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El camino al desarrollo

Los mitos del parto humanizado

Las futuras madres deberían poder pensar en su propio plan de parto y los sistemas de salud deben estar preparados para poder brindar el mejor servicio. Es un derecho y una necesidad
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25 de julio de 2014 a las 00:00

Mi hermana decidió a los 8 meses de embarazo que quería dar a luz en el agua. Mi madre escandalizada gritaba que iba a ahogar a la criatura, que cómo se le ocurrían esos disparates.

En los sistemas de salud occidentales, apenas entra una mujer embarazada a un establecimiento de salud para su trabajo de parto, se la hace recostar, quedar quieta, la examinan selectivamente, le administran suero y luego se le solicita que puje sobre la camilla en posición horizontal. Sin embargo, el trabajo de parto es fisiológico, no es una enfermedad y por esto, futuras mamás como mi hermana comienzan a preguntarse el estilo de parto que les gustaría tener. Estas prácticas diferentes, muchas veces consideradas de élites, hoy en día son una necesidad a tomar muy en cuenta por los sistemas de salud y, en especial, por aquellos con comunidades indígenas. ¿Por qué?

En países como Panamá y Guatemala, las tasas de mortalidad materno-infantil en comunidades indígenas son altísimas, lo que no permitirá que se cumpla con el 5to Objetivo de Desarrollo del Milenio en el 2015. En gran medida, esto se da porque las mujeres no se animan a asistir a los centros de salud ya que no se consideran sus costumbres, como por ejemplo, las posiciones deseadas para el trabajo de parto.

Perú es uno de los países de América Latina que más ha avanzado en la inclusión de aspectos culturales en los servicios de salud. En un diálogo con un médico epidemiólogo peruano, supe de los distintos pasos que atraviesa el país a lo largo de poco más de 10 años para lograr institucionalizar los distintos tipos de partos humanizados o también llamados partos verticales.

Se empezó por acumular evidencia a través de consultas a las comunidades de alrededor de 47 etnias diferentes. ¡Así se conocieron alrededor de siete variedades de posiciones para el parto! Algunas utilizan cuerdas, otras mantas y otras se asisten por sillas especiales que permiten a la mujer y al hombre o acompañante, participar abrazados o muy cercanos en el trabajo de parto. En cada caso, se analizó la fisiología de la gestación y las cuestiones biomédicas que tienen que ver con los vectores de fuerza que la embarazada ejerce durante el trabajo de parto.

Incluso a nivel internacional, la OPS publicó estudios formales que certifican el parto vertical como una práctica aceptada por la comunidad científica y con base fisiológica.

Al recopilar los deseos de las usuarias entre las comunidades indígenas, aparte de las barreras económicas o geográficas, se encontraron otros varios factores que contribuyen a que las futuras madres no quieran acudir a los establecimientos de salud por desencuentros culturales.

Entre estos, la temperatura de los ambientes, la alimentación que reciben, la prohibición de que los acompañantes y familiares ingresen a la sala de parto y también las instalaciones en sí mismas. Se encontró, por ejemplo, que muchas comunidades indígenas se ven atemorizadas por el hecho de que en el hospital todo sea blanco: las sábanas, las túnicas de los médicos y los azulejos en las paredes; ¡en muchas culturas este color significa muerte!

En una segunda etapa, un grupo de predominancia de médicos trabajó en un protocolo de la atención del parto y de la atención del embarazo en general. Se logró gestionar una norma técnica nacional que permite efectivamente implementar las prácticas de parto vertical en el país, con acciones concretas desde la etapa prenatal. Una vez formalizada la norma, el próximo desafío fue la capacitación del personal médico y de otros profesionales de la salud encargados de estas atenciones, tanto a nivel de pre grado como para aquellos ya trabajando. Claro, de nada sirve la norma si no se enseña a médicos, enfermeras y otros profesionales a asistir y brindar apoyo a la embarazada durante el parto en las distintas modalidades.

Estos cambios en los sistemas de salud incrementan la cantidad de mujeres que optan por ir a los centros de salud, y por tanto, hay que trabajar en paralelo en aumentar y mejorar la oferta de servicios.

Incrementar la cantidad de recursos humanos, médicos y enfermeras, y también, potenciar las instalaciones para que puedan albergar a estas madres que antes no acudían a los centros.

Más allá de las preferencias de cada madre, el parto vertical ha logrado ser en Perú uno de los puntos de encuentro entre la comunidad biomédica y las costumbres locales, un encuentro de actores y de conocimientos por mucho tiempo distantes. Afortunadamente, en otros países de la región, las discusiones y prácticas en cuanto a institucionalizar el parto vertical empiezan también a ganar terreno.

Sea cual sea la razón o la etnia, las futuras madres deberían poder pensar en su propio plan de parto y los sistemas de salud deben estar preparados para poder brindar el mejor servicio enfocado a esa demanda. Es un derecho y una necesidad. ¿Qué opinas?

Serrana Mujica es responsable de comunicación de la División de Protección Social y Salud del BID.

Este post fue publicado en el blog Gente saludable del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)

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