Me parece que aunque he escrito una nota sobre las visitas, he vuelto a pensar en el empleo de esa palabra. Quizás los mayores recordaremos las narraciones de las antiguas visitas familiares y de amistad. Por eso viene bien considerar que en nuestro idioma visitar es ir a ver a alguien en el lugar donde se halla.
Como hombre del interior ruego se me conceda un recuerdo de aquellas cosas que viví o me trasmitieron mis mayores. Hace mucho, muchísimo tiempo, la visita era muy corriente. No existían los actuales medios de comunicación y la vida transcurría sin el vértigo de hoy. Las familias se visitaban y también las amistades. Quizás sorprenda a los muy jóvenes la mención de algunas de las visitas que se hacían.
La vida en el interior y también en Montevideo discurría con encanto. No había un código acerca de las visitas sino que se vivían y recreaban costumbres, amables costumbres que llevaban a hacer visitas. También un novio visitaba a su novia y de allí aquello de “visita a la señorita NN el señor NN” que aparecía en “Sociales” de un diario. También ante otros acontecimientos como la muerte, se hacían visitas de pésame o de duelo. Lo que relato no sucedió en los tiempos de Maricastañas sino en años bastante cercanos a los nuestros.
Existían y existen las llamadas tarjetas de visita y las familias tenían su día “de recibo”. La tranquilidad de la vida de otros tiempos tenía unas formas simpáticas con “el día de recibo” o para decirlo todo, con “los días de recibo”. Era el día o los días de una semana cuando la dueña de casa muchos veces junto a su marido, recibía a las visitas.
Conservo un tarjetero que produce nostalgia. Cuando las personas iban a una casa de visita daban su tarjeta a quienes les abrían la puerta y los conducía a la sala de visitas. Allí podían reunirse varias personas y la etiqueta advertía sobre la manera de comportarse en esas circunstancias. No se trataba de un té ni de un café, era “la visita”. Las visitas tenían sus motivos. Quizás las más frecuentes eran las visitas de duelo o con motivo de una boda. Abuelas y madres trasmitían los secretos de una etiqueta cuidadosamente guardada. También se iba a visitar a las personas hospitalizadas o enfermas en sus hogares. Nunca mejor empleado entonces el dicho de “”visitas pocas y cortitas”.
Visitar es ir a ver a alguien en el lugar donde se halla. Por eso todavía hablamos de “la visita médica” y la sabiduría popular acuñó la frase “corta como visita de médico”. Hoy la atención médica se realiza a los enfermos de muy diversas formas. Sin embargo el dicho perdura.
Están también las visitas de Estado. Son las que realiza un Jefe de Estado a un reino o a una nación. Universalmente poseen formas similares para su cumplimiento. Por eso no sorprenderá cómo se actuaría por ejemplo, si los reyes de los Países Bajos llegasen a nuestro país. Ellos visitarán al presidente de la República, al Poder Legislativo y al Poder Judicial. También el Día del Patrimonio es una gran ocasión para visitar lo muy nuestro. Están además las visitas a las cárceles. Tampoco olvido que algunas veces cuando es preciso hacer algún arreglo importante en nuestras viviendas, acudimos a empresas o personas especializadas. “No se cobra por la visita” es un buen “réclamer” que atrae clientes en los anuncios.
Es verdad que visitar es ir a ver a alguien en el lugar donde se halla. Sin embargo utilizamos el término en sentido muy amplio. Por eso los miembros de la Suprema Corte de Justicia visitan las cárceles o los niños visitan un museo. También visitamos un país, un sitio turístico, una iglesia y se visitan espacios por internet. En las empresas se conocen también las visitas empresariales. En ellas no se resuelven temas económicos. Sirven para facilitar el conocimiento y el trato ente los empresarios.
Las visitas electrónicas nos permiten interactuar aunque a mí me apenan un poco. Soy de los que todavía voy a ver a mis amigos a un sanatorio y para no molestarlo, pido que le acerquen mi tarjeta con algunas palabras amables. ¿Sabrán los muy jóvenes que se trata de una visita por tarjeta?
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