Opinión > COLUMNA/EDUARDO ESPINA

Los mejores días de la vida

En música, 1969 fue un año extraordinario que transformó la historia en muchos aspectos
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15 de junio de 2019 a las 05:04

El álbum Reckless, de Bryan Adams, es un hito musical de la década de 1980, memorable en muchos aspectos, y también en la historia del rock por haber definido la carrera de un cantante y compositor no siempre valorado como merece. Reckless salió a la venta a fines de 1984 y logró algo que pocos discos consiguen: que seis de sus canciones se ubicaran entre las 15 más vendidas del ranking de Billboard: Run to You, Somebody, Heaven, One Night Love Affair, It’s Only Love, y 1969. Se cumplen pues 35 años de la edición de Reckless, y 50 del cada vez más distante 1969, annus mirabilis (año maravilloso). En la canción 1969 canta Bryan Adams: “Oh, cuando miro ahora hacia atrás / Ese verano pareció durar para siempre. / Y si tuviera la opción / Sí, siempre querría estar allí. / Esos fueron los mejores días de mi vida”.

Los uruguayos memoriosos han de asociar 1969, el año, no la canción, con la llamada “toma de Pando” (de la comisaría de esa ciudad canaria por el MLN el 8 de octubre), el ascenso de Huracán Buceo a primera división, con el descenso de Danubio a la B, con la quinta victoria del legendario Walter Moyano en la Vuelta Ciclista del Uruguay y con la clasificación de Uruguay al mundial de México 1970. En un grupo donde también estaban Chile y Ecuador, Uruguay clasificó invicto, ganando todos los partidos de locatario, empatando en Santiago y triunfando 2-0 en Guayaquil. Obtuvo el 87,5% de los puntos en disputa. Quizá fue lo más destacable que ocurrió en Uruguay, en un año que entrelíneas dejaba ver el negro panorama político y económico que se venía. 

Sin embargo, los grandes hechos que hicieron de 1969 un año memorable estaban asociados a la vida política, tecnológica y cultural de dos países del hemisferio norte. Hubo algo ahí extremadamente diferente en la coincidencia, que ni siquiera los propios protagonistas han sido capaces de explicar con razones definitivas. Las cosas se dieron de tal manera que hubo una simultaneidad de hechos notabilísimos aconteciendo con poco tiempo de diferencia entre ellos. No solo fue la llegada del hombre a la Luna y la de Richard Nixon a la Casa Blanca.

De Inglaterra venían noticias a todo volumen, pues el heavy metal hacia su entrada triunfal a la historia de la música. 
Una canción definió para siempre el territorio: Whole Lotta Love, de Led Zepppelin, la que redefinió el protagonismo de la guitarra eléctrica en el rock. Junto con Baba O’Riley, es la quintaesencia de los instrumentos eléctricos aplicados a la creación de una melodía y cadencia diferentes. Incluida en el notable álbum Led Zeppelin II (que seguramente se reeditará este octubre), Whole Lotta Love inspiró a millones de muchachos en todo el planeta a convertirse en músicos de rock, y alcanzar el anhelado objetivo. Con esa canción y con el rock heavy que empezaba a llegar de Birmingham, cuna del metal pesado, Gran Bretaña volvía a demostrar que era junto a su excolonia americana la gran usina de música del siglo XX. Por eso 1969 fue tan importante musicalmente: porque demostró que no eran solo los Beatles y los Rolling Stones, y que la música había encontrado otra avenida creativa por la cual transitar y de la que mucho podía esperarse. Un grupo de rock actual y de gran éxito entre las nuevas generaciones, Greta Van Fleet, ganador este año del Grammy por mejor disco de rock, demuestra que la descendencia de Led Zeppelin goza de buena salud, y que Whole Lotta Love continúa siendo matriz de nuevas grandezas.

¡Qué año que fue el 1969! Podría llenar la edición completa del diario de hoy enumerando hechos destacables de la creación humana, muchos de los cuales continúan manteniendo vigencia total en los tiempos actuales. Porque 1969 fue también el año en que los Beatles, demostrando de que era verdad aquello que John Lennon le había dicho al cantante de los Kinks (“nos sobra creación, si querés te podemos prestar alguna canción”), editaron dos álbumes de antología: Yellow Submarine y Abbey Road, el cual contiene 16 canciones memorables, entre otras, los clásicos, Come Together, Something, Maxwell’s Silver Hammer, Here Comes the Sun, Because, She Came In Through the Bathroom Window. Para demostrar que también a ellos les sobraba la originalidad, los Rolling Stones editaron una obra maestra: Let It Bleed, el cual incluye You Can’t Always Get What You Want, posiblemente mi canción favorita del grupo, aunque es difícil decidir, ya que tiene tantas buenas.

Fue un año extraordinario en música, en el que Creedence Clearwater Revival editó tres álbumes y los tres imprescindibles (voy dedicar una nota aparte al tema) y en el que dos películas clásicas estrenadas en 1969, Busco mi destino y Perdidos en la noche (a las cuales voy a referirme en otra ocasión), produjeron bandas de sonido que deben figurar en la lista de las más inconfundibles de la historia del cine. Hubo también canciones extraordinarias provenientes del sur profundo estadounidense, que tanto extraordinario y original en cuanto a creación artística ha legado al mundo, y no me refiero solo a William Faulkner, Scott Fitzgerald, James Dickey y Toni Morrison.

En la década de 1960, con todos los avances tecnológicos generados a la manera de daños colaterales positivos de la guerra fría, el mundo entró en radical fase de cambio. El mundo, de una forma o de otra, siempre está cambiando, pero en 1969 dio la impresión de que estaba cambiando más que en otros años, al menos en la tecnología a disposición y en música. Los sonidos que surgían avizoraban nuevos caminos a recorrer en la historia del ritmo y la melodía, haciendo creer por un tiempo que la revolución musical erradicaría ciertos estilos y géneros asociados al pasado. Dicha percepción, que se hizo masiva luego que la popularidad de Led Zeppelin alcanzara su cenit, demostró estar equivocada.

De un apartado lugar en Texas donde el diablo perdió el poncho y de Memphis, Tennessee, venían noticias que no habían sido consideradas por el libreto que se estaba escribiendo. En 1969, en Lubbock, ciudad texana en el desierto, Mac Davis escribía In the Ghetto, que se convertiría en un inesperado himno de protesta en un año de muchas protestas. Con el tiempo la canción tendría decenas de versiones, entre otros uno a cargo de Nick Cave & The Bad Seeds, pero quien la popularizó, mejor dicho, quien la eternizó, fue Elvis Presley, el mismo cantante que en aquel mes de enero de 1969 grabaría su canción más emblemática (lo cual no es poco decir, teniendo en cuenta que es el cantante estadounidense de mayor popularidad de todos los tiempos), Suspicious Minds, la que en noviembre llegaría al número uno en ventas. Con In the Ghetto y Suspicious Minds, Presley hacía una declaración de principios: los nuevos sonidos pesados generados por poderosas baterías y chirriantes guitarras eléctricas, provenientes de Inglaterra, no tendrían un reinado absoluto, pues deberían compartir el momento de gloria con la actualización del rock & roll de la primera hora, el cual, sin habérselo propuesto ni imaginado, estaba abriendo muy por anticipado las puertas a los sonidos que llegarían más de diez años después y que serían los de la new wave de los ochenta. La influencia que tuvo la versión de Presley de Suspicious Minds, puede verse en infinidad de grupos de esa década, entre otros Fine Young Cannibals, notable trío de Birmingham, Gran Bretaña.

El escenario musical de 1969 estuvo lleno de hits, de sonidos inéditos provenientes de todos los géneros musicales, de canciones que han pasado menos de moda que la aspirina y el chocolate, y de actitudes y espectáculos que transpusieron los límites de lo estrictamente musical. En el estado de Nueva York, frente a una audiencia que sobrepasó las 400 mil personas, bajo la lluvia y el sol (porque también la naturaleza quiso estar presente), Ritchie Havens hizo la primera versión de un cantante negro de Here Comes the Sun, mejor incluso que la original de los Beatles. Fue un momento único que duró tres días. Se llamó Woodstock y hay quienes no pueden olvidar el año 1969 por toda la música concentrada en algo comunitario, y que aún hoy escapa a las definiciones racionales. 

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