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Lavalleja: cuando el sueño de los humildes se hace realidad

El club de Minas se consagró campeón Nacional del interior por primera vez en sus 100 años de vida tras jugar por varias canchas, perder las luces y salir a rifar camisetas para obtener dinero para concentrar
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09 de octubre de 2019 a las 09:48

Sufrida historia la del Lava. El club no tenía cancha y el andar deambulando le valió el mote de “los tordos” porque empollaban en nido ajeno. Cuando por fin pudieron comprar un campo, allá por 1945, resultó que era una quinta de árboles frutales y los jugadores, a punta de arado, terminaron sacando piedra por piedra para nivelar el terreno y convertirlo en la cancha del club. Con el paso del tiempo se colocaron luces. En esa cancha se jugó el primer campeonato del Este. Pero mire lo que son las cosas, su eterno rival, el desaparecido Central, movió fichas y se las llevó. Otra vez a remarla.

Después de una larga espera de más de 100 años, Lavalleja de Minas se coronó campeón de la Copa Nacional de clubes del interior. Y la conquista tuvo mucho de aquella historia de sacrificio de sus antepasados.

Los jugadores, que no viajaban en bus cama para los partidos, salieron a vender rifas para poder pagar un hotel donde quedarse previo a los partidos en Tacuarembó y Salto. ¿Qué rifaron? Una camiseta y una botella de whisky. Los viajes en ómnibus recorriendo las distintas ciudades se fueron matizando en el fondo jugando a las cartas y tomando mate con una bolsa de bizcochos.

 

Aquella historia

La historia no se la cuentan a Alfredo García. El campo de deportes del club lleva su nombre. ¿Razones? Las describió el periodista Martín Díaz, nieto de uno de los fundadores del Lavalleja de Minas como Andrés Nappa,  a Referí: “Alfredo fue todo en el club. Fue dirigente, equipier, jardinero, mantuvo el cuadro cuando nos fuimos a la B. Jugaba él si faltaban jugadores”, contó Díaz.

García contó a Referí que Lavalleja de Minas se fundó un 15 de abril de 1915. “La primera vez que el cuadro salió campeón fue en 1979. Pasaron muchas generaciones sin verlo campeón. Fue sufrida la cosa. A nosotros nos pusieron “los tordos porque hasta el año 45 no teníamos cancha para jugar, se alquilaban distintas canchas, entonces decían que el cuadro empollaba el nido ajeno”.

Ese año finalmente compraron un predio en el barrio Lavalleja. En las afueras de Minas. “Era una quinta de árboles frutales. Aquellos dirigentes pensaban que la ciudad se iba a extender para ese lado que es sobre ruta 8 rumbo a Montevideo. La ciudad creció para ambos lados”, contó el dirigente.

Y agregó detalles pintorescos. “Los jugadores, en base a punta de arado, fueron haciendo los desniveles porque era piedra y arena y en cada entrenamiento el calentamiento lo realizaban sacando piedrita por piedrita hasta que quedó la cancha”, expresó Alfredo García.

Todo venía viento en popa. El club crecía. Y otro hecho que marcaba ese ascenso fue el convenio con UTE que permitió la iluminación de la cancha.

Pero mire lo que son las cosas, el club perdió la red lumínica.

“El tradicional rival, que era el desaparecido Central, como Lavalleja no tenía dinero para quedarse con las luces metió un golpe de efecto y se la llevaron a su cancha. Se llevaron todo, los focos, todo. Fue un golpe bien montado y al club lo mató”, contó Alfredo García Montero.

 

El camino

“Lavalleja siempre fue un cuadro sufrido. Somos pocos y nunca se llegaba a la definición”, contó el periodista Martín Díaz que tomó el amor por el club como parte del legado familiar.

Hasta hace unos años Lavalleja tenía en sus vitrinas solo tres copas locales. En Minas son 11 equipos. El campeonato se jugaba a una rueda y de ahí clasificaban los ocho primeros para la definición. Lavalleja nunca entraba. Terminaba noveno, décimo.

El club vendía 50 entradas. La gente no iba a verlo. No había aspiraciones de pelear arriba.

Hace cinco años atrás los dirigentes fueron a buscar a Gerardo Cano, entrenador que se había consagrado campeón con Guaraní. “Yo venía de un año inactivo porque paré para hacer otras cosas pero arreglé con esta gente y nos embarcamos en esta locura”, contó Cano a Referí.

Allí tomó contacto con una camada de botijas con los que empezó a entrenar argumentando: “si nos ponemos a trabajar y traemos dos o tres jugadores la vamos a pelear”.

Cano contó que el club se estaba quedando sin dirigentes. “Al no ganar la gente se aleja. Entonces se empezaron a arrimar algunos, empezaron a trabajar, se armó un gimnasio y algunos dirigentes arrimaron una manito con dinero para empezar”.

Lavalleja fue invitado a jugar la Copa OFI. Al club no le fue mal. Luego salieron campeones minuanos dos años. Cuando fueron por el tri los rivales denunciaron a un jugador por estar inhabilitado y perdieron la chance. Pero pese al golpe, Cano entendió que el equipo estaba crecido.

Su apuesta a jugar con tres defensas, cinco volantes y dos puntas, comenzaba a tomar forma.

 

Vida interna

El año 2019 encontró a Lavalleja en el principal torneo de clubes del interior como la Copa Nacional de la A. El sorteo del calendario le tiró el alma al piso a los hinchas del Lava.

“Yo como técnico miré el calendario y pensaba que era imposible pasar la primera ronda. Nos tocó una serie con San Carlos. La copa se llamaba 100 años de San Carlos y el otro rival era Ituzaingó de Maldonado con todo el poderío económico que tienen. Vendieron a Nahitan Nandez a Italia y recibieron un dinero importante. De los tres clasificaban dos. Yo pensaba que por lógica uno era San Carlos. ¡Pasamos nosotros!”, contó el entrenador Gerardo Cano a Referí.

Ahí se inició otra lucha. El cuadro empezó a viajar por todo el país. El plantel se trasladaba en ómnibus de la empresa local Dimatur. Un coche humilde, que no es coche cama, pero tenía lo que el técnico Cano considera lo más importante: “la disposición de la gente que te lleva para parar cuando era necesario, ya sea para cargar agua para el mate y comprar unos bizcochos”.

En los viajes el técnico acondicionaba como podía el fondo del ómnibus para pasar las horas jugando al Pif Paf, un juego de cartas.

Los jugadores de Lavalleja no son profesionales. Cobran un viático. “Pero por plata no juega nadie por estos lados”, reveló Cano.

 

La gloria

Los cruces no le daban paz al Lava. En la siguiente ronda, al cuadro de Minas le tocó un grande como Central de San José. “Un equipo que en los últimos años estuvo presente en cuatro finales. Después otra vez Ituzaingó, luego Wanderers de Tacuarembó, que era un cuadrazo, y finalmente otro gran equipo como Universitario de Salto. Nos tocaron los poderosos. Pero eso nos hizo más fuertes”, contó Cano.

En semifinales Lavalleja tuvo que viajar a Tacuarembó. El técnico Cano consideró importante llegar la noche previa al partido. Pero claro, el tema era conseguir dinero para concentrar.

“Antes se pedía un cuartel para quedarnos a dormir y en una habitación dormían 30. Entonces uno se levantaba a los 7 de la mañana y otro que le gusta dormir a las 11. Entonces no se descansaba bien”, reveló el entrenador.

¿Qué hicieron? Pidieron descuentos en hoteles y los propios jugadores salieron a vender rifas. Los números a $ 200. Se rifaba una camiseta y una botella de whisky. Con un detalle que reveló el DT: “cada jugador estaba obligado a vender dos o tres rifas”. Se terminaron recaudando $ 12 mil que permitieron concentrar en un hotel. El mismo camino se recorrió previo a la final en Salto. “Esto fue bien a pulmón”, contó Cano.

Para que tengan una idea, el club compró las camisetas. Adquirieron entre 19 y 20 pero el plantel lo integran 30 y la idea es que cada jugador tenga su camiseta y se la lleve para su casa en el bolso.

Otro tema son los equipos deportivos. Están justos. Y es el mismo para todo el año. “Si se rompe hay que remendarlo”, dijo Cano.

La historia de sacrificio de Lavalleja tuvo un final feliz. Con goles de Germán Fernández y Jonathan Pérez, el club de Minas venció 2-0 a Universitario de Salto y se terminó consagrando campeón en el estadio Juan Antonio Lavalleja.

 

A las grandes ligas

El técnico Cano aún no sale de su asombro. Y le dijo a Referí: “Y ahora vamos a jugar la Copa Uruguay che. Dicen que vamos directo a jugar con los pesados ahí, con los clubes de la A. Anoche me comentaron eso...”.

Y lejos de achicarse dispara: “Que se preparen ellos. Nosotros vamos a ir jugarla. Miedo no tenemos, sabemos la ventaja que damos pero es un desafío que con inteligencia y un poquito de esfuerzo se puede. Miedo a nadie. Van a tener que ganarnos. De invitado Lavalleja va solo a cumpleaños y casamientos, los campeonato los va a jugar”.

El dirigente Alfredo García reconoció a Referí: “el fútbol del interior es garra y corazón. Cuando nos dicen que vamos a jugar la Copa Uruguaya debo reconocer que estamos lejos de ello, pero la jugaremos. Estamos lejos en infraestructura, somos un pueblo chico”, comentó antes de cumplir con uno de los ritos de la consagración: llevarle la Copa Nacional de selecciones a los niños de la escuela Lavalleja.

Niños que tal vez en su imaginación acunan el mismo sueño del periodista Martín Díaz. “Un recuerdo que no olvido de mi niñez es hacer los dibujos de los jugadores y Lavalleja ganando a Guaraní. En el papel yo ponía Lavalleja 4 – Guaraní 2. Y mi abuelo me escribía: ‘Que tus sueños se hagan realidad’. Ese dibujo aún lo conservo”. La leyenda sigue viva.

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