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Libros²: papel + digital

Más que una batalla innecesaria, la convivencia del formato electrónico con el “real” suma más chances para leer, incluso para los nativos digitales, que se mueven con comodidad en ambas plataformas
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15 de febrero de 2014 a las 05:00
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Las guerras que se desatan en el mundo de la tecnología a veces parecen inventadas por quienes fabrican o venden los propios productos o servicios enzarzados en la contienda. Android vs iPhone, Google vs Apple, Netflix vs la televisión… y una larga lista de versus. En todos los casos ambos contendientes rebosan de salud, pero la propia guerra alimenta el “morbo” de los consumidores y hasta parece obligarlos a tomar bando por alguna de las partes.

Desde hace un tiempo lo mismo está pasando con la dicotomía –que tal vez no sea tal– libro en papel-libro digital. Desde que internet se popularizó cada vez se lee más en pantallas pero no fue hasta hace seis años, cuando se lanzó el famoso lector electrónico (e-reader) de Amazon, el Kindle, cuando la industria de los e-books se disparó. Este dispositivo pequeño y liviano –además de económico– masificó lo que aún no habían logrado las duras pantallas de LCD de otros aparatos: la lectura digital.

Con su contribución ahora se venden millones de libros digitales; en 2013, según el monitoreo que realiza periódicamente el Book Industry Study Group, el 30% de todos los libros vendidos en Estados Unidos fueron digitales. Si bien esta cifra muestra un estancamiento en el sector, comparado con los años anteriores, los expertos consideran que seguirá creciendo a la luz de mayores ventas de tabletas y e-readers.

En todas estas guerras tecnológicas ninguna de las partes suele derrotar definitivamente a la otra. Y lo mismo parece estar pasando en esta contienda inventada entre libros de papel y libros electrónicos. Los primeros todavía lideran las preferencias de los lectores mientras que los segundos siguen creciendo. ¿Es posible que ambos formatos lleguen a convivir confortablemente sin necesidad de peleas? ¿Es posible que en vez de decidir si se leen solo libros digitales o solo libros en papel, los lectores quieran dividir su tiempo entre ambos formatos y que lo hagan por pura comodidad, por ejemplo? Si la radio no mató al periódico y la tele no mató a la radio, e internet no parece estar en camino a matar a ninguno de estos medios, ¿por qué el e-book debería matar a su pariente de papel?

Libros en todos lados


El 2013 fue el año de las tabletas. Con un crecimiento de aproximadamente 55% con relación a 2012, en el año que pasó se vendieron 184 millones en todo el mundo. No solo el mercado global se vio inundado por decenas de nuevos modelos y marcas, también en Uruguay se generó una creciente demanda por estos dispositivos, una tendencia que se estima seguirá en alza en 2014 con una proyección de ventas que alcanzará las 250 millones de tabletas en todo el mundo, según la consultora Gartner.

Sin embargo, hay un punto crucial en el que aún se está batallando la realidad y la virtualidad: el libro versus el e-book. La lectura online y la visita de sitios web es realmente cómoda desde una tableta, pero cuando hablamos de un libro entero, el sentimiento es otro.

Los e-books han logrado establecerse con fuerza en las preferencias de los consumidores y lo han hecho por los beneficios que acercan a la experiencia de leer: permiten almacenar miles de textos (hasta 2.000 en el caso de algunos Kindle) y agregan otras funciones útiles, como la de contar con un diccionario incluido que funciona con tan solo tocar una palabra.

