Miguel Arregui

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Las andanzas de Campbell y Andresito

Crónicas de dos escoceses en la región del Plata en los años de apogeo de José Artigas (III)
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31 de mayo de 2017 a las 05:00

John Parish y William Parish Robertson, dos hermanos escoceses jóvenes y educados, hicieron negocios con suerte diversa en el Río de la Plata a partir de 1809; pero perduran por haber escrito algunas de las mejores narraciones de lo que fue la región en tiempos de José Artigas.

John Parish hizo un relato memorable de su visita en 1815 al caudillo oriental en su campamento de Purificación, que se resumió en la nota anterior de esta serie. Luego, impotentes ante los robos y abusos de los "artigueños", los Robertson contrataron como jefe de seguridad y capataz al irlandés Peter Campbell, un desertor de las invasiones inglesas que se había convertido en un gaucho pendenciero. Las hazañas de ese gringo furioso y pelirrojo se hicieron proverbiales, fue el jefe de la flotilla fluvial de Artigas y se lo considera el fundador de la Armada Nacional uruguaya.

Los gauchos

Los pobladores de la campaña "son de costumbres esencialmente nómades y nunca están más en su elemento que cuando hacen un largo viaje", señaló una de las cartas de los hermanos escoceses.

"Estos hombres rehuyen todo trabajo metódico que importe disciplina y moderación; necesitan estar agitados o bien en completo reposo; y gustan de lo pintoresco, de las escenas cambiantes, de los obstáculos que ponen en juego sus facultades físicas y mentales. En empresas así, sobresalen siempre. Son pacientes, esforzados, valientes, sufridos [...]. Al gaucho le es necesaria la carne a discreción, como el pan es necesario al parisiense".

Peter Campbell también hacía de policía y ángel vengador. "Cuando tenía noticias de que gauchos jugadores y bebedores peleaban en una pulpería, allá se iba él y se arrojaba solo entre las armas esgrimidas por los contendientes, a quienes apostrofaba llamándolos 'canallas, villanos, asesinos', con toda la energía de su acento irlandés; luego repartía cuchilladas, sablazos o garrotazos, según el arma que tuviera en la mano; y en un santiamén quedaban dispersados los contendores. Entonces don Pedro, apoyado en el mostrador de la pulpería, estallaba en una sonora risotada".

El general Andresito

En octubre de 1816 los Robertson dieron por terminados sus negocios en Corrientes. Cargaron sus mercaderías en dos barcos y se marcharon a Buenos Aires. A fin de ese año John Parish regresó a Gran Bretaña, desde donde no regresaría hasta 1820. Estableció una casa mercantil en Liverpool, con conexiones en Londres y Glasgow, y desarrolló el comercio entre los puertos europeos y la costa atlántica de América del Sur.

William, en tanto, se mantuvo en el Plata y vendió armas en 1817 al gobernador de Corrientes, quien deseaba auxiliar a Artigas contra la invasión portuguesa a la Provincia Oriental iniciada el año anterior.

Los Robertson incluyeron en uno de sus libros un texto de una inglesa criada en Corrientes, "miss Postlethwaite", quien narró la invasión de la Provincia en 1819 por tropas federales al mando de Andresito Guacurarí (o Guaçurari), un caudillo mestizo nacido en las Misiones Orientales e hijo adoptivo de José Artigas.

Andresito Artigas y sus tropas estaban en las antípodas de las elites citadinas, celosas de sus privilegios de rango y despectivas con los indígenas y con la población rural.

Andresito se comportó con moderación durante los siete meses de ocupación, tenido en cuenta el desprecio que los correntinos demostraban por los indios. "Andrés era un hombre de buen corazón y mucho más instruido de lo que pudiera suponerse. Creo que fue educado en Montevideo (aunque se embriagaba a menudo y se mostraba irritable)", escribió miss Postlethwaite. "Muchos nos divertía el oír a los indígenas (del ejército de Andresito) dirigirse siempre a nosotras llamándonos paisanitas, o indias rubias. '¿Y acaso –nos decían– los antiguos bretones no eran indígenas antes de ser conquistados por los romanos'?"

