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Los golpes de la vida que hicieron madurar de apuro al héroe del clásico

La condena social que sufrió Conde luego de estrellar su auto contra una columna fue el clic para que el golero de Nacional encauzara su carrera
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04 de febrero de 2019 a las 14:30

Tiempos de juventud. Tiempos donde el manejo del éxito no es tarea sencilla. La fama que viene atada al fútbol trae aparejadas determinadas consecuencias y obliga a los protagonistas a tomar precauciones, porque la notoriedad de un cuadro grande los expone.

Coco admite que por aquellos años no dominaba la mejor forma de convivir con la luces de la popularidad.

Salió una noche. Tomó. Se subió al auto para volver y se terminó estrellando contra una columna. “Fue el frenazo que necesitaba mi vida”, admitió sin remordimientos.

La condena social lo llevó a madurar. Aquel hecho que pudo terminar en una desgracia cambió su vida y su rumbo profesional.

“No me avergüenzo, uno se pierde cuando no está preparado para manejar el éxito. Es muy engañoso, parece que empezás a ser más lindo en el espejo”, reconoció el golero de Nacional, Esteban Conde, en el programa La Caja Negra de TV Ciudad.

Y brindó detalles del accidente: “Empezar a intentar encauzar mi carrera fue de la mano con encauzar mi vida porque el accidente se dio en la madrugada, yo había tomado, iba manejando y choqué una columna que gracias a Dios no pasó nada, no le pasó nada a nadie y fue el frenazo que necesitaba en mi vida, que lo estaba buscando pero no me animaba a dar el paso. El cimbronazo vino con una especie de condena social, cuestiones de sentir que desde afuera me bombardeaban para entender que yo mismo me estaba bombardeando. Esa fue la imagen que necesitaba de mi para darme cuenta que estaba perdido y que necesitaba cambiar las cosas”.

Conde paró. Se autoanalizó. Y llegó a una conclusión. “Yo había perdido el rumbo de mi vida más que de mi carrera y lo enfoqué por lo mucho que me había costado llegar a ese lugar, ser profesional del fútbol, como para tirar todo por la borda”, expresó.

El golero de Nacional, que el domingo se convirtió en el héroe de la obtención de la Supercopa en la definición por penales ante Peñarol, comentó que el jugador se pierde cuando no está acostumbrado a manejar el éxito.

“La línea venía bien con mis crianzas, con mis valores y el que se salió de la línea fui yo. El tema fue que justamente hay gente que sí me lo dijo y de repente yo no estaba preparado para escuchar o no quería escuchar. Yo siempre digo lo mismo, parece que empezás a ser más lindo en el espejo incluso, ese es el tema, es muy engañoso, muy engañoso, hasta que la vida te enseña a encontrarte de nuevo. No me avergüenzo. Aprendí a no juzgar”.

A partir de aquel hecho, Conde comenzó a focalizar su carrera de otra manera. Entendió e interpretó que en un juego colectivo, antes del bien personal debe primar el bien común.

A modo de ejemplo, remataba penales en Danubio. Hasta que se dio cuenta que la realidad de su función no marca hacer goles, sino que pasa por evitarlos. Y que, el que verdaderamente necesita convivir con la felicidad del gol es el delantero.

“Hoy Papelito Fernández va a estar mucho más contento si hace el gol y va a ser más producto para el equipo a que yo esté contento si hice un gol cuando mi trabajo principal es atajarlos”, admitió.

Sueño tricolor y miedo escénico

Conde expresó a Referí que proviene de una familia de hinchas de Nacional. Al punto tal que su abuelo corría a los que dijeran que eran de otro equipo.

“Nosotros vivíamos en la casa de mi abuelo cuando chicos, entonces si alguno mencionaba cambiarse de cuadro, él decía ‘carretera por los panchos’, que significaba que nos teníamos que ir a vivir a otro lugar si eso sucedía. La gran masa de los Conde Quintana somos de Nacional; mi vieja también heredó todo de mi abuelo”, contó Conde a Referí.

Llegar al arco del club de sus amores no resultó tarea sencilla.

Antes de fichar por Rentistas, Conde se probó en Nacional. Aquel día, cuando llegó a Los Céspedes miró a su alrededor y quedó deslumbrado. Todos sus ídolos estaban realizando un trabajo regenerativo. Quedó deslumbrado. El “miedo escénico” lo paralizó.

“Al ver a los jugadores quedé maravillado, estaba embobado, imagínate, los escuchaba por radio allá en Young, y en ese momento preguntaba quién es este y quién es este otro. Me costó, fue como un miedo escénico tremendo, me lo generó verlos ahí”.

Y el destino le jugó una mala pasado al Coco en aquella prueba en Nacional.

“En ese momento pasaba Ruben Sosa por detrás trotando y yo me comí un gol, se me escapó la pelota, y Ruben dijo: '¿Qué tienen? ¿humo en los guantes?'. Y quedé más paralizado. Con el tiempo se lo conté a Ruben pero me sigue diciendo lo mismo hasta el día de hoy”.

Conde se fue a su casa frustrado. El sueño del abuelo se partía en mil pedazos.

Inició el camino bien de abajo, en la B defendiendo a Rentistas. Ascendió y al poco tiempo encontró recompensa con la franja de Danubio en el pecho consagrándose campeón.

Pero Coco no estaba completo. En sus sueños de niño jugaba a ser Seré.

“Yo no me quería ir del fútbol sin tener la oportunidad de jugar en Nacional, se había estirado esto y cuando pasan los años lo sentís más lejano”.

Abuelo feliz

Con el paso de los años su nombre comenzó a sonar para Nacional. No lo podía creer. Lo gobernaba la ansiedad.

“Yo me ponía en la cabeza que quería jugar en Nacional y había estado en algunos períodos de pases cerca, y era como que el deseo era tan grande que uno obstruye esas cosas, y dije ‘bueno, que sea lo que tenga que ser’, sobre todo cuando empezó a sonar fuerte mi nombre”.

El hecho es que su nombre competía con el de un golero formado en la casa como Sebastián Viera. “Estaba en el medio una negociación con Sebastián Viera, jugador de la casa, campeón con Nacional, un golerazo, entonces no había mucho desde mi lugar para competir, así que solté la situación, que sea lo que tenga que ser y se terminó dando”.

Conde sentía que ponerse el buzo de golero de Nacional fue como devolverle algo al abuelo. “Fue muy significativo para toda la familia”, admitió a Referí.

No era para menos, después de escuchar a Nacional por radio allá en Young, se cambiaba en un vestuario de Los Céspedes. En el mismo lugar donde se calzaban los zapatos sus ídolos.

El paso del tiempo brindó madurez. El accidente de tránsito le permitió vivir el fútbol de otra forma. Hoy transmite sus experiencias con la convicción de que, como dijo a Referí, “al final el dinero no es lo que te hace feliz, sino que es estar bien con lo que vos sentís”.

Y el domingo, como tantas veces en su carrera, se vistió de héroe para regalarle un triunfo a su equipo. Esta vez, con el agregado de la segunda edición de la Supercopa Uruguaya, en una apasionante definición por penales.

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