Pero los compradores siguen siendo realmente fieles al olor del pegamento, la textura del papel y el clásico marcador. En Estados Unidos más de tres de cada cuatro libros vendidos son de papel contante y sonante, según datos de mediados de 2013 del estudio BookStats, que realiza la Asociación Americana de Editores. En 2012 se vendieron 457 millones de e-books, una cifra que refleja cierto freno en la tendencia pero que también muestra el enorme crecimiento que este sector ha tenido en los últimos años: desde 2008 creció más de 4.000% (ese año se vendieron 10 millones de libros en formato electrónico).
Todavía estamos en el proceso de transición de la lectura impresa a la digital”, dijo el vicepresidente de Amazon, Russ Grandinetti

A la hora de analizar el mercado, cada jugador juega su juego de la manera que mejor le conviene. Para Mike Shatzkin, un consultor de la industria editorial, “hemos llegado al punto de resistencia natural; hay gente que realmente prefiere leer en papel, incluso cuando saben que es más barato, rápido y fácil hacerlo en un dispositivo”, dijo a USA Today. La visión desde Amazon, el principal vendedor de e-books del mundo, es diferente: “Todavía estamos en el proceso de transición de la lectura impresa a la digital”, dijo el vicepresidente de esa empresa, Russ Grandinetti, quien además considera que la tasa de crecimiento se está frenando por la ley natural de progresión de un producto: al principio el sector crecía desde cero pero ahora no se puede pretender que se incremente exponencialmente hasta el infinito.

El 48% de los usuarios de iPad y el 40% de los usuarios de otras tabletas no utilizan e-books. Mientras que hay una clara tendencia a la adquisición de tabletas todavía no parece haber un interés generalizado por pasar del papel a la pantalla, al menos en ellas, según datos de Simba, una empresa de análisis de mercado especializada en temas editoriales y medios. El mismo estudio confirmó que durante 2012 más de 50 millones de personas en Estados Unidos usaban e-readers.

Uno de los argumentos que más se ha repetido, con poca base en investigaciones, es que los jóvenes “nativos digitales” son quienes terminarán de mover el fiel de la balanza para el lado de los libros electrónicos. Acostumbrados a manejarse con múltiples pantallas y a leer cada vez más en ellas (desde un libro de texto hasta la letra de una canción en el navegador), estos jóvenes serían quienes darán el salto definitivo del papel al formato digital. Sin embargo, un estudio realizado a fines de 2014 en Gran Bretaña por Voxburner, entre adolescentes y jóvenes de entre 16 y 24 años, reveló que 62% de ellos preferían el formato físico por sobre el digital al momento de leer. Las dos principales razones que mencionaron fue el gusto por “sentir” el papel y el propio precio de los e-book, que consideraron ilógicamente alto.

Debate infinito


A pesar de no estar cargado de sentimiento, el e-reader es cómodo, práctico y ofrece algunas otras ventajas, entre ellas su enorme capacidad para guardar libros, un diccionario integrado que funciona muy bien y algunos otros chiches, como la marca exacta de dónde se dejó de leer.

También existen desventajas. Si el libro digital se lee en tabletas y no en dispositivos específicos (ver recuadro), sus pantallas no suelen ser el mejor medio porque reflejan la luz natural.

Otro punto a tener en cuenta es el tamaño y peso de la tableta. En el caso de la Kindle suele ser muy liviano, pero aumenta notoriamente cuando se trata de un iPad (cualquiera que no sea el Air de última generación) u otra tableta como las de Samsung o Lenovo, estas todas con pantallas superiores a las 7 pulgadas. Una pulgada más y unos pocos gramos más conspiran contra la comodidad de sostener el dispositivo durante largos lapsos. Sin embargo, no todas las ediciones de los libros “reales” son livianas y portables.

Los libros en papel también tienen sus ventajas. Aunque ocupan mucho lugar y pesan a la hora de transportarlos, también es cierto que no necesitan electricidad para funcionar y hasta resisten mejor los salpicones de agua que en todo caso arrugan una página pero no hacen colapsar a un sistema operativo. Por sobre todas las cosas, el libro suele asegurar una experiencia de lectura atenta que es difícil de mantener en dispositivos electrónicos. Los e-readers sin navegadores podrían competir en este terreno, pero las tabletas definitivamente no. Es difícil mantener la voluntad incólume de seguir leyendo cuando sabemos que allí, al alcance del dedo, está el navegador de internet o, peor aun, cuando salta una de las alertas sobre la última noticia que recién se conoció o el aviso de la revista favorita que acaba de actualizarse. Por sobre todas las cosas, el libro no tiene conexión a internet y por eso hace olvidar, por un ratito, que el infernal e-mail nos está esperando para que lo chequeemos por enésima vez.




