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Los oscuros fundamentos de la revolución sexual

Tres críticas a los Informes Kinsey
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23 de septiembre de 2019 a las 05:04

Alfred Charles Kinsey (1894-1956), zoólogo y entomólogo estadounidense, fue uno de los pioneros de la sexología. En 1947 fundó en la Universidad de Indiana el Instituto Kinsey, dedicado a la investigación de la sexualidad humana. Kinsey es considerado como uno de los padres de la “revolución sexual” debido a dos libros suyos (conocidos como los Informes Kinsey) que tuvieron un gran éxito de ventas: El comportamiento sexual en el hombre (1948) y El comportamiento sexual en la mujer (1953). Los Informes Kinsey se basan principalmente en muchos miles de entrevistas en las que Kinsey y su equipo investigaron las costumbres sexuales de los entrevistados. Esos informes tuvieron un gran impacto en el subsiguiente desarrollo de la sexología y contribuyeron no poco a la liberalización de las costumbres en materia sexual, porque supuestamente demostraban que todo tipo de actos sexuales hasta entonces considerados como tabúes se producían con mucha más frecuencia de lo que se pensaba. De ahí Kinsey dedujo que esos actos debían ser considerados normales, naturales y moralmente lícitos, y que las normas morales que los prohibían eran prejuicios irracionales.   

Los Informes Kinsey han sido criticados desde diversos ángulos. A continuación presentaré tres de las críticas principales.

1. Es evidente que la ciencia experimental no tiene nada que decir sobre la moralidad o inmoralidad de los actos humanos, porque ésta cae completamente fuera de su objeto de estudio y de su metodología. En otras palabras, la frecuencia de un acto en un grupo humano no permite en modo alguno deducir si ese acto es o no moralmente lícito. Por ejemplo, todos los seres humanos con uso de razón mentimos de vez en cuando, con mayor o menor frecuencia, pero eso no implica que la mentira sea moralmente lícita.

2. Los Informes Kinsey son gravemente cuestionados también desde la estadística. Entre las personas entrevistadas por Kinsey había muchos presos y prostitutos. Además, los entrevistados eran voluntarios dispuestos a hablar sin inhibiciones sobre su comportamiento sexual. Se producía así un efecto de auto-selección que aumentaba la proporción de personas con determinadas conductas. El comportamiento sexual de una muestra tan sesgada no es representativo del comportamiento sexual de la población general. El brillante matemático John Wilder Tukey (1915-2000) sintetizó esa crítica así: “Una selección aleatoria de tres personas habría sido mejor que un grupo de 300 elegido por el Sr. Kinsey”.  

3. La crítica más impactante ha sido difundida sobre todo por la escritora estadounidense Judith Reisman (nacida en 1935), activista contra la pornografía y el abuso sexual. Reisman ha dedicado muchos libros a combatir los Informes Kinsey. Además de rechazar el valor científico de esos informes y de deplorar su influencia disolvente en la cultura contemporánea, Reisman hace una gravísima acusación contra Alfred Kinsey: una parte de los Informes Kinsey es imposible de explicar excepto asumiendo que Kinsey fue cómplice o encubridor de abusos sexuales de niños.

Esta acusación se basa principalmente en el tenebroso Capítulo 5 de El comportamiento sexual en el hombre, que incluye cuatro tablas con datos sobre la conducta sexual de los niños varones. En la Tabla 31 Kinsey suministra datos sobre orgasmos en 317 niños con edades entre dos meses y 15 años. En la Tabla 32 muestra datos sobre el tiempo (cronometrado) que llevó a ciertos niños alcanzar el orgasmo. En la Tabla 33 presenta datos sobre orgasmos múltiples en 182 niños. Finalmente, en la Tabla 34 Kinsey muestra datos de 28 ejemplos de orgasmo múltiple en 24 varones cuyas edades varían entre los 5 meses y los 14 años. Para cada caso se indica la edad, el número de orgasmos y el tiempo involucrado. Por ejemplo, Kinsey informa a sus lectores que un bebé de 11 meses tuvo 14 orgasmos en 38 minutos. Es muy difícil eludir este dilema: o bien Kinsey organizó o presenció “experimentos” criminales, o bien uno o más violadores pedófilos compartieron con Kinsey (¿por “amor a la ciencia” o a cambio de pagos?) datos de sus asquerosas andanzas. En la primera hipótesis Kinsey fue cómplice de esos crímenes; y en la segunda hipótesis por lo menos los encubrió.   

El artículo de Caleb Crain titulado Alfred Kinsey: Liberator or Pervert?, publicado el 03/10/2004 en el New York Times, menciona dos fuentes de las citadas Tablas 31-34. En junio de 1944 Kinsey se reunió con el depredador pedófilo Rex King. “Antes y después de la reunión, Kinsey escribió a King, persuadiéndolo a enviarle sus diarios detallados de sus hazañas sexuales, incluso aquellas con niños. Jones [biógrafo y admirador de Kinsey] informa que el 24/11/1944, por ejemplo, Kinsey escribió: ‘Me regocijo de todo lo que usted me envía, porque entonces estoy seguro de que mucho más de su material es guardado para la publicación científica’.” (La traducción es mía). Por otra parte, Kinsey también obtuvo datos de la sexualidad infantil a través de su correspondencia con el pedófilo alemán Fritz von Balluseck, ex oficial nazi.  

Paul Gebhard, socio de Kinsey, declaró lo siguiente en el documental británico Los pedófilos de Kinsey, emitido el 10/08/1998 por televisión: “Era ilegal y sabíamos que era ilegal, pero es muy importante estudiar la sexualidad infantil”. 

En este punto los comentarios sobran. 

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