José Mujica consideró que es "un error político porque lo infla”. El expresidente afirmó que, si bien los jueces no tienen por qué tenerlo en cuenta, imputar a Manini lo puede dejar como una “víctima” a los ojos de parte del electorado.