Sobre el "general" Andresito, quien solía ser acompañado en Corrientes por el "almirante" Peter Campbell, contó miss Postlethwaite: "Bedoya (el anterior comandante militar de Corrientes) había hecho asesinar cruelmente a todos los habitantes de una pequeña aldea indígena [...] y los correntinos temían, con razón, que los indios ejercieran venganzas [...]. La entrada del ejército indígena se efectuó con calma y buen orden. Formó el ejército en la plaza y después se fueron los soldados a sus cuarteles. La buena conducta de los indios era de agradecer, porque habían sufrido muchas penalidades [...]. Con ellos venían 200 muchachos indios [...] que habían sido apresados antes por los correntinos y tenidos como esclavos. Andrés los había ido liberando donde los encontraba, apoderándose al mismo tiempo de un número igual de hijos de aquellos hombres a cuyo servicio habían estado los indios. Los padres de los niños blancos [...], no sabiendo la suerte que podía esperar a sus hijos, vivían naturalmente en gran angustia y zozobra. Después de mantener prisioneros a estos niños cosa de una semana, Andrés hizo comparecer a las madres. Les reprochó duramente la crueldad e injusticia de que se habían hecho culpables ante los pobres indios, y apeló al mismo sentimiento de angustia en que ahora se encontraban como la mejor prueba del cargo que les hacía. Pueden llevarse ahora a sus hijos –concluyó–, pero recuerden en adelante que las madres indias también tienen corazón".

Poco después Andresito y sus tropas serían categóricamente derrotados por los portugueses en las Misiones Orientales. Andresito fue enviado a la prisión de la Ilha das Cobras, en la bahía de Guanabara, Río de Janeiro. En ese islote, que ahora es una importante base de la Marina brasileña contigua al aeropuerto Santos Dumont, también estuvo preso Juan Antonio Lavalleja y otros jefes orientales tras la derrota de Artigas. Se lo vio en Montevideo en 1821 y luego su rastro se perdió. Peter Campbell, en tanto, correría muchas aventuras antes de marchar con Artigas al exilio paraguayo, donde moriría en 1832.

Las empresas de los Robertson

William Robertson viajó a Gran Bretaña en 1820. Después de dos meses de estadía junto a su hermano, en Liverpool, regresó al Río de la Plata. John lo siguió poco después, pero para continuar viaje rumbo a Chile y Perú, donde por algunos años realizó negocios financieros.

John y William ya eran figuras de importancia en las comunidades mercantiles de Buenos Aires y Perú. Se vincularon con Bernardino Rivadavia, un líder porteño influyente, al que ofrecieron intermediar con empresarios y capitalistas británicos. Introdujeron en Argentina el primer servicio de navegación fluvial a vapor. Promocionaron varias compañías mineras y en 1825 compraron campos en Santa Fe. Estimularon el asentamiento de emigrantes escoceses en la colonia Monte Grande: el primer programa de ese tipo en Argentina.

Se vincularon también con el Banco de Buenos Aires, la primera institución financiera del país, creado en 1822. En 1824, Robertson & Co intermediaron con la casa Baring Brothers de Londres en la primera emisión de bonos hecha por el gobierno de Buenos Aires, y en operaciones similares del gobierno peruano. Adelantaron dinero y cobraron enormes comisiones, lo que provocó un escándalo. Al final, todas las partes salieron perdiendo: acreedores, deudores e intermediarios.

La reputación de los Robertson quedó maltrecha, señala el Oxford Dictionary of National Biography.

Los hermanos escoceses terminaron de arruinarse con la inflación provocada por el Banco de Buenos Aires, que empapeló la región; y el default de la deuda del gobierno argentino en 1826, durante la guerra con Brasil por la Provincia Oriental. Durante casi todo el conflicto, que se prolongó hasta 1828, la Marina brasileña logró bloquear el comercio exterior de Argentina, pese a las desesperadas luchas de William Brown y los suyos.

Las cartas de la nostalgia

John Parish regresó definitivamente a Gran Bretaña en 1829, y William Parish hizo lo mismo en 1834. Ambos vivieron modestamente. John inició estudios superiores y luego se mudó a la isla de Wight, donde se dedicó a escribir artículos y una novela. Recién obtuvo reconocimiento con su recopilación Cartas del Paraguay (1839) y, en menor medida, Cartas de Sud América (1843), en coautoría con su hermano.

Parte de esos textos fueron recogidos por la editorial Banda Oriental en diciembre de 2000 bajo el título Los artigueños: aventuras de dos ingleses en las Provincias del Plata, con una introducción de Heber Raviolo.

También en 1839 el naturalista Charles Darwin publicaría en Londres con gran suceso su diario Viaje de un naturalista alrededor del mundo (o El viaje del Beagle), que se convirtió rápidamente en best seller y lo consagró como escritor y divulgador científico. Darwin describió largamente sus aventuras y hallazgos en Uruguay y Argentina, que recorrió entre 1832 y 1833.

John Parish Robertson falleció en Calais, Francia, el 1º de noviembre de 1843, cuando tenía 53 años, y William Parish murió en Londres alrededor de 1850. Por entonces las nuevas repúblicas del Plata estaban sumidas en la Guerra Grande, un enorme e interminable conflicto civil que también comprometió, en distinta medida, a los países vecinos y a Francia y Gran Bretaña.

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