Pros y contra de cada formato




E-books

–Elija uno si va a viajar o irse de vacaciones: los dispositivos en los que se pueden leer no pesan más de 300 gramos y se puede cargar una biblioteca entera.

–También agradecerá la magia digital si está escaso de espacio. Además de almacenarse en la nube, los libros digitales siempre tienen un respaldo (algo que no logran los de papel en caso de incendio o inundación).

–En general los e-books son un poco más baratos que los de papel. Existe además una enorme biblioteca gratuita, sobre todo de clásicos y obras que ya ingresaron al dominio público.

–Para los cortos de vista o quienes ya están en la etapa de la presbicia, el e-book es perfecto porque permite aumentar el tamaño de la letra.

–Un e-book se obtiene al instante: no hay que encargarlo por internet y esperar que llegue ni hay que ir hasta la librería. Se compra y descarga en minutos, vía wireless.

Libos de papel

–Se puede comprar, como los e-books, pero también vender. Igual que sucede con las librerías digitales de música, los e-books no pueden revenderse, al menos no se puede legalmente.

–Siguen dando la mejor experiencia de lectura.

–Los libros “de verdad” no dependen de ninguna fuente de energía, por lo cual se pueden usar en cualquier lugar (aunque tal vez no a cualquier hora).

–No hay que preocuparse nunca por cargarles la batería ni tampoco tendrá jamás que pelear con el fabricante para que le cubra la garantía.

–Los libros en papel son aún tan populares porque engloban una experiencia sensorial que supera la lectura para centrarse en olores y hasta ambientes, que luego crearán un recuerdo mucho más integral de la lectura que el que deja un e-book.






El sentido táctil




La ciencia ha confirmado que la experiencia táctil de leer en papel genera una situación de mayor inmersión y aprendizaje para los lectores, y la causa sería neurológica. Un reporte publicado a principio de 2013 en el International Journal of Education Research señaló que los escolares que leen textos en papel impreso tuvieron mejores resultados en las pruebas de comprensión lectora que los estudiantes que leyeron los mismos textos en formato digital.

La investigación arroja luz sobre una pregunta compleja: ¿hasta qué punto la tecnología que usamos para leer cambia la forma en que leemos? Y a partir de eso, ¿cómo reacciona el cerebro humano cuando debe leer texto en una pantalla o texto en un papel? Investigadores en el campo de la psicología, pero también de otras ciencias, han intentado dar respuesta desde los años de 1980. Incluso antes de 1992 ya se había llegado a un consenso en que cuando se lee en pantalla las personas lo hacen más lentamente, con menos precisión y finalmente comprenden menos que si lo hicieran en papel. Este consenso, como sucede frecuentemente en la ciencia, ha ido cambiado a medida que se ha transformado la realidad: cada vez se lee más en pantallas y además ahora hay dispositivos especialmente concebidos para que se lea en ellos, con una tecnología que los asemeja mucho a un formato papel.

Además de lo que sugiere el estudio antes mencionado, los científicos también consideran que la lectura en pantalla podría consumir más recursos mentales que si se hace en papel, que además luego hace más difícil recordar lo que se leyó. Del mismo modo, otra línea de investigación estudia la forma en que las personas se aproximan a los diferentes medios y confirma que cuando usan una computadora o tableta lo hacen en un estado mental menos propenso al aprendizaje. En el centro de toda esta cuestión está el carácter físico del libro papel; el cerebro descifra a las letras como si fueran objetos y como tales les da un lugar en el espacio. En este sentido el libro físico es una ayuda fundamental: tiene páginas, vértices, principio y fin. Es por eso que es tan usual recordar qué parte exacta de un libro se estaba leyendo cuando pasó tal o cual cosa. También es común que un estudiante recuerde el lugar en el que estaba la parte de sus apuntes que ahora necesita reproducir para un examen. Todas esas guías casi no existen en el formato digital.





Producción: Guillermo Rodríguez Lateulade

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