LeBron James<br>

LeBron, Irving y los juegos de apariencias

El espectáculo que dio el Rey de la NBA disimuló las carencias de un equipo añoso
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20 de noviembre de 2017 a las 05:00
Desde Nueva York

LeBron James sale de la zona de duchas con ese gesto confiado que se le ve en la TV cuando las cosas le salen bien. Mientras se cambia, conversa con un par de periodistas sobre el partido. El fútbol americano está en la TV del vestuario del Madison Square Garden, y lo mira de reojo. De a poco, van saliendo del camarín sus compañeros: Jae Crowder hace bromas con Tristan Thompson (que no jugó) y JR Smith conversa con viejos amigos de la ciudad. El catering está pronto en la entrada, pero James se lo va a saltar y va a ir derecho al sitio donde los periodistas esperan que le ponga broche a una actuación estelar: un casi triple doble con un triple que abrió la brecha para que los Cleveland Cavaliers derrotaran a un equipo difícil como el de New York Knicks.

No importa el equipo que ponga en escena la histórica franquicia local: el Madison Square Garden es el favorito de las grandes estrellas de la NBA, la historia del básquetbol está ahí. Están el récord de 61 puntos de Kobe Bryant y las históricas finales de Michael Jordan contra unos Knicks pendencieros en los años 1990. Por eso, durante los primeros tres cuartos, daba cierta pena ver a LeBron y a sus Cavaliers (donde solo y por momentos Kevin Love y Dwyane Wade, histórico ladero de James, parecían estar a la altura) ser dominados por el (por fin) brillante futuro de los Knicks. Kristaps Porzingis y el novato Frank Ntilikina (un base con una defensa que promete, y mucho) a cargo, pero con Tim Hardaway Jr. y Enes Kanter llevando su juego a otro nivel (cerrarían el partido con doble doble) encendieron al Madison en apenas un cuarto, para locura de Spike Lee al costado de la cancha. El director de cine estuvo en su salsa durante todo el partido.

Dice la prensa especializada que los Cavaliers de LeBron no ganan en temporada regular tanto como deberían porque los equipos no le presentan un desafío interesante. Pues entre la cancha, los enérgicos abucheos de la gente cada vez que LeBron tomaba contacto con la pelota y la cantidad de veces que lo buscaron (el propio Ntilikina se le plantó a James y Kanter decidió conversarlo durante todo el partido) terminaron por activar al ganador de tres títulos de NBA.

En el último cuarto, con Cavaliers abajo en el marcador, James comenzó a bajar rebotes y abrirlos a los expertos tiradores de perímetro: Kyle Korver y Channing Frye. Por ahí Wade (que terminó con dos bolsas de hielo atadas a sus rodillas en el vestuario) comenzó a penetrar y acertar. Ver el partido desde la cancha permite encontrar algunas sutilezas que la TV no capta: el gesto de James era el de alguien a punto de entrar en combustión, mientras que Kanter ya no lo encontraba con tanta facilidad. En un mano a mano de estrella a estrella, con el partido en la línea, James avanzó un paso, amagó, retrocedió y clavó un triple que dio la ventaja a Cavs. Quedaban algunos minutos, pero todos, incluso los periodistas partidarios de Knicks que habían estado gritándole al número 23 durante todo el partido, sabían que la cosa estaba terminada. El estadio estalló en un grito extraño, nervioso, entre la resignación y la admiración.

"No me importa que te llames el rey, la reina o la princesa. Acá vamos a pelear, no nos vas a venir a tomar el pelo", dijo Kanter en vestuarios. El turco, que jugó un gran partido, se veía visiblemente frustrado pero con cierta seguridad: puede que ver a los Knicks este año sea mucho más divertido que en las magras temporadas pasadas. En la conferencia de prensa, LeBron, usando una visera que decía "Todo bien, nunca mejor", respondió al último desafío de Kanter: "Yo soy el rey, mi esposa es la reina, mi hija es la princesa. Tenemos todo cubierto acá". Al otro día, el rey concluyó su paso triunfal con una foto suya en instagram sobre la cancha del MSG y un mensaje que puede decir más de lo que parece: "De nada. Rey de Nueva York. Mi cancha preferida".

Boston, un paso más

Pocas cosas cambiaron tanto dentro de la fascinante narrativa de la NBA como Boston Celtics. Tras un fin de temporada épico, con el base Isaiah Thomas convertido en una flamante estrella local tras haber cerrado partidos de 40 puntos y exponiéndose a jugar incluso a horas de la trágica muerte de su hermana, los Celtics dejaron solo cuatro jugadores del año pasado en sus filas. Hasta Thomas (que arrastraba una lesión de cadera y aún no se estrena esta temporada) se fue a Cleveland con James y en su lugar llegó Kyrie Irving, estrella autoexiliada llamada a ser el "Robin" de LeBron en Cleveland. Kyrie, un base con finales ganadas por su propia mano y una habilidad en el manejo de la pelota propia de dibujos animados, quería su propio equipo y, en sus palabras, un entrenador que lo pusiera en otro nivel.

Y aunque el esquema colaborativo de Brad Stevens no permite que brille una estrella sola, Kyrie (a quien se lo vio frustrado toda la noche con una máscara que debió usar debido a una lesión facial en un partido previo) brilló con un par de jugadas mágicas propias en la victoria 109-102 ante unos Brooklyn Nets que, como los Knicks, presionan un poco más pero simplemente no tienen figuras como para parar a un equipo que llegó al moderno Barclays Center, estadio inaugurado por el rapero Jay-Z en 2012, con 13 victorias al hilo. Como buena cita de gala, con el equipo más vibrante de la conferencia Este en la ciudad, la NBA aprovechó para acercar algunas celebridades latinas al estadio, como los mexicanos Georgina Holguín y Diego Alfaro. La conexión entre la NBA y el público latino es cada vez más fuerte y va mucho más allá de que Elvis Crespo suene ocasionalmente en los entretiempos dentro del Barclays Center, e incluye acceso a periodistas y semanas especiales dedicadas a este público (las "latin nights").

Los Celtics, cuyo verdadero secreto es la intensidad y la simpleza con la que juegan las dos estrellas más jóvenes del equipo, Jaylen Brown y Jason Tatum, ganó pero dejó en claro que tiene mucho que trabajar en defensa para estar listo ante los grandes de la liga en playoffs (ajustaron algo de eso en su victoria de unos días después ante los todopoderosos Golden State Warriors en la que también el verde Al Horford terminó de confirmarse como uno de los mejores jugadores de la liga hoy). La falta de tiro externo en algún momento se hará notar más, pero por lo pronto, los Celtics parecen jugar con ángel, ese que no tuvieron el día en que Gordon Hawyard, quien sería la otra estrella de un año que se antojaba triunfal, se fracturó su pierna. Por ahora, el techo de los Celtics parece cercano, aunque aún no lo hayan alcanzado

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