Pamela y familia, cuando viajó a Estados Unidos.

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La rica historia de Pamela de Armas, la golera de Danubio que voló a EEUU

Pamela recuerda la importancia del Niño Sosa en su crecimiento como golera, sus experiencias en los equipos uruguayos y el presente en Estados Unidos
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15 de febrero de 2021 a las 05:00

De niña, Pamela De Armas era muy ansiosa. Cuando cursaba segundo de escuela, la maestra les recomendó a sus padres que la mandaran a clases de karate, para que bajara las revoluciones. También practicó básquetbol, pero a ella siempre la cautivó el fútbol, lo jugaba con su hermano Nahuel (actualmente jugador de Fénix), aunque sus padres no la dejaban hacerlo en un equipo de baby. “Pensaban que era un capricho mío” contó a Referí.

Un día, peloteando con su hermano en la pista de patinaje de la rambla, una chica le preguntó si jugaba al fútbol y la invitó a Bella Vista. Después fue a River Plate (club que participa en el Torneo Rexona de Primera división de la AUF), a través de un técnico que fue a verla por sorpresa al club social de Defensor Sporting. “Iba con mi madre y me gustó el ambiente familiero de River, pero no podía jugar porque tenía 12 años”, recordó.

Oficialmente en AUF el fútbol femenino se juega a partir de los 13 años, así que al día siguiente de cumplirlos -no concurrió el mismo día porque era domingo-, estaba en la puerta de la AUF esperando su turno para ficharse en el darsenero. ¿Ansiosa?

Pero ese año 2011 falleció el presidente del club, Juan José Tudurí, y el fútbol femenino de River se quedó sin apoyo y sin competencia. Las jugadoras y el cuerpo técnico continuaron entrenando por iniciativa propia en el Rosedal del Prado. Presentaron un proyecto en Peñarol que no fue seleccionado, y luego encontraron espacio para desarrollarlo en Montevideo Wanderers.

En esa época, la número 9 Pamela De Armas había sido reemplazada por la arquera del mismo nombre y apellido. “La golera de River Anabel Ubal cambió de categoría y no había otra golera. Yo era nueva y sin saber lo que era el arco dije, ‘bueno, puedo dar una mano’. Después me quería morir, quería cancha de nuevo, pero el técnico de River Álvaro González y la delegada Laura Vieitez conversaron conmigo para convencerme que siguiera en el arco. Me dijeron que si seguía entrenando de arquera iba a llegar a la selección. A los 12 años medía 1,65 metros, era alta para la edad. Tenían razón, gracias al arco pude cumplir ese sueño”.

La final más disfrutable

Una de las anécdotas más lindas que vivió en el fútbol sucedió durante su etapa en Wanderers. En 2011, después de ganarle la final de Sub 15 a Nacional en el Parque Viera, clasificaron para disputar el campeonato Cielo Uruguayo con equipos del Interior del país, una experiencia que califica de “inolvidable”. Wanderes enfrentó en el último partido a Liga Florida en el estadio de Trinidad. En el primer tiempo perdían 3-1 y con ese resultado el campeón era Nacional. Por eso durante el descanso, la copa fue adornada con cintas de colores rojo, azul y blanco. Pamela, que había cometido errores en los goles, recuerda la charla de la capitana Andrea Gutiérrez: “Habló con todas y personalmente me dijo las palabras justas y me alentó ‘vos podés, vos podés’. Salimos a jugar el segundo tiempo y lo dimos vuelta, ganamos 4-3 y salimos campeonas. Fue una final mágica, un sueño, especial para mi además porque tengo familia en Flores y estaban ahí”.

El vuelo de De Armas.

Defendiendo al bohemio fue convocada por primera vez a la selección que compitió en el Sudamericano Sub 17 de Paraguay, en 2013. Ahí conoció a José Luis Sosa, entrenador de goleros. “Es como un padre, me ayudó muchísimo para desarrollarme en el arco. Yo había tenido a Jesús Perdigón en Wanderers, pero el Niño Sosa fue un antes y un después para mí. Ahora no está pasando por un buen momento de salud -lamentó-, pero confío en que va a salir adelante porque es de fierro”.

Durante esa etapa con la selección, las delegaciones se hospedaron en el hotel de la Conmebol en Luque, las jugadoras conocieron el Museo del Fútbol y entrenaron en el complejo de Sportivo Luqueño. “Fue un intercambio cultural hermoso y no podía irme de Paraguay sin probar el tereré”, expresó Pamela.

En 2014 pasó a Bella Vista, donde fueron campeonas de la Copa de Plata y en 2015 terminaron cuartas en la Copa de Oro. En 2016 llegó a Peñarol mediante un llamado de aspirantes. Entrenó con Carlos Pinasco, “que es de la misma escuela que el Niño Sosa”, y a mediados de 2017 tuvo una mala experiencia. Debido a que el horario de entrenamiento era incompatible con sus estudios -los que tenían prioridad respecto al fútbol- decidió irse a otro club, pero Peñarol le negó el pase. 

“Busqué un equipo que entrenara de noche, que es la situación de casi todos, porque la mayoría de las jugadoras de Primera división trabaja o estudia. Si bien no hay contratos y todo es a pulmón, hay un poco de hipocresía. Por un lado, con el programa Gol al Futuro te piden boletines de calificaciones, pero cuando una jugadora se tiene que ir de un club porque elige no abandonar los estudios, te niegan el pase. No me gustó nada la decisión que tomó Mireya López, que entonces era la presidenta de Peñarol”.

El pase a Danubio y el viaje a Estados Unidos

Su destino fue nuevamente River y aunque sabían que no podía jugar, le abrieron las puertas para entrenar durante los últimos meses de 2017. Al año siguiente, siempre por compatibilidad de tiempos con los estudios, Pamela fue a jugar en Liverpool, cuyo cuerpo técnico estaba integrado por Graciela Rebollo, Líber Correa y el entrenador de goleros Daniel Malveiro, “el mecánico de mi tío”, agregó como dato adicional.

En agosto de ese año pasó a Nacional, cuyo plantel entrenaba a la hora 16 y era el momento que ella tenía libre. Disputó algunos partidos en Primera división y en 2019 llegó a Danubio.

“Fue de las cosas más lindas que me pasó, una experiencia hermosa, lo será siempre, la gente que lo rodea, el proyecto de Danubio, es una familia y me dieron oportunidades de crecer en lo futbolístico y personalmente. Parte de que ahora esté acá en Estados Unidos fue gracias a ellos que me dieron para adelante. Durante la cuarentena entrenamos muchísimo para no perder actividad, el encierro fue difícil mentalmente, pero siempre estuvimos conectados entrenando. Después surgió la oportunidad de venir a estudiar y jugar al fútbol”.

Pamela De Armas.

Cuando tenía 8 años, Pamela le adelantó a su papá que en algún momento se iría a estudiar y jugar al fútbol en Estados Unidos. En esa etapa de superación, que fue madurando durante su crecimiento en el Torneo Rexona de Primera División de la AUF, un día llegó ese momento. El 15 de enero pasado, a los 22 años de edad. Usufructuando una beca deportiva para jugar en el equipo de la Universidad, se instaló en la North Iowa Area Community College (NIACC) para seguir con los estudios en el desarrollo de software. En Uruguay concurrió a la Facultad de Ingeniería, estudió Genexus en la Fundación Forge y perfeccionó su inglés en la Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos con una beca completa.

Crecimiento del fútbol femenino

El fútbol femenino está en un proceso de desarrollo en Uruguay y se nota en varios aspectos, según Pamela: “No me olvido que este año cuando me citaron a la selección mayor llevé ropa por las dudas, porque a veces nos llevábamos nuestras cosas. Cuando llegué al complejo había medias, short, camiseta térmica, camperones, yo no lo podía creer, me sentí como un niño en Navidad cuando ve los regalos en el árbol, no te miento. ¡Pah, hemos crecido!, pensé”.

Recuerda que en 2013 la selección usaba ropa de la marca italiana Maf, que no era oficial. “A veces el dinero para las camisetas salía del cuerpo técnico o de las jugadoras. En la selección la vestimenta Puma comenzó porque se hizo el Mundial Sub 17”.

Señala que el aporte de empresas privadas es un gran paso adelante: “Ayuda muchísimo, he visto en las pantallas de los ómnibus que pasan los resultados del fútbol femenino, y digo ‘ese es mi equipo, ese fue mi resultado’. Son pequeñas cosas de difusión que hacen la diferencia. Hay que seguir apoyando, invirtiendo. Cambiar la cabeza y que los equipos no tengan fútbol femenino por obligación, solo porque si no en el masculino no pueden clasificar a las copas; eso es lamentable. Hay equipos que te dan el nombre y arreglate como puedas, así el femenino no va a crecer”.

Aquella niña ansiosa del barrio Palermo, viajó hace un mes desde la Universidad del Fútbol a la Universidad de Iowa, para seguir cumpliendo sueños.

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