Llora la isla de Reunión

Imagínate una gran mesa con forma de “U”, con sillas para 50 comensales invitados a participar de este club de sibaritas al que sólo se accede por recomendación de otro socio. En esta oportunidad, se realizó en la Casona Mauá, un fantástico lugar para realizar eventos en la Ciudad Vieja. Una antigua casona reciclada a full, conservando los detalles originales de arquitectura, un verdadero placer poder disfrutar de un menú sorpresa de cinco pasos, sentados en esta mesa gigante situada bajo la gran claraboya en el salón central.

Sinceramente, es la primera vez que arranco una cena con un bombón de chocolate (con queso de cabra) y una copa de champagne. El segundo paso fue un copón de vidrio que traía una especie de parfait o mousse (un poco más densa) de arvejas, coulis de espinaca, brócoli, perfectamente cocido y una salsita aioli, que nos encantó. Así como lo cuento, suena rarísimo, ya lo sé. Pero, realmente el estilo de cocina planteado por esta chef es totalmente diferente a lo podemos estar acostumbrados.

El siguiente paso era un gravlax (salmón cocido, estilo nórdico, con eneldo, sal y azúcar), con condimentos en polvo y pimientos rojos. Una delicia de verdad. Tal vez en tren de ponerme exquisita (se supone que soy sibarita, no se olviden… Ja), me hubiera gustado que el salmón estuviera un poco más frío.

Ya a esta altura habíamos hecho buenas migas con los comensales (Walter, Mariana, Alicia, Natalie, Juan y Fernando) en nuestro rincón de la mesa comunitaria, que al igual que yo lucían un tanto desorientados al comienzo, pero rápidamente entablamos conversación ayudados por el refill de champagne. Fundamental en este programa, interactuar con los otros “sibaritas” que como tales tienen mucho que aportar en una noche así.

Siguiendo con lo mini platos, luego llegó un braseadito delicioso con ingredientes de mar y de tierra, y lo que más me pegó en la boca fue una salsita de jengibre, que estaba fantástica.

Mientras van llegando los platos a la mesa, la misma Elsa va paseando y conversando con los invitados y contando un poco de que se trata lo que estás comiendo. Cosa que viene muy bien, porque además de hablar con esta encantadora cocinera y escuchar su atractivo acento, uno puede interpretar mejor sus delicias.

El siguiente paso fue un shock visual: ¡fideos azules! Que por prejuicio jamás comería en otro lado, pero acá es hasta divertido.

Llegando al postre y vislumbrando el final de la noche, nos trajeron un heladito súper aromático de ¿rosas o lavanda?, vaya uno a esta altura a saber de qué, pero ayudó a cerrar los sabores de la noche junto con un vasito de té coreano con olor a maní, que al probarlo no tenía mucho gusto, pero fue bueno para dar fin a esta divertida cena.Sinceramente, los ingredientes de la cocina de Elsa salen totalmente del patrón medida del Río de la Plata. Por lo tanto, es muy difícil contar qué contiene cada plato. ¡Lo que es indiscutible es lo rico! Elsa y su club de cuisine secret están en Montevideo para quedarse y tienen “fechas secretas” anunciadas para octubre. Shh… No se lo digan a nadie…

Le Baron

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