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Lo que las criptodivisas nos han enseñado este año

Decir "te lo dije" no sirve de mucho, pero la implosión del mercado encierra algunas lecciones reales

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29 de diciembre de 2022 a las 16:00

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Jemima Kelly

En varios momentos a lo largo de 2022 — particularmente desde el colapso del ecosistema Terra/Luna en mayo, y luego el de la casa de cambio de criptomonedas FTX en noviembre — la gente me ha sugerido que debo dar una especie de vuelta de la victoria virtual por haber denunciado, durante varios años, la porquería que son las criptodivisas.

Y yo supongo que tengo una cierta sensación de reivindicación al ver que el mercado empieza a implosionar, después de haberme mantenido firme frente a numerosos criptofanáticos que me decían "diviértete siendo pobre". Pero yo he sido reacia a escribir un "te lo dije" porque no estoy segura de yo realmente lo haya hecho.

En abril, yo expliqué por qué seguía negándome a tomar en serio las criptomonedas a pesar de que mucha gente supuestamente seria lo hacía. (El mercado se ha reducido a más de la mitad desde entonces). En mayo, yo presenté el caso moral contra las criptomonedas, argumentando que no era sólo una "inofensiva diversión" para los muchos que no podían permitirse adquirirlas. (FTX ha perdido unos US$8 mil millones, arruinando la vida de muchos de sus clientes). Y, el año pasado, yo argumenté que los tókenes no fungibles (NFT, por sus siglas en inglés) no eran el futuro del arte o de la propiedad de activos, sino sólo la más reciente estratagema en criptomonedas para enriquecerse rápidamente. (Hoy en día, la única persona a la que le parecen geniales es Donald Trump).

Pero nunca predije el punto máximo del mercado — dado que todo se basa en pura creencia, eso siempre me ha parecido una pérdida de tiempo y energía— y desde luego no predije exactamente cómo empezaría a desmoronarse. En muchos sentidos, yo misma me he sorprendido de lo que ha sucedido en el mundo de las criptomonedas durante este último año. Ese mundo ha demostrado ser más desvergonzado, deshonesto, interconectado y fantasioso de lo que incluso sus más acérrimos críticos pudieran haber imaginado.

Entonces, ¿qué hemos aprendido en particular de todo esto?

En primer lugar, que todo el ecosistema estaba apuntalado por un apalancamiento mucho mayor de lo que nadie se había dado cuenta, y esto implicaba pedir préstamos de dinero real, y no sólo se trataba de cadenas mágicas de 1 y 0 de las que se componen los criptotókenes. Esto significó que cuando las tasas de interés comenzaron a subir desde los niveles cercanos a cero de los que nació todo el mercado, y cuando los precios de las criptomonedas se desplomaron, numerosas plataformas — como Celsius y Voyager — simplemente se hundieron después de que aparecieran agujeros de miles de millones de dólares en sus balances. Resulta ser que se necesitan activos reales para cubrir pasivos reales (bueno, sí, esta parte ya la sabíamos).

En segundo lugar, hemos aprendido que la idea de que el mundo de las criptomonedas está descentralizado quedó del todo eliminada este año. Ya sabíamos que la gran mayoría de la actividad de las criptomonedas tiene lugar en casas de cambio extremadamente centralizadas, y que el poder y la riqueza de las criptomonedas están aún más concentrados que en las finanzas tradicionales. Pero 2022 fue el año en el que descubrimos hasta qué punto "Big Crypto" (el conjunto de las más grandes entidades de criptodivisas) es algo real: un cártel de actores interconectados de las casas de cambio, de las compañías de criptomoneda estable, y de las redes de criptomonedas que trabajan juntos a través de chats grupales; según los informes, un chat de Signal supuestamente se llamaba "coordinación de casas de cambio", e incluía a ejecutivos de FTX, Binance y Tether.

En tercer lugar, que la economía del criptomercado puede tener una estructura piramidal o tipo Ponzi, pero también es circular. Las compañías de criptomonedas no sólo han contado sus propios tókenes sin valor como dinero, sino también los de otros. Como me dijo Martin Walker, del Centro para la Gestión Basada en la Evidencia (CEBMa, por sus siglas en inglés) y crítico de las criptomonedas desde hace tiempo, "sus libros contables están llenos de sus absurdos tókenes y los de sus amigos", y cuando uno de ellos implosiona, "partes enteras de la industria pueden desaparecer rápidamente".

En cuarto lugar, hemos aprendido que el colapso de tantas casas de cambio y de plataformas de criptomonedas nos ha permitido ver de cerca por primera vez la absoluta anarquía que alimenta las criptomonedas. Libres del pesado yugo de la regulación con la que tiene que lidiar el mundo que no es el de las criptodivisas, entidades como FTX han sido libres de hacer lo que les ha dado la gana, presuntamente malversando miles de millones de dólares de los fondos de los clientes y cometiendo fraude a gran escala. "Mi gran lección de este año es que pudimos ver el interior de las ‘cajas negras’, y fue incluso más aterrador de lo que anticipábamos", me comentó Stephen Diehl, un ingeniero de software y crítico de las criptomonedas.

Durante una entrevista para un evento del Financial Times el mes pasado, yo le pregunté a Charles Hoskinson, el fundador de la criptomoneda Cardano, si era posible que las criptodivisas colapsaran hasta llegar a cero. "No", me dijo él, lo cual no me sorprendió, pero sus razones me dejaron atónito: "En este momento es básicamente una religión". Él, un criptoprofeta, parecía estar diciendo en voz alta lo que debía haber callado.

Esto es lo último que yo he aprendido sobre las criptomonedas este año: que tienen una extraña resiliencia. Puede que el mercado y muchas de las más grandes plataformas se hayan hundido, y que los profetas y los principios básicos de esta cuasireligión hayan demostrado ser falsos. Pero mucha gente sigue dispuesta a creer algo inverosímil, aferrándose a la esperanza de que, un día, su milagroso dinero del Internet reanudará su trayectoria hacia la luna.

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