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La sabiduría siux

Ante las dificultades de comunicación es bueno recurrir al proverbio siux que dice: “No juzgues a nadie hasta no haber caminado cuatro lunas (unas cuatro semanas) con sus mocasines”
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08 de septiembre de 2019 a las 05:00

Cuando las cosas se ponen complicadas, y hay dificultades de comunicación o de explicación o de entendimiento, es bueno recurrir a un proverbio atribuido a los indios siux que dice así: “No juzgues a nadie hasta no haber caminado cuatro lunas (unas cuatro semanas) con sus mocasines”.

En esta frase anidan dos conceptos: por un lado, no juzgar sin estar en los zapatos del otro, lo que permite experimentar en carne propia la carga que esa persona lleva y que quizá no se note desde afuera; por otro, el no apresurarse a emitir juicio sin tener un cierto tiempo para aquilatar los elementos del caso.

Hoy en día, las redes sociales, con su rapidez y anonimato permiten una rápida diseminación de ideas y de juicios lapidarios, muchas veces emitidos desde el anonimato de una cuenta en la que nadie da la cara, sin ponerse en los zapatos del otro y sin siquiera tomarse el tiempo para aquilatar todos los elementos necesarios para emitir el juicio. Hoy en día es muy fácil emitir en redes juicios sin pensarlo dos veces. 

Ello ocurre en todas las redes sociales donde es muy fácil escribir unos pocos caracteres agraviantes sin tener que elaborar y sustentar su pensamiento. Y es muy fácil aplicar el RT que, según se lamentaba su desarrollador, Chris Wetherell: “Puede que hayamos entregado un arma cargada a un niño de 4 años”.

Es, efectivamente, un arma cargada en manos de un niño de 4 años. Pero eso es así y no se puede cambiar, al menos por un largo tiempo y mientras Jack Dorsey, fundador y CEO de Twitter, no quiera. El RT va contra el proverbio siux: no deja ponerse en los zapatos del oponente y no permite ese espacio de tiempo que antes había para pensar. Incluso ahora se puede hacer RT sin casi darse cuenta.

Las redes sociales facilitan la comunicación y la hacen mucho más rápida. Pero tienen la desventaja de que se pierde ese espacio de tiempo importante para juzgar o para pensar. De hecho, Wetherell pensaba que el RT iba a ser útil para anunciar un tornado o un accidente. Nunca imaginó el éxito que tendría la función “compartir”, que luego se extendió a las otras redes y tuvo un éxito fenomenal, no ya para prevenir catástrofes sino también para lanzar insultos, juicios lapidarios e injustos y hasta para diseminar las famosas “fake news”. Era, en efecto, un revólver cargado en manos de un niños de 4 años.

Pero no hay que echar la culpa al mensajero sino ver que dice el mensaje. Y el mensajero muestra lo mejor y lo peor del ser humano. No se trata ya de prohibir el botón de RT o de “compartir”, sino de fomentar el uso de otra función –el pensamiento– antes de usarlo. Obviamente, ello corre por cuenta de la responsabilidad de quien maneja la red social. 

Pero volviendo a los siux, aparte de su sabio proverbio, conviene recordar que se comunicaban con un lenguaje rudimentario: señales de humo, algo que no era del todo preciso.
Hoy tenemos afortunadamente el lenguaje verbal, el escrito y el corporal que reducen al mínimo los errores de comunicación. Pero los errores siguen existiendo porque quienes los usamos somos seres humanos y todos tenemos defectos.

Eso fue lo que nos pasó esta semana en El Observador con la tapa de día miércoles: quisimos decir una cosa y no acertamos a hacerlo adecuadamente. Eso generó mucho y comprensible malestar en las personas afectadas –los tres líderes históricos del Frente Amplio: el actual presidente Vázquez, el expresidente Mujica y el exvicepresidente y actual ministro de Economía, Danilo Astori. Quisimos resaltar el hecho de que pese a su edad, o limitaciones físicas, decidieron poner sobre sus hombros la tarea de llevar a su partido a un cuarto gobierno en momentos en que la economía no ayuda y las encuestas no dan buenas señales.

Pero no lo transmitimos bien y por ello pedimos disculpas. Nos ponemos el sayo de las críticas en lo que corresponde: somos un medio de comunicación y en este caso, comunicamos mal. Punto.

Pero de ahí a discernir una campaña malintencionada contra el gobierno y su partido hay un gran trecho. Un trecho insalvable porque no estamos, ni estuvimos, ni estaremos en campaña contra nadie. Podremos cometer errores pero deducir de allí mala intención implica una gran desinformación o desconocimiento de nuestra tarea, que ha sido igualmente severa con todos los partidos y todos los gobiernos. O mucha mala fe para adjudicarnos intenciones que no tenemos y que podemos probar sobradamente que no existen en nuestro accionar periodístico.

De modo que aprendemos lecciones, sería de necios no hacerlo, y seguimos adelante en nuestra tarea de informar y analizar el pulso de nuestro país y el mundo. Con el mismo rigor y entusiasmo de siempre y con un poco más de experiencia